viernes, abril 12, 2024

A la memoria de Len

 


Hoy mi suegro hubiese cumplido noventa años. Stanley Lindley Barker. O Daddy, para sus hijas. Dadito, ya en tren de confianza. Len, para todos.

 

Increíble en este contexto pensar que se fue con sus 63 años, casi en la misma sintonía que mi viejo. Entonces se lo veía con la estirpe del que entiende las reglas de la existencia, conoce las vueltas adecuadas para cada llave, pero perdió el interés por descifrar cuáles  cerraduras están al alcance, para un mejor destino.

Algo así como una sabiduría inútil, suficiente para señalar el camino a los jóvenes, pero torpe a la hora de asegurar propias certezas.

 

Desde el primer momento Len me cayó bien, principalmente por su sonrisa pícara al borde de la malicia, como la de un chico bien que supo ser feliz con poco o nada.

Aventurero más por su costado soñador que por desarrollar una voluntad nómade. Hablaba "el inglés de la reina", destacaba su entorno de modo elogioso y eso se celebraba, aún sin chances de constatarlo con otros pares. Por mi caso, no había manera para que un aprendiz del Cambridge de Sarandí, pudiese descifrarlo. Pero trasudaba musicalidad en cada comentario.

 

De hecho, dentro de su repertorio, contaba con tres o cuatro canciones tradicionales capaces de lograr que el pibe más distraído pudiera colar a Humpty Dumpty al universo de Hijitus. En el imaginario, la mayoría de las historias infantiles parten de aquellas islas usina de duendes y piratas.

 


Stanley no era sencillo, más a pesar suyo, supongo, que al ADN o el carácter ariano que le tocó en suerte. Había sufrido no sé qué dificultad desde pequeño (nunca terminé de comprender su afección) que lo llevó a estar levemente pero inconfundiblemente encorvado. Tal figura, junto al flequillo canoso, los ojos achinados y un cigarrillo como extensión del brazo, lo transformaba en un personaje salido de cualquier relato británico, al mejor estilo de 'Lo que queda del día' o cualquier retrato dickeniano.

 

Entre sus dificultades y una vida construida a pesar de la ida (¿huida?) de su padre Frederick a la Segunda Guerra Mundial - tras su labor y medallas de la primera- , con su mamá como único sostén y contención, el hijo único fue construyéndose un mundo al pulso de sus verdades y una imaginación a prueba de desvelos y ausencias.

Tuvo que estudiar español por sugerencia a Granny de un docente (contaba mi suegra) para poder asistir a la escuela. Entre dos a cuatro años lidiando con su enfermedad en el Hospital Británico, siguió con su admiración por Churchill, la acumulación de insignias llegadas de Europa, un álbum de filatelia, los encuentros con amigos, Ducilo el trabajo sanador, la boda…

 

"Si me llaman voy a tener que ir", argumentó a Dora/Dori a semanas del casamiento, pensando si Hitler se expandía y además en el necesario respaldo a su padre heroico,  el mundo requería de sus servicios. Afortunadamente, la eximición de responsabilidades le sirvió para seguir con batallas más ordinarias y cotidianas: ser padre de dos muchachas y buscar una nueva vivienda. En realidad con la llegada de la primera, su madre les dio un ultimátum a los tortolitos convivientes para que encuentren un lugar mejor y la cosa no pase a mayores.

 

Además de esto, Stanley supo cosechar afectos varios y hacer del vínculo de sus contemporáneos casi una familia extendida. En su recuerdo y el de otros, las jornadas de buen comer y beber, entre risas y polémicas, reflejan un momento único con Ranelagh como escenario.

 

Entre arboledas, humo y alcohol, en el ideal de mis supuestos, oigo acentos tónicos y pentámetros yámbicos colándose durante la preparación de mollejas y su especialidad, los entrelazados chinchulines. La receta incluye acotaciones soeces de David (bah, zarpadas en criollo) su amigo y corrección de la pareja de éste, Peggy, matrimonio nada convencional que encarnaron como ningunos el modelo yin yang.

 


El desbocado e inventor se luce con su ukele, gin Tonic mediante y el sonido se expande en la velada que incluye a Pompy y Martha (padres de Andrea y Ana), Osvaldo y Mary, el peluquero alemán Roger (que a diferencia de mi suegro, superó o bordeó los cien años), más los primos del inglés, Lali y Gabriela, correteando o intentando entender qué es eso que tanto los hace reír y gritar a los grandes en esa noche de humedad y bruma donde la noción del tiempo se quedó afuera de la fiesta.

 

Gran asador, jardinero, experto en solitarios y en sostener el largo de la ceniza casi al mismo nivel del pucho original (es decir, antes de encenderse), descubrí tal virtud cuando Len vivía solo. Dora se había separado-mudado con Gabriela a Quilmes y Lali ya había formado su familia hace tiempo. En la visita a su primera casa, pude apenas balbucear incoherencias, en relación con mi inglés, sólo para empatizar y a la vez intentar de descifrar al émulo de mayordomo del Rey, que la vida refrendó como potencial suegro.

 

Mi ex catolicismo, sumado a la pretensión progre-peronista devinieron en breves chicanas para el sajón que, según recordó, se entristeció cuando supo de la guerra de Malvinas "no saben en qué lío se meten" predijo consciente del poderío de sus ancestros, aun habiendo nacido en estas tierras. Igual no se equivocó.

 

A medida que conversaba con él,  uno que ya idolatraba padres ajenos, sumado a la  sintonía compartida de haber perdido nuestros respectivos, fui valorando al tipo que a los golpes asumió su intempestiva soltería de más grande, daba clases de inglés particular y escolar una vez por semana y podía hacer fiaca sin culpas ni presiones.

As comprendí que Len se alimentaba de cigarros y cafés mucho antes de que la vanguardia vernácula celebrara el libro de Paul Auster, su película y los cortos de Jarmusch.

 


Por supuesto que las cosas no estaban tan cómodas por entonces, pero quien haya recorrido el conurbano o ahora renombrado AMBA sin inconvenientes, sabe del valor de la supervivencia por esto lares y es capaz hasta de reflotar los encantos del Roca, a pesar de todo.

Paradojas del destino, quien vivió su matrimonio de modo sedentario, con el correr de los años, devino en el aventurero que supuse. Una fugaz pareja más joven que casi le cuesta la vida, dos o tres mudanzas que lo acercaron a su ex (sólo en el sentido geográfico de la parada) y una estadía difícil en Palmira Uruguay, con la esperanza de que "siente cabeza" o al menos "haga un digno mango con todo lo que sabe de inglés", acrecentó el currículum de este jubilado tempranero condicionado por su salud, sobreviviente de sus pesares. De todos modos y a ritmo constante, Stanley entre las religiosas aspirinas diarias, el humo y la cafeína, continuó alimentando su úlcera asesina.

 


Hombre duro y terco igual que rabiosa y repetida pronunciación hasta lograr hacerla efectiva, vi en su postura un halo de necedad que, por momentos, creí pudo haberle jugado en su contra o simplemente representar aquella cerradura predestinada.

Ahora en mi flamante rol de sexagenario puedo comprenderlo pero todavía quiero creer que no son los años los que te vuelven más tozudo. Quizás sí los fracasos. Por ahí estoy equivocado, mi hija ya me tildó de "viejo amargado", esta semana. Bienvenida la terquedad a mi existencia. ¿Dónde estarán las putas llaves?

Pero cuando pienso en Len desde lo físico y mental, en esta falsa percepción de volver a recordar a los parientes y que la memoria me los devuelva viejos, cuando entiendo que mi juventud transitaba cual normalidad, los recuerdos me llevan a revisar mis sensaciones sobre aquella falsa dicotomía entre "frescura y madurez". Trampa infantil acerca del “nosotros y ellos”.

Después de una infección, con poco más de sesenta años, el hombre volvió a Buenos Aires de la mano de Peggy-David quienes lo hospedaron por un tiempo, buscando su recuperación. Un mes paró en casa cuando el menemismo se alimentaba de nuestros falsos ahorros y proyectos. Por entonces, su pasatiempo “madrugón”, jugar al solitario, me ofendía. "Tiene que poder hacer algo más", reclamaba para mis adentros a ese chico grande de flequillo y dedos amarillentos.

Una noche discutimos, tras un Boca - Independiente. Yo siempre (hasta hoy) de calentura fácil, entré y no sé qué pavada nos gritamos. Por experiencia de mi madre en la casa donde hoy resido, sabía que la convivencia con suegros/as nunca es recomendable.

Cerca de acá (Berazategui) surgió una eventual solución. El departamento de su fallecido amigo Pompy fue el último refugio  de la ¿quinta? mudanza en ocho años.

Por entonces mientras nosotros seguíamos en Sarandí, mi abuela vivía a tres cuadras.  El hada madrina del barrio El Relámpago, antes de pisar los noventa, comenzó a cocinarle a Barker durante un mes, creo, resucitándole sabores y apetito.

 


En marzo de no sé de qué año, una noche fuimos los cuatro a parrilla de Supisciche en Sarandí. Gabriela, mi abuela Dora, yo y Len. Comimos rico y nos reímos. Incomparable pensar los eucaliptus lindantes al golf ranelaghense y a las jornadas de scotch y barbacoas, con el grisáceo viaducto, aunque esa noche no tuvo nada que envidiarle.

Ni sé cómo volvieron mi abuela y Stanley a sus respectivos aposentos en la Ciudad del Vidrio, pero se las ingeniaron. Unas semanas más tarde, el cuerpo de Len (o la cabeza) seguramente impulsado por la nicotina y el carbonato de sodio, se paró.

 

Por momentos creo que el final se precipitó unos años antes después de que Gabriela y yo no pudimos cumplir con su pedido de cruzar desde Rianxo a Kent, el pueblo de dónde creíamos, era oriundo su viejo. “No nos dio la guita”, nos excusamos. Él tenía la ilusión de que pudiéramos encontrar alguna señal, un indicio de esa respuesta que el fin de la guerra interrumpió acerca del destino de su viejo.

 

"No pregunte más", había sido el telegrama oficial que décadas pasadas recibió su  madre Mary Hellen cuando Stanley era un nene de primeros palotes y soldaditos. Las facilidades de internet, más la garra de Ana (hija de Pompy y Marta) nos permitió confirmar que Frederick Barker falleció en Inglaterra en 1985, poco menos de diez años antes que mi suegro. Como sé que el pasado siempre viene a decirnos algo más, celebré el espíritu investigador para decodificar una madeja carente del primer hilo y por el momento del sentido sobre esa búsqueda.

Acaso tan ridículo como el falso homenaje de noventa años para quien se murió chiquicientos días antes sin conocer a sus nietos, ni resolver el entuerto de su único héroe aviador. Frederick también había trabajado como administrativo.


El legado incluye medallas (de dudosa procedencia, entiendo), más el obsesivo cuidado de sus estampillas. Algunas frases hechas “No news, good news”, la voz entonando Jack and Jill, más las alusiones al gin-tonic. Y por supuesto la pícara sonrisa del que no dice, pero si no todas, supo abrir unas cuentas puertas.      


miércoles, marzo 20, 2024

"Es importante tener una relación autocrítica con los errores"

Ginebra, 20 mar (EFE).- El papa Francisco considera que hay que saber tener una relación autocrítica con los errores, entender los deslices que uno puede cometer y saber sobreponerse a la tentación de la omnipotencia, según comentó en una entrevista con la Televisión Pública Suiza difundida este miércoles en su versión integral.

"Cuanto más poder tiene una persona (más) corre el peligro de no entender los deslices que comete. Es importante tener una relación autocrítica con los errores, con los deslices", señaló.

"Cuando una persona se siente segura de si misma, porque tiene poder, porque sabe moverse en el mundo del trabajo, de las finanzas, tiene la tentación de olvidar que un día estará mendigando, mendigando juventud, mendigando salud, mendigando vida. Es un poco la tentación de la omnipotencia", recalcó en su reflexión.

En un comentario muy personal, el pontífice recordó que cuando se vistió de blanco por primera vez tras su elección, el 13 de marzo de 2013, no pensó en lo que representaba ese atuendo para el mundo que lo estaba observando desde todas partes del mundo y que veía en este color un símbolo de pureza y luz.

Relató que lo que pensaba era que se trataba de algo terrible, porque "el blanco atrae las manchas" y casi solo pensaba en eso, haciendo un paralelo con el hecho de que las manchas "se ven más en aquellos que están llamados a dar testimonio de las cosas buenas".

"Como un sacerdote, un obispo.Parece que estas personas no deberían tener manchas. Pero todos somos pecadores. Y si alguien dice que no lo es, se equivoca", ha recalcado, en la entrevista, de la cual la Televisión Pública Suiza difundió el pasado día 9 un extracto que causó gran revuelo por sus comentarios sobre el "coraje de la bandera blanca" en Ucrania.

El papa defendió en esa parte de la entrevista la valentía que representa negociar para lograr el fin de un conflicto.

El secretario de Estado vaticano, el cardenal Pietro Parolin, matizó luego esas declaraciones en al señalar que "el llamamiento del pontífice es a que se creen las condiciones para una solución diplomática en busca de una paz justa y duradera". 

lunes, diciembre 18, 2023

Anticuerpos


 

xxx

"Ya fue todo", dice sin creérselo demasiado porque sabe en realidad que esto es el principio "de tiempos interesantes", parafraseando a la fatídica maldición china: "Ojalá te veas arrastrado por la espiral de acontecimientos que te toque vivir y no tengas ni un segundo de paz." Clarísimo. 

"No sé negro. Toda la semana me esfuerzo por esquivar pensar sobre lo que se viene, pero de golpe me veo sugiriendo "hacer silencio, perfil bajo". El otro día vino el pibe de la biblioteca con lágrimas en los ojos y me dice "tengo dos hermanos desaparecidos, ¿cómo van a pensar que todos los que se llevaron ponían bombas? Eran repibes", me describió destrozado. Días de rogar clemencia frente a tiktokeros desatados.

Ayer mientras una tipa compraba verdura, hablando de si misma casi canchera tiró: "porque yo soy donante". Fue automático, me miré con otra vieja, quien sabia le sugirió: "mejor dígalo en voz baja". Cautela frente a lo que viene.

Mientras tanto, no hay caso, o se escribe de corrido como enseña el ChatOpenAI o así, en grageas. 

Medio inconexo y cuasi bajón. 

En algunas circunstancias lo veo a Walsh justificando el abandono de la lapicera por cuestiones de fuerza mayor. ¿Cómo priorizar un cuento o un artículo de investigación si te mataron a tu piba?. 

Y más allá de su experiencia o lo extremo ¿para quién escribir hoy? 

¿Alguien en la sala con ganas de leer a potenciales invisibilizados? 

Especulemos un poco ¿por qué se escribe? 

- Para no olvidar, tiraba Alan Pauls

- Para respirar, soltaría alguien más romántico.

- Para morfar, sería seguro el argumento de Burgess


Yo en el umbral de los sesenta añitos ya sé que no tengo el linaje que me acerque a tales argumentaciones. Los árboles me salieron torcidos, los hijos exacerbando desemejanzas y los libros siguen sin ser escritos.




En todo caso, más que la gimnasia la cosa pasa por qué decir. ¿Qué valdría la pena refrendar un dieciocho de diciembre, post temporal, luego del Javo rambo en Bahía? 

Pausa de catarsis: la semana pasada, después de la panzada de anuncios de Toto Caputo y sus medidas asesinas, asomó Milei con anteojito de Harry Potter llevándole calma a los privados. Siempre priorizando look para enfatizar contenidos dañinos. Él y los miembros de su Arca.

Hoy la divorciada de Rago desde su ministerio Capital Humano (ah el Capital, siempre el Capital) recuperó aquel principio menemista "Ramal que para, ramal que cierra" transpolándolo a los planes. "Planero que corta, planero que no cobra".



Y yo quisiera que algún verano fuera con ese halo de magia estilo Favio cual "fuiste mía". Hace varios meses encontré una postal de mi viejo a mis abuelos de sus primeras vacaciones peronistas, celebrando su estadia en Córdoba. Se ve que era pibe y contaba con entusiasmo su viaje iniciático. 

Bueno, yo quisiera que los veranos recuperasen esa alegría.

Alegría, cómo les jode la alegría. La que no está en los planes de nadie. La de los brutos. Román está feliz y Macri, gato.

Hoy se celebra Qatar y la Tercera y en 24 o 36 horas, serán los cinco millones de argentinos en la calle. Cuanta mierda pasó para sólo 365 días. De hecho en casa nos preguntábamos ¿Qué nos deparará el 18 de diciembre del 2024? Tengo miedo nene.



Y en esto de escribir porque me place digo que Messi y la selección fueron cagones. No incomodaron al jefe en las sombras y ningunearon a Alberto. Yo los acuso por su falta de compromiso político. Hasta el Pato Fillol frente a Videla fue más honorable y tuvo un gesto, sin eludir el lógico protocolo de estar ante la presidencia y mostrar cierto rechazo (cuentan que el arquero le negó el saludo) Supongamos que no fue así. ¿Pero esquivar la Rosada después de ganar? Eso no se hace Leo. Macho sos Messi. Y no quisiste quilombos. 

Por eso también se lo extraña al Diego. Por comprender. Por tomar partido, siempre de la vereda de los desafortunados. ¿Qué hacemos enano con los pibes de Malvinas ahora que sos socio-empleado de Beckham? y seguís únicamente a Mauri entre los políticos argentinos?

Bueno, ya está la descarga (ni literaria). Del Kun qué decir, si hasta coincide con el financiamiento libertario.  


Mientras tanto a recorrer las calles. A repensar las preguntas. A no sobreexponer el pellejo (tampoco ser ingenuo o tonto y dejarse fajar al pedo) A escuchar historias, titubeos, a valorar a los nuestros. Ojo, sin grandilocuencias.

Y por qué no quizás, soñarse en una playa.    

domingo, septiembre 03, 2023

Sumergido en modo termo


    Buenas noches, doy descanso a mis pretensiones aspiracionales pseudoeducativas y me embalo en esta pausa al sentimiento dominante que gobierna mis emociones desde hace algunas semanas.


Yo no sé, si será la irrefrenable inflación, el bajón Milei, la meseta laboral o los cada vez más esporádicos reencuentros con los afectos. Aunque probablemente también tengan que ver los escuetos diálogos familiares, las rabias por los síntomas de insalubridad y sus consecuentes remedios costosos y prepagánicos. 


En síntesis y en definitiva, sólo la pasión roja me saca de eje para transportarme en un peligroso pero necesario mundo paralelo.



A esto hay que agregar la gracia de haber encontrado aliados en tal sentido como son los coequipers de 'Será siempre Independiente', programa radial que oficia de ilusión adolescente a la búsqueda de retomar un aire ganador cada vez más escaso.


Y sí, acá ando, sumergido en modo termo. Miro la tabla, reconvierto al Apache en un símil héroe sanmartiniano, me escribo con colegas más cultos y enteros que adoran al Rojo, pero a quienes se los lee más sensatos al momento de reflexionar. Sigo programas partidarios, ya no me peleó tanto con los empleados de Víctor Blanco, ni otros exponentes de la contra (léase Larreta o Máximo), bastante tenemos con los "nuestros" (bah, yo a Grindetti y a Doman no los voté), los PRO dan la misma vergüenza que los camioneros. 


Pero hablemos de fútbol. Si se puede. Desandada la mochila del Ruso, volví a la cancha un domingo y lo vi ganador con el penal - placebo para enemigos mediáticos. 


Y  no hay caso, llevo semanas paseando el libro de la exótica Ottessa Moshfegh 'La muerte en sus manos' y no logro acabar la veintena de páginas que me faltan. Algo similar me ocurre con 'Un paseo por el bosque' de Bill Bryson (acá me faltarán unas 60, pero lo arranqué antes). Y en la lista de espera también conservo en la mesa de luz 'El funcionamiento general del mundo' de Sacheri y 'De algo hay que morir', del amigo Alejandro Seta. Lo bueno de amucharlos es que me obliga a alejar el celular del momento de reposo.



Tampoco la música alcanza para apoderarse de mi atención. A duras penas el descubrimiento semanal de Spotify me pasea como el 98 tres verde, para marearme con sus ofertas algorítmicas. Se ve que todavía no logra sacarme las fichas.


Series poco y nada. Parece que el idilio Better Call Saul, MadMen, Billions, no volverá jamás.


Incluso la mesa de Corrientes y Callao sigue en pausa. Es evidente que hay pánico por debatir el presente político. Comer arafue mata  ambición intelectual. Además de que a los pares generacionales, el trajín pre y pos pandemia, nos pasó facturas varias.


Entonces, sigo ¿cómo no ilusionarse con el irresponsable de Carlitos, cuando éste decide abandonar el bobón 'esto es boo' para emprender con nosotros la aventura de escapar del fondo y volver a coronarnos?


¿Cómo no aplaudir a Matías 'Pin9 (como lo llaman dentro del plantel al agraciado nasal)' Giménez Rojas con semejantes goles victoriosos? ¿Hay algo mejor que celebrar el regreso del sacrificado Fede Mancuello y ensalzar su figura cual antítesis del aburguesado Kunero? 



Y así está el debate por el mercado de pases, las llegadas y salidas, los interrogantes con el aspirante a crack de Arsenal que se calzó la del Bocha sin pedir permiso. O también la reacción desmesurada a la que nos invitan las flamantes vacaciones adelantadas por el presidente de Independiente para que ¿goce? de una merecida luna de miel, después de licenciarse de Lanús primero, del Rojo después por su sueño de gobernador. En la hipotética tarea de cometer barbaridades el mundo de Néstor se esmera por superar a un diminuto Doman. Esa es toda de los votantes amarillos que tenemos adentro.


Igual los enojos son motivacionales y no se ajustan a un solo frente político. Ya vimos a los bobotes de C5N con Brancatelli a la cabeza, burlarse de una nena que hizo pública su voluntad por usar los ahorros a favor de la colecta de Maratea que, mérito a los socios, nos despegó de lo más profundo de nuestro infierno financiero.


Bueno, está todo dicho. Modo termo, termo submarino, subterráneo. Termo para pelear, para alternar cábalas o abandonarlas. Termo para repensar canciones de hinchadas, termo para volver a laburar por el dial y pensar en "un algo más" que supere las reglas del  juego. Al mero orgullo rojo, que ayude a pensar, a entender esta voluntad no de volver a ser, si no de intentar ser mejor en este baile.


Catarsis de amargo, que le dicen.




jueves, agosto 24, 2023

Confin vs Digital



Significa confín. Sí, la palabra Chilecito. Así como lo leen. Un límite, un punto distante pero no cualquiera, el más lejano posible. "El confín del mundo" reza la lengua aymara, que también traduce a la segunda ciudad riojana como la zona alta, asociándola a la palabra Chile o "de color rojo", según revela su otra definición.


Ahí (aquí) estoy. Primer día para el inicio de maratónica convocatoria de decenas de alumnos y docentes de la Redcom Nacional, prestos todos a asumir la importancia o el sentido de compartir hipótesis diversas referidas a la noción de comunicar. 

Suspendamos por un rato geografía x aula. Doscientas cicuenta son las ponencias exhibidas en un perdido excel, en contraste a las realzadas mesas de debate, los conferencistas y las presentaciones de libros. 

Sí, en la academia también hay marquesinas. 

El arranque de Natalia Aruguete en la primera sede, revaloriza la primera jornada. Lo mismo que la muestra fotográfica de ARGRA recorriendo los 40 años de democracia. A Washington Uranga le toca el auditorio, mientras lxs pibxs de todo el país que llegaron para acompañar a los disertantes, les dan aliento a sus coterráneos o intentan relajarlos. 



Otros se reparten entre pasillos o sencillamente gozan de la calma del parque universitario, cobijados por el relieve silencioso del Famatina.  

 

Fake news, influencers y la vedette del presente (inteligencia artificial), liderarán una agenda imaginaria que va de esta ciudad a los 200 kilómetros que la separan de La Rioja, donde se desarrollarán dos jornadas más. 

En tanto yo me cuelo en un aula dedicada a la comunicación comunitaria. No soy el único cuasisexagenario (bah, o si) Aclaración: la RedCom separó las ponencias con distintos criterios, hay temas que aluden a la comunicación política, otras al área digital, a la cultura, educación etc y en cada una, de 8 a 12 personas desarrollan sus investigaciones para la eventual audiencia. Aunque las reglas lo exijan, faltarán devoluciones y calificaciones. Valiente es el que se presenta. O como cita la frase de moda: "El que tiene  miedo de vivir que no nazca".








Amuchadxs una treintena de jóvenes se preparan para sendas muestras de pdfs y relatos que permitan explicar la razón de ser de sus exhibiciones. Coordinada por colega experta en enseñanza,  atrevidos, en grupo o solitarios arrancan con diferentes trabajos. 

Una dupla tucumana cuenta la estrategia aplicada en una radio hecha por reclusos. Se valora por igual la audacia como la rigurosidad en la tarea y, por supuesto, la cosecha.

Otras eligen el resarmiento mediático para aquellas víctimas de la dictadura en San Luis, consideradas en su momento por las crónicas policiales como  "guerrilleros" o "delincuentes". 

El fallo realzado este año por 'Argentina 1985' y hoy dilatado por el súbito espíritu libertario -según las potenciales tesistas- obliga a los periódicos de esa provincia a una rectificación sobre lo dicho. Mientras se espera algo más que una fe de erratas, las protagonistas de esta investigación crearon una publicación contando la historia de los asesinados o desaparecidos.     

Entre tanto, un flaco relata los sinsabores de combinar la formación universitaria con el territorio, otra (docente) suma  nueva experiencia radial, otra sigue con 'Artecorreo' y un pibe con hinchada propia, pela un Gramsci para dummies...haberlo comprendido de joven, pienso yéndome allá lejos.

Salgo con la jauría, los veo sin razón como si calzaran guardapolvos blancos. Escucho al referente de los fotógrafos sobre la muestra que atraviesa la UNDEC (Univ de Chilecito) y me pesa la fortuna del solitario testigo de tal recorrido en cuarenta años. 



Si alguien me preguntase temería sonar mitómano. Pero no hay camelo todo lo que viví es de verdad. Trabajé con Cabezas en Semanario, cubrí el levantamiento carapintada, muchos años antes, aproveché la rara invitación de la revista Humor para asistir a uno de los juicios de las juntas (sí, ya lo conté x acá), conocí a Daniel López, primer presidente de la Redcom cuando cursar me obligaba a hacer silencio (ignorancia congela rebeldía) y al Diego lo vi por primera vez (yo como modesto cronista) en su boda de civil en la calle Uruguay y más tarde en la de Guillote, pero en el Cielo. Hasta mi vecina de Bera, artista plástica actual secretaria de cultura en Quilmes, figura como referente del Correo artístico. 

Acá lejos todo confluye como diciéndome algo.

Per ¿a quién le importa toda esta guinda? 

¡A uno, seguro! "Escribir pa no olvidar", como dice don Alan Pauls. 

Salgo. El cielo se abre y me adelanta su hipnótica inmensidad que hará de mi estadia una gratificación impensada. Me pregunto cómo haré para viajar hasta Rioja Capital donde sigue la cuestión. Equivoqué la logística. Habrá que ver de madrugada un bondi que me traslade a tiempo. Afortunadamente, universitaria cordobesa residente en Chilecito comparte su tesis sobre Memes, pero también su notable generosidad: suma un asiento en micro para los lugareños y ofrece chance de hostería accesible que administra su hija, cerca de la UNLAR (sí la U de la yioja)

Al final de la jornada, se duerme como se puede

Amague de repaso de lo que debería ser una digna disertación. Resigno morfi y reviso compus. Hablaré del fenómeno de los tatuajes en cara y cuello, de la reconversión de Flor Peña "por culpa" de su extimidad y en comunicación política, sumo un trabajo acerca de la campaña de Ofelia en 2019. 

Sí, me pasé de canchero. 

Zafé de pagar (todos los ponentes deben poner los morlaco$$) 



Ahí están las dudas de una audacia endeble. ¿no sería más cómodo continuar con la estela del periodismo hasta que lo dicte el ANSES? 

Quien sabe. Igual vine con preguntas. 

Lo digital. Los algoritmos, el copy paste robótico (ypiti). Veremos cómo sigue. (continuará...) 



    



    


domingo, julio 30, 2023

Respiro Riojano


¿Cuál sería el aire riojano? ¿Cómo hacemos para despegar tal adjetivo quienes nos gestamos a la vera del turco magnético? No es mi propósito bucear los años mozos del menemismo ni este el momento de intentar nuevas reflexiones delirantes (al menos en tal sentido) respecto del quehacer nacional. 

Aquí estoy en una cómoda posada que tiene un limonero cincuentón de testigo. Ahora algo más descansado después de 18 horas de bondi y un par de largas caminatas, antes del encuentro nacional  de comunicación al que me aventuré medio inconsciente, según los tiempos que corren. Es decir una propuesta académica, sin experiencia ni respaldo universitario, salvo el aliento de profesora motivacional. Ni un mango extra, ni mini luna de miel, ni viáticos sustanciosos.

Con toda esta aburrida queja, qué contar. Encima después de mi torpeza para conseguir lugar, entre dormido y gastado, subo la larga escalinata del Cristo chiletisense, inmenso en modo Río, mientras por mi cabeza se hilvanan los primeros prejuicios. Vista y atmósfera recomendable. Eso sí.

¿Por qué prejuicios? ¿Qué representa un forastero, sino un medidor desconfiado de las fuerzas del lugar también equidistantes en las dudas respecto de este sujeto que viene a merodear la zona vaya a saber con qué propósitos? Mejor hablemos de la propia percepción, en lugar de tanto indagar al pedo. Temores, desconfianza, cuestionamientos por una estadía en una ciudad que te traslada a un pasado, símil de lugares encaminados al olvido. Ese cuco llamado raíces que la globalización se obstina por desdibujarlas, a través de sus encombiables aportes.



Los comercios antiguos y pintorescos, las calles semidesiertas con lógica de domingo y encima ¡el último de las vacaciones de invierno! Las motos de pibes en “modo busca”, las huellas que aluden al estereotipado estilo de la miseria, conlleva a una idea más de resistencia del tipo urbano. Al final dudar del propio viaje a instancias de preferir quedarse entre los fantasmas familiares conocidos.

Pero no. Nada de eso. Fuera la mochila conocida. Hay dos lugares para comer comida árabe “el jeque” y “George con su carta libanesa”. Antes hay dos tipos en la plaza principal preparando  tableros de ajedrez para unas supuestas competencias simultáneas que a mi pronto regreso, desaparecerán más rápido de lo previsto.


Y están las sierras omniscientes, latentes. De un lado al otro. Unas detrás del Redentor y otras de frente, cortejando a Famatina y sus nieves eternas.

Hay calles laargas que agrandan al sol y sus injerencias. Hay pibes deambulando. El tono, pausado pero musical se celebra. Con las mujeres que hablan sucede lo mismo. Camino después de comer pipón y todavía con resaca. “Ya sé, voy a la Universidad de Chilecito”, me digo buscando un motivo digestivo y con la voluntad de “tener que aprovechar el tiempo. El momento”. La facultad no está tan cerca y suena a delirio, más en domingo. 

Por un rato me pierdo por las avenidas de siempre, las nuestras: San Martín, Perón, Evita (más corta), hay también una Libertad, otra Illia y hasta está la Calle Pública (sí se llama así). Y en ese vaivén, me decido por el Museo del Cable Carril.


Son cinco kilómetros pero ya está hecho. Famatina cuyo nombre original es aymará y no recuerdo pero tiene que ver con la “madre de todos los metales”. Sigue ahí cerca y expectante, hacia ella me dirijo hasta chocar la vista con esqueleto de hierro y madera, lugar de recepción del oro, la plata y el cobre, según me contará Silvina, en el Museo del Minero.

¿Va a querer con guía? Consulta la joven robusta a este paracaidista a cuya charla luego se sumará un matrimonio atraído con sus relatos.




Y vamos. Fotos, herramientas del 900 (el cable carril se hizo entre 1902 y 1904), concesión ganada por una empresa alemana, cuyo acuerdo estuvo garantizado por cien años, confirma Silvina (lo que llevaría a hacerla arrancar un ratito cumplida esa fecha, para ratificar la veracidad de la entidad germana). En el medio, detalles no menos importantes como los 1600 obreros que trabajaron en este proyecto que acabó con el 60 por ciento de ellos, pero la decisión de Joaquín Víctor González – la guía revelará y refrescará en más de una oportunidad, la misteriosa y siempre refrendada V del funcionario- servirá para que se empiecen a respetar los derechos y la organización de los trabajadores. 




“Había hecho un seguimiento con un médico que confirmó las dificultades de su salud, por lo que concluyó la tarea minera como ‘trabajo esclavo’”, nos explica la muchacha. Chilecito además tuvo el primer teléfono (hay uno en sofisticada caja para transportar, otro en una suerte de cartera de cuero), otro desarrollo alemán en el país. Aunque luego la explotación de la alta sierra seguiría en manos inglesas. 

El sistema del Cable Carril de la Mina La Mejicana, según se conoce, reemplazó a las mulas (apenas transportaban 160 kilos en 7 días, contra los 400 de las vagonetas, en un par de horas) y se extendió en nueve estaciones que permitían el traslado de las extracciones hasta el ferrocarril, de ahí al puerto de Rosario y luego…su ruta.

Duró hasta 1927 y en esta suerte de recolección de herramientas, de proezas y frustraciones, surge un interrogante vías wsp: “¿Viste el agujero del cerro para hacer el túnel y ahorrarte 100 km que nunca se hizo?”, me pregunta Cappiello en este instante mientras escribo, con la insólita empatía de frustrarnos con los proyectos perdidos. Es la amistad estúpido (lugar común: Clinton voice and the economic, changing for brothers in arms).

Además de una llave francesa grande y desproporcionada, hay un par de Remington de película, un manual de fotos testimoniales de Max Cooder (quería compartirlo por acá pero no lo encontré) que son geniales para comprender y contemplar el momento. Por supuesto también hay piedras, cables pesados, promesas de reformular el lugar como patrimonio de la humanidad y aspirantes a retornar la explotación. “Todas extranjeras, pero ahora quieren la explotación a cielo abierto y eso no sólo afectaría al aire, sino también al agua. El agua que viene de las nieves eternas”, cierra la guía concreta.



“La Argentina pre democrática”, cita otra vez Capi en línea. Y justamente esa fue la impresión que fui masticando al retornar en la Ruta 40 (acá Perón) semidesierta en modo nuestra Calchaquí conurbana. Esta belleza inaudita que recorro, sobreviviente al tiempo y cuya evolución estaría sujeta a las manos mágicas extranjeras sostiene una lógica que, por supuesto, no logrará develarse en tres mil y picos caracteres. 

Porque no nos dio el cuero ni en el 1900, ni en el 2023 para autogenerarnos, autoabastecernos. Me quedó algo de Silvina cuando mostró la caja fuerte y contó cómo se crearon los hornos también en la montaña para que el oro fuese explotado arriba directamente. “Acá quedaban los lingotes y nosotros después les enviábamos a los ingleses el dinero por esos lingotes”. Eso no era cosa de los explotados en las minas, si no de quienes gobernaban entonces. Unos vivos bárbaros.

Regreso más rápido. Pasó la hora de la siesta pero habría que honrarla. Vengo con una tesis sobre tatuajes en el cuello y el rostro y temo que esté más cercano al mundo urbano que a las huestes dominadas por Famatina. La voz de Becerra primero y L-Gante resonando en la calle, más un par de oriundos con sendos adornos corporales me cierran el pico. 



Por último veo grafitis y lanzo otro reproche al aire acerca de las consignas creativas que emulábamos en el 68 o a la vuelta democrática por estos garabatos indescifrables que me hacen cabrear. De viejo choto nomás. Entonces acá, lejos de todo, solitario pero extrañando, rescato el garabato como la mano torpe que dejó de escribir o dibujar por el celular. 

Como si empezara de nuevo. 

Si los tatuajes sirven para adornarnos y expresar lo que somos (por decir algo), los garabatos manifiestan la extensión de nuestros jóvenes balbuceantes. Como las manos liberadas del teclado, del sino digital. Palotes de hoy, quizás necesarios, pero en paredes blanquecinas.

O en todo caso es uno el que no entiende nada. Si no, ¿cómo explicás desde lo racional esta visita riojana?  




miércoles, julio 05, 2023

Van Dijck en Sarandí




Un martes cualquiera. Salgo del diario con la amenaza de lluvia afectando mi caminata hasta la estación. Escasas gotas kurosawa (de las pesadas que recreaba el japonés en su película) me dan la suficiente confianza como para aprovechar el recorrido y seguir escuchando la charla de José Van Dijck, que suspendí a la hora del trabajo.

 

No, no se trata del central del Liverpool, ni ningún DJ que se precie. La holandesa (sí LA) lleva algunos años sacando a la luz los chanchullos de GAFA (Google, Apple, Facebook y Amazon) especialmente en cuestiones que estos saben de manera eficaz disimular (o encanutarse). 

 

Deje atrás, en redacción, no sé qué bardo con Cozcu y Néstor en Bloque, tema crucial para los portales de espectáculos que en el papel consideramos de manera austera, pero que "hay que dar" por vaya a saber qué motor de interés para la sección. Antes de salir, me llevo el rollo de los periódicos del día de dónde rescataré la columna de la contra de Fresán de los martes y no mucho más. Quizás sirva para protegerme ante el inminente chaparrón.

 


Hay, por supuesto, veredas flojas y zanjas ensanchadas a partir de la breve lluvia de la tarde. Pero ahora es de noche. No me apuro por el tren y las luces proyectadas en la humedad de las calles otorgan una necesaria belleza, suficiente como para desmitificar el promocionado pánico con que se suele definir nuestro suburbio.

 

Temor debería darnos Facebook, asumo en consideración con lo que la señora cuenta vía YouTube respecto de sus naturales imposiciones, el modo en que labura con nuestros sesgos, la forma de controlar nuestros deseos y sentimientos y que ningún estado se lo tome en serio o cuente con la fortaleza necesaria para hacer algo al respecto.

 

Me entero, sin embargo, que en San Pablo uno de los curros emergentes de las redes sociales, Uber, fue allá por 2018 (acá en realidad, según la fecha de la conferencia que escucho) fue encorsetado o cuanto menos "conducido" a cumplir con ciertas normativas de gobierno. A saber: tarifas más económicas para quienes se dirijan a zonas más humildes y cierta obligatoriedad para mantener un equilibrio de parte de la empresa en tal sentido.

 

En síntesis: algún impuesto que, a sabiendas de "la proveedora de movilidad" se exime de hacerse del seguro, las cargas sociales, regule al menos un poco su crecimiento en consonancia con las características de esa ciudad.

 

Pero volvamos acá. Cerca del viaducto, José (VD) me cuenta que las benditas plataformas impusieron recursos y formas en todas las escuelas en general. Alguien en la sala pregunta sobre qué pueden hacer los maestros en tal sentido y no parece resurgir ninguna solución mágica a la vista. La investigadora propone que los padres acompañen a sus hijos en el recorrido que realicen dentro de las redes. Que estén al tanto, que no los abandonen. También destaca la necesidad de que la educación opere sobre los valores públicos. Complicado en una jornada de piquetes porteños, donde domina el interés vehicular por encima de las urgencias de la pobreza.

 


Casi al cierre de la charla, la oradora da una particular visión, austera quizás para definirla como esperanza.  "Debemos pensar que podemos mejorar al mundo todos nosotros, suena casi católico, bueno ustedes que tienen al Papa saben cómo es eso", se atreve y casi suena a broma.

 

Con la catarata de información, es evidente que los GAFA sí son monstruos grandes que pisan fuerte. Van Dijck habla de su falta de transparencia, cada vez que la justicia o algún gobierno les pide precisiones sobre su accionar. Rescata como tantos expertos en medios los conceptos de 'compartir' y 'megustear', desterrándolos de sus primeros fines nobles promovidos por Zuckerberg desde su esencia y con los que hoy subyacen otros propósitos.

 

 Cito textual "Los mecanismos y la arquitectura son muy opacos en cuanto a la manera que funcionan...Los ciudadanos de manera individual no tienen poder para enfrentarlos. Los gobiernos tienen una responsabilidad frente a estas plataformas, tienen que actualizar los marcos regulatorios. No saben cómo manejar los algoritmos, flujos de datos, integración vertical de plataformas...".

 


Por supuesto que me pierdo, siempre cuando me sucede esto pienso en acudir a los propios, los pares. Qué se yo, amigos con quienes compartir la incertidumbre de un conocimiento que parece esquivo. Después cuando lo domino, se impone el efecto contrario. Una suerte de Eureka que me lleva a pensar cómo compartir este saber. ¿Qué vamos a hacer si el control de los dominadores de datos, de la inteligencia artificial se apropia de esta atmósfera, de mis pasos?

 

Muchas preguntas refieren al contexto. ¿Qué sentido tienen hoy las casas decoradas como otros tiempos, con adornos, cuadros, fotos, muebles si hoy la vida gira o se expande a través del celular? Todo ocurre ahí adentro. Veo el culto al espíritu minimalista realzado por los adoradores tecnológicos o los futuramas y recuerdo a los parientes decorando su entorno con detalles. Precisamente, con recuerdos.

 

A la vez Van Dijck admite las dificultades de las regiones más aisladas. Martín Becerra, nuestro comunicador que oficia en la charla de anfitrión, asume a Latinoamérica como la más desplazada. Y me lleva a pensar el wifi como la llegada del tren al lugar más recóndito: La civilización. Esa que viene o va a lugares lejanos para vaciarla, ensoñar o reconvertir su paisaje en otra entelequia, una nueva quimera.

 

Más cerca, atravieso garabatos de la calle que lejos están de la sabiduría de cuevas, grafitis contestatarios o rebeliones estéticas. Algo así como firmas prepotentes infantiles. No hay dibujo, ni lenguaje.

 

Me saco la capucha y leo en el viaducto la última consigna de Ferraresi. Justamente me habla de futuro. Paso por Los tres ases y celebro no haberme tropezado ni empaparme demasiado las zapatillas que justamente lavé este fin de semana.

 

La larga escalinata de la estación conserva un charco each escalón. A diferencia de otros días, el andén está lleno de gente esperando. Transporte civilizador y económico.

 

De pronto una salvedad de la disertante me vuelve a los conflictos cotidianos de la relación redes y juventud. Y sí, el tema de los hijos post adolescentes no puede faltar en este viaje. Ellos, los nativos digitales, son los que se la saben lunga y uno escucha en silencio estoico, aquello que por momentos jode: como se encausan sus gustos, de qué modo las plataformas alivianan las miradas sobre referentes autoritarios y estigmatizan a "los nuestros". Ah y cuántas posibilidades infinitas otorga la magia del mercado.

 

Antes de la reflexión de cierre de José, surge la imagen de Galperín, nuestro Elon. El de Mercado libre, mercado pago. Me acuerdo de uno de sus últimos tuits de Uruguay, mofándose del gobierno nacional. Y es comprensible, ya está trabajando en su propia GAFA pero desde este lado del planeta. Nada que les joda tanto como pedirle transparencia, que paguen impuestos en correspondencia de su ganancia, que blanqueé los sueldos de sus empresarios, etc.

 


Me fui por las ramas, vuelvo con la eventual invitada a esta atmósfera bonaerense, se suma el estadio de Arsenal de fondo. (Arsenál, por supuesto, no Aársenal), aclara la mujer que no está (estuvo en realidad ubicándonos en la conferencia grabada) para acusar a las empresas. Y llama a la necesidad de actuar. Es aquí cuando se planta en relación a los usuarios.

 

"Muchos me plantean '¿Es tan conveniente saber?' 'A mí no me importa la privacidad', esto me pasa especialmente con los jóvenes. ¿Realmente no entienden o no les importa? Creo que lo último es peor que lo primero. Si uno no entiende, yo puedo explicar. Pero si no les importa, es un problema. Significa que no son conscientes de lo importante que son los valores públicos.

 

Ya cerrando, Van Djick explica que Facebook nunca se hizo cargo ni del bullying que surge en los recreos, ni de los suicidios, ni de la filmación de actos violentos. ¿De las fake news?...algo, a partir de la contratación de tres mil editores, aunque suena más lavado de imagen que otra cosa.

 

Miro alrededor y dos o tres pasajeros parecen enfrascados en wsp e instagram. Dejo atrás Sarandí y también la charla en cuestión. Oigo antes de bajar, un encuentro creado por una de las radios nuevas entre el libertario que cautivó a Cristina y la joven villera (ambos se definen así) que milita argentinidad pero se distancia de la Cámpora. Demasiados hashtags e identidades para comprender.

 

¿Qué harán los que vengan con los popes digitales?, me pregunto en relación del próximo gobierno. Sencillo, lo que los popes dispongan.

 

Ya paró la lluvia, como desde hace dos años, es puro amague. Afortunado para quien se jacta de olvidar sus paraguas. En la ciudad del vidrio me falta la espesura de la Avenida Mitre que dejé 15 o 20 kilómetros atrás. ¿Por dónde andará Van Dijck ahora?, indago, pero quedo en eso. Ni por asomo se me ocurriría colarme en google maps u otros recursos para intentar ubicarla.

 

Mucho menos esta noche.