Cuarenta y ocho horas después de una jornada para el olvido, me escribe
Tito con preocupación preguntándome sobre el futuro de Independiente. Los dos
fuimos testigos ingenuos de una dolorosa noche en la que el fútbol pasó
desapercibido, producto del flojo juego del equipo, pero principalmente de una
bataola violenta con distintas y penosas aristas.
Habíamos llegado temprano, tras jornada
laboral. Refrendamos la amistad de mil años sin ser nostálgicos. De hecho, el
tema del devenir de nuestros hijxs hegemonizó la charla durante el recorrido
mientras el humo del chori, pattys y lomitos cargaba la atmósfera roja de la
calle Alsina.
Nuestros ojos iban y venían,
entusiasmados de ser parte de esta marea silenciosa que en cada contienda
supone, por fin salir de las cenizas.
Nos preguntamos por Vaccari, por la
crisis de cinco fechas, repasamos arbitrajes mientras seguíamos refiriéndonos a la incertidumbre cercana
sobre el futuro de nuestros pibes en una sociedad inclemente: L vergonzante de la dirigencia (partidaria
y política) nos arrastraba al insondable muro de faltas de respuestas acerca de
este presente que nos toca.
Salud mental, la "buena
suerte" de los agraciados especuladores del trader, se instalaba en la charla, entre el
planteo de esforzarse por llegar a fin de mes como quien hace pie en la otra
orilla, ganaba lugar por encima del planteo táctico que prepararía el equipo del club de
nuestros amores.
En tanto, los gritos de los vendedores
ambulantes se fundían o confundían con sus ofertas. Comprensible, con cierta lógica del
momento que obliga a vender como sea. La economía de mercado dice que no importa ni la soledad ni la falta de proyectos colectivos. Un buen emprendedor
puede ser capaz de sortear cualquier miseria. ¿Quién se come tal premisa?
Sorteamos tres cacheos (¿habrán pasado
alguno los chilenos?, sería un interrogante a posteriori) Nos sacamos un par de
fotos antes de llegar a la escalinata, mientras la rutina del reencuentro nos corría la vista
del recorrido y de la pasión que nos juntaba.
Por fin, en la Bochini alta (gentileza de amigo incondicional
del medio) vimos con sorpresa a los de la U, tempraneros. Literalmente habían copado la parada.
Su murga e inventiva musical preludiaba
una jornada densa. Mucho trapo, muchos instrumentos, mucho bardo también.
Nobleza obliga, durante los primeros quince minutos todo el estadio acusó
recibo de esa postura bravía que fue escalando hasta la barbarie.
Entre las puteadas al wifi, pero también a Cabral
con el dolor que implica, comenzó el parido. Sorpresa por la torpeza de Zabala ("viste es
zurdo y encara para adentro, no se puede entender", se lamentaba mi amigo
y compañero) e ilusión por la valentía de Montiel para encarar.
El gol de ellos decantó en el éxtasis
total de los ¿tres mil quinientos? ¿cuatro mil? chilenos.
Amague de revisar en el VAR que los
hinchas de Independiente curtimos con el previsible final (acostándonos siempre) y las
primeras piedras de la Pavoni alta a los absortos hinchas locales, de parte de los eventuales ganadores.
Piedras, botellas, fierros, pis, caca,
asientos, inodoros en sendas fracciones fue la seguidilla que hicieron llover
los barras de la U (si este es el espíritu universitario del club...) a partir
del empate del Rojo (aquí el VAR, para decidir la definición por supuesto duró mucho más)
El clima se fue calentando más. Hubo
fuego, bombas de estruendo arrojadas a una de las Gargantas del Diablo. (¿Cómo
dejaron a los hinchas locales tan a merced de la "buena voluntad
trasandina"?) "Che, nadie cuida a los nuestros", comentamos entre nosotros con boba sorpresa.
Final del primer tiempo.
Unos minutos antes de este cierre, decenas de
simpatizantes rojos se volcaron lo más que pudieron al alambrado lindante al
campo de juego, con la ilusión de que la habilitación a su ingreso, pudiera ayudarlos
a seguir el partido sin sufrir más agresiones ni heridas propiciadas desde
arriba.
Apenas tres minutos de iniciado el segundo tiempo, la gente del Rojo apura al árbitro para que lo detenga
todo. Luego son los propios jugadores chilenos y argentinos los que señalan a la gente de la U pidiendo calma.
La primera advertencia de la voz del
estadio es una risa. "Le pedimos a la parcialidad visitante que deje de
arrojar cosas". "Le pedimos a la parcialidad de la Universidad de
Chile que se detenga", "Le pedimos a la parcialidad visitante que se
retire".
La orden suena a cargada y todo el
estadio lo sabe.
El réferi que supo hacer la vista gorda
durante el primer tiempo. Hace mucho que el club es ajeno al espíritu localista
del arbitraje, son múltiples los ejemplos. Pero bueno, el árbitro está
desorientado. Los jugadores (propios y ajenos) piden calma. Principalmente los
chilenos a los suyos.
No pasa nada.
La pregunta por la policía aflora. Aún
con la desconfianza que muchos sentimos por los vigiladores bonaerenses
(bah, vigiladores en general) Cero respuesta.
Los de APREVIDE se cuentan con los
dedos de la mano. Incluso en un momento alguien da la orden de ubicarlos a lo
largo del campo de juego. Un delirio.
Nadie llega a la Pavoni alta.
Francamente no escuché a la hinchada gritando "la barra tiene miedo",
alentándolos a su intervención. Pero es verosímil.
De pronto, la barra de la U comienza a
retirarse lentamente. Las especulaciones miserables internas, me hacen suponer
que los puntos quedarán en casa. Pero mi modo termo querría que el partido
continúe.
Con la aparición de "los
salvadores", esa ilusión chiquita se desmorona. Apenas diez minutos
separaron a los shilenos mostrando a nuestra parcialidad sus atributos sexuales
para ser filmados, con los palazos provocados por los discípulos de loquillo,
los pichones de Bebote o vaya uno a saber qué facción de las tres tristemente
célebres barras heredadas con la gestión Cantero-Arietto.
En medio de todo esto, el estadio
recuerda a Grindetti, proyecta la solución de este doloroso presente con el
último himno de la hinchada "El Rojo va a salir campeón el día que se
vayan todos los hijos de puta de la comisión".
Igual siguen los palos de los cobardes
paladines. Obligan a uno a sacarse la ropa, aprietan a un par arrinconándolo al
extremo de la tribuna. A metros, un boludo celebra el video viral de un chileno
cayendo al vacío.
Hay problemas con el wifi pero ya dicen
que hay dos muertos.
Con Tito sabemos que esto termina
mal.
"El partido ha sido
cancelado", informa la voz del estadio, como quien lee un texto hecho de
raje por Comenbol.
Cancelado, descripción paradigmática
cuya gestación refiere al mundo virtual.
Mundo virtual que por supuesto
comenzará a hacer su trabajo.
Antes buscamos la salida. Sabemos que
hay que esperar porque es el precio que debemos pagar de local. Clavarse 40
minutos es lo que dispone la policía invisible. Para que duela todo, el juego
(por si llegaste a ganar), la decisión de bancar a tu equipo.
Dos horas antes ya varias pibas y pibes locales habían
dejado afuera sus peligrosas armas letales: lápices labiales, otros sus lapiceras bics, encendedores, contra las facas y cuchillos de los hermanos de la
tierra de OHiggins.
Mientras bajamos vemos a buena parte de nuestra parcialidad dentro del campo de juego. "La cana estuvo pegándole y
corriéndonos", tira alguien. "Los chilenos se quedaron esperando
afuera". Llueven los rumores como proyectiles.
Loop del mal diablo
Luego los medios irán encausando, según
quien relate y sus intereses, la jornada. Habrá cien barras chilenos recostados
en el piso. Un loop multiplicado por mil de los palos de nuestros barras a los
indefensos hinchas visitantes. Tantas veces como Ángeles Rawson volviendo a
casa o como Cristina y la fallida bala asesina.
"¿Pensar que uno viene a
escamotear un triunfo que nos de sentido al día a día?", reflexionamos
torpemente mi amigo y yo, cada vez más conscientes de que la justicia divina no
marida bien con los sueños del diablo.
Nos separamos. Se me ocurre pedirle
disculpas por haberlo invitado a esta desgracia. Nada que perdonar, responde.
¿Cómo termina esto? Resuena su pregunta como al principio,
justo después de que una fake notifica que los dos clubes serán descalificados
y sancionados, prohibiéndosele su participación a copa internacionales durante
dos años.
Ni ESPN ni TyC apuraron la desmentida, aun
cuando se sabe que fake news y periodismo, deben ir separados, nunca
yuxtapuestos.
Gabriel Boric, presidente chileno, se
solidariza con sus compatriotas y pide justicia. Grindetti se (y nos) victimiza.
(NdeR: hoy sin poder político, ni
respaldo de sus viejos aliados, tiene menos peso que Cantero, por lo que cada
aparición nos hace bajar más escalones) Pato Bullrich suma para
ensuciarnos más. De paso dispersa el escándalo Spagnuolo, droguerías,
Karina-Menem que estalla.
Las tribunas del club están destruidas,
pero Independiente es responsable de todo. Hay testimonios que generan escozor
mientras La U se encargó de dejar su huella en las paredes del estadio. Hay
relatos de abusos contra personal de limpieza. No trascienden. Seguramente
están en negro y deben temer lo más preciado de este presente ingrato, el yugo.
Escaso y miserable yugo.
A esta historia más allá de los
periodistas que saben arrojarse a la granada del escarnio, surgen fiscales, el
ministro de seguridad de la provincia , el jefe de gabinete de Boric que viene
raudamente para ocuparse de los chilenos detenidos, el gobernador Kicillof
solidarizándose con el político.
"La pena va a ser dura",
asumen periodistas partidarios. Algunos que nada tienen de simpatizantes y
otros que quieren marcarle el terreno a los dirigentes rojos.
Prohíban al estadio, prohíban al equipo
a jugar. ¿Por qué Vaccari no dice nada?, suelta alguien diferenciándolo del
entrenador de la U. Que sí dijo.
Dijo que Julio ya había promovido tal
debacle. Justo cuando nuestro DT tiró "ganar como sea". Golpe bajo el de Gustavo Alvarez que nunca se preocupó por comprender el contexto ni entender que nadie más alejado
que Vaccari de esa filosofía de vida. Pero bueno, se trata de llevar agua pa su
molino.
En tanto, llueven las denuncias en
contra de los barras chilenos. Ya habían hecho bardo en el torneo local contra
el Audax. También le habían tirado cosas a su propio arquero porque no los
dejaban ingresar con los bombos. Hasta durante la copa libertadores, se
desbordaron en La Plata frente a Estudiantes. Los antecedentes se extienden a
un enfrentamiento con hinchas del club Guaraní.
Acá en Argentina, Avellaneda o Sarandí,
liberaron a los muchachos que, alterados, apretaron a uno que otro hincha rojo
distraído mientras caminaba por Plaza Alsina y veía como "los pobres
simpatizantes cordilleranos", se ponían al día con su enojo.
Mientras Ariel Senosain armaba columnas "ejemplificadoras", categóricas en contra de Independiente y menos fuertes para la organización del evento (Conmebol invisibiliza la violencia y quería que el partido continúe a pesar de todo) en la tele y LN, Grindetti y sus aliados iban y venían a
Asunción esperando que el buen amigo de Tapia atendiera sus reclamos.
Entre varios comunicados, CAI prometió
expulsar a los barras, denunciarlos, recabar datos para su declaración en
Conmebol, etc.
¿Cómo termina esto? refiere mi amigo
cuando ya varios dan por sentada su respuesta. Bye Rojo. Chiqui no habla, pero
no tarda en designar un árbitro tendencioso para la siguiente fecha.
Se postergó el encuentro de local con
Platense. Hay ganas de no dejar que se juegue en casa. El hincha arrojado de la
tribuna al vacío fue fotografiado saliendo de la clínica. El equipo del
mandamás, Barracas, cuya figura fue "prestada gentilmente por
Independiente", está primero. Por suerte ya nadie habla de la crisis de
Boca, River pasa como sea. Racing se queja menos y el Cuervo no va a la quiebra
por esas cosas del destino (mentira)
Algunos hinchas para no terminas de bajonearnos, nos distraemos enfocándonos en la
crisis de los hermanitos gobernantes. Muchos no decodifican los motivos de este flojo presente
futbolero. Buena parte reflexiona como siempre que "estamos solos" y dicen que de esta
se sale "todos juntos". Y yo, en esto de pensar razones del fracaso, no entiendo todavía como surgió el peor doblete electoral de
nuestra existencia. El de Milei, por supuesto primero. Y luego el de Doman. ¿En
serio creían que un tipo como él podía haber hecho algo más por nuestro club?
El Rojo duele, como en 2013, como
durante la colecta. Duele con sus respectivos y últimos DTs (Beca, el Ruso,
Dominguez, Tevez) y duelen las imágenes de sus burdos barras. También
duele que el nabo de nuestro presidente, por amarrocar un mango no haya
previsto poner alambrado o contratar más seguridad.
Duele la represión a a los hinchas,
allá (acá, en verdad) en el 2023, con la policía. Duele el curro de los pases.
Las asambleas a puertas cerradas.
Duele dejar todo nuestro destino en
manos del pensamiento mágico.
Duele pensar que no hay que hacer concesiones
con Chiqui (no olvidar lo de Atencio, regalo a otro de sus aliados, sólo para
quitarnos la ilusión de un pibe nuestro).
Da bronca el silencio cómplice y
odiador de otros clubes. Aunque ya sabemos. Y la falta de inteligencia y de
reflejo de los propios.
Pienso en la caminata con Tito a la
ida. En la cantidad de gente que va a la cancha contenta. Que sobrevive al
karma de los nombres en el dorso de la camiseta (evito mencionarlos para no
autoflagelarnos aún más)
Pienso en las redes y esa cultura de
ser el más poronga y hater de todos.
En Loyola, Galdames, Cabral y Millán y
la incomodidad doble del afuera y adentro que debe sacudirlos
Pienso en Rodrigo Rey y el camino que
marcó. No son tiempos para reivindicar a quienes luchan a favor de los excluidos. Todo lo contrario. Hasta su mujer tomó la posta en favor de los lastimados del club con más énfasis que la comisión directiva.
Pienso en la bajada de precio oficial que le tocó a Kevin
Lomónaco en este arranque. Tres tarjetas en 5 partidos (una roja) y la salida
de la Selección dispuesta por Scaloni. Raro.
Y sí, todos pensamientos termo. Yo
también quiero a mi Rojo campeón, quiero seguir molestando a los otros cuando
mi equipo alza las manos, en busca de justicia.
Por supuesto que no estoy con la
omisión de las reacciones asesinas. Ni con ese nabo en la tribuna que puteaba a
los rivales por ser chileno. Ni qué decir de otros en modo libertario apelando
al grito de "indios" como insulto.
Ojalá que los "negros de
mierda", "bolitas" o "villeros" alguna vez no sean
otra cosa que un mal recuerdo, de una minoría infeliz.
Hacerle frente a estas cosas también
requieren de "Pierna fuerte y templada".
Para ganar en serio.
*Los comentarios corren por cuenta de un servidor. Mi amigo no es responsable de este de vista.