domingo, septiembre 14, 2025

Privilegiados de la Década Tarada

 



En el ecosistema digital de Argentina, donde las opiniones se viralizan a velocidad luz, en voz baja, aunque de manera sostenida fue emergiendo el término de "década tarada" para describir el período de 2015 a 2025.

Nacido en las redes sociales alrededor de 2024, este concepto captura la frustración colectiva ante una sucesión de decisiones políticas erráticas, crisis económicas recurrentes y un sentido de estancamiento que fue permeándose la vida cotidiana.

No es un análisis académico formal, sino una expresión popular que refleja cómo la gobernabilidad fallida interactuó junto con profundos cambios en hábitos, costumbres y dinámicas sociales. Aquí una revisión de los siguientes ejes: la inestabilidad política y económica, la integración masiva de celulares y redes en lo cotidiano, y las transformaciones que han alterado el espíritu colectivo, como el auge del trabajo híbrido. Ahora, en septiembre de 2025, con el cierre de esta década, es momento de reflexionar sobre sus legados y lecciones.

La gobernabilidad durante estos diez años ha sido un carrusel de promesas incumplidas y ajustes drásticos, marcado por tres administraciones que, pese a sus diferencias ideológicas, han perpetuado ciclos de volatilidad.



El gobierno de Mauricio Macri (2015-2019) inició el período con un enfoque en la apertura económica y la atracción de inversiones, pero el endeudamiento externo escaló dramáticamente, alcanzando niveles récord que superaron los USD 300.000 millones acumulados desde 2002, con un pico significativo en esta etapa.

La inflación, heredada en torno al 27%, trepó al 56% anual para 2019, mientras la pobreza aumentó del 30% al 34% y el desempleo del 7% al 10%. Más de 23.000 empresas cerraron, y el recurso al FMI exacerbó la vulnerabilidad, dejando un legado de recesión que se etiquetó como el comienzo de la "década perdida" económica.

La administración de Alberto Fernández (2019-2023) enfrentó el desafío adicional de la pandemia de COVID-19, optando por políticas expansivas que incluyeron cuarentenas prolongadas. El gasto público alcanzó el 50% del PIB, el déficit fiscal el 15%, y la emisión monetaria impulsó la inflación hacia los tres dígitos. La pobreza escaló al 50%, afectando especialmente a menores (70%), y el salario mínimo se depreciaba a niveles equivalentes a USD 300 mensuales. Programas como el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) mitigaron impactos inmediatos, pero fomentaron un modelo asistencialista con hasta 20 millones de beneficiarios, erosionando incentivos laborales. Esta era profundizó la polarización política.




Bajo Javier Milei (desde 2023), el ajuste fiscal logró un superávit inédito y bajó la inflación de 211,4% a un proyectado 30% en 2025, con el PIB creciendo un 5,5% tras caídas iniciales. Sin embargo, la recesión devastó el mercado interno, con un consumo cayendo hasta 20% y 16.000 empresas cerradas, mientras la obra pública (1.400+ proyectos paralizados) y la inversión productiva brillan por su ausencia. El blanqueo de USD 20.000 millones y el aumento de importaciones desbalancean la economía, y un nuevo acuerdo con el FMI por USD 20.000 millones (2025) contradice promesas iniciales. La falta de políticas sociales –con recortes del 40% en programas sociales– agrava la pobreza (31,6% en 2025) y la desigualdad, mientras crecen las denuncias de coimas en contrataciones públicas, alimentando la percepción de una gestión "tarada" que prioriza lo financiero sobre lo social, en vísperas de las elecciones intermedias.



Paralelamente, esta década ha transformado hábitos y costumbres de los argentinos, impulsados por la omnipresencia de los celulares. En 2025, los argentinos dedican en promedio 8 horas y 44 minutos diarios al celular, principalmente navegando en internet, con 4 horas y 24 minutos enfocadas en redes sociales como Instagram, TikTok y X (antes Twitter), un aumento del 18% respecto a 2024. Esta integración refleja cómo el celular se ha vuelto central para comunicación, entretenimiento, trabajo y compras online, marcando un cambio cultural profundo en la rutina diaria.

Los chicos acceden a su primer celular antes de los 10 años, y el 80% usa redes sociales todos los días, lo que ha alterado dinámicas familiares y educativas, fomentando una cultura de inmediatez y exposición constante.

La crisis económica ha moldeado estos cambios: ante la pérdida de poder adquisitivo, los consumidores han recortado gastos en indumentaria y salidas, optando por compras online y promociones digitales, con un 93% reconociendo ajustes en hábitos de consumo. Eventos como el Hot Sale 2025 destacan cómo celulares facilitan búsquedas de moda, electrodomésticos y dispositivos, cambiando patrones de adquisición. Sin embargo, esta digitalización conlleva riesgos: aumento de la adicción a pantallas, desinformación viral y una erosión de interacciones cara a cara, exacerbada por la pandemia.



Estas evoluciones tecnológicas han catalizado transformaciones sociales más amplias, modificando el espíritu colectivo y las formas de encuentro.

El trabajo híbrido, acelerado por la cuarentena de 2020, fue consolidándose como norma en sectores urbanos,al punto de redefinir rutinas laborales, reduciendo tiempos de traslado, pero también elevando el aislamiento y la brecha digital en regiones rurales.

Socialmente, la polarización política –alimentada por algoritmos de redes que crean burbujas ideológicas– fue fracturando el sentido de comunidad, con debates que pasan de plazas a timelines, fomentando un 'espíritu colectivo' más fragmentado y reactivo.

En esta atmósfera tóxica, haters y trolls han proliferado: desde granjas organizadas en campañas (como las de Milei en 2023 o macristas en 2015, con bots generando 10% de tuits en debates clave) hasta retuits masivos de fake news (ej: videos deepfake de Macri en 2025 o #CoimasGate con 1,7M menciones negativas), que no solo distorsionan la gobernabilidad –promoviendo desconfianza y protestas virales– sino que invaden la vida ordinaria, con un 60% de usuarios expuestos a ciberacoso y ansiedad por el odio constante.



La resiliencia argentina, forjada en crisis, se manifiesta en adaptaciones como el trueque digital o comunidades online de apoyo mutuo, pero también en un cinismo creciente hacia instituciones, evidenciado en el uso de términos como 'década tarada' para procesar colectivamente el descontento. Acaso pensar la gobernabilidad como un valor a cuidar, puede ser el mejor horizonte para un horizonte cada vez más arduo e incierto.




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