"...y entonces me acordé que los únicos que podían devolverle a la humanidad el paraíso perdido eran los dioses de carne y hueso: Rockefeller, Morgan, Ford... y concebí un proyecto que puede aparecer fantástico a una mente mediocre... Vi que el callejón sin salida de la realidad social tenía una única salida... y era volver para atrás" (Discurso del astrólogo. Los Siete Locos).
Desde hace semanas vengo rumiando un
paralelismo mental que se resiste a quedar encajonado o dormido, acerca del
gobierno que nos toca.
Son tan arltianos todos sus integrantes,
primero con el pretencioso y falso Erdosain, Silvio o Balder de Javier. Pero también
por qué no pensar que las pieles de Karina, Sandrita, Mondino, Espert y los
Caputo cobijan con increíble similitud las fisonomías y mentalidad del Rengo,
la bizca, la coja, el astrólogo, Barsut o el Rufián Melancólico.
Afortunadamente, quien ya había hecho un
trabajo profundo a propósito del pensamiento de Robertito es Oscar Masotta que,
de modo indirecto y más allá de mi devoción por Lacan, resurgió en estos días,
a partir de sesiones terapéuticas, lecturas accidentales e incidentales acerca
de la amante del analista, abordada por María Gainza en La luz Negra.
Al psicoanalista, crítico de arte y
semiólogo, de la revista Contorno y textos como Pop Art o Happening, me lo
crucé en un texto breve que supe leer distraídamente, a propósito de Arlt vía
PDF (formato poco amable para
profundizar), estaría cerrando el círculo de mi maldita presunción sobre la
filosofía libertaria y sus secuaces.
En 'Sexo y traición en Roberto Arlt', don
Oscar dice cosas de este tipo.
"Rápido, un crimen que me caigo al
vacío", emulando una frase de Rimbaud. Díganme si no es nuestro leoncito,
buscando instalar agenda diaria que ayude a saciar esa sed que tanto le
preocupa por no generar nada.
También quien desmenuza al mentor de las
Aguafuertes, para ubicarlo en un lugar más antipático para quienes somos
devotos, destaca:
"Si hace luchar a sus personajes no
es para hacerlos buscar una salida hacia la victoria sino para que se logren en
la frustración, para que sucumban en la rabia de la singularidad".
Y esto (prestar atención acerca de
gobernantes y su devota feligresía) "Si hay un tema rector en esta obra,
hacia donde confluye lo más específicamente arltiano, entiendo que es el de la imposibilidad
de contacto entre humillado y humillado. Arlt- que conocía a Dostoievski- sabía
muy bien que nada hay más estrecho que la relación que une al verdugo a la
víctima, el humillado al que humilla.
Pero sabía también que esa relación, en
cambio, es improbable entre humillados. El que humilla se conecta
inmediatamente al que es humillado y viceversa, pero todo humillado repele a
quienes se humillan. La relación, en Arlt, de los humillados entre ellos se
inicia extrayendo su existencia de un aliento precario...
(Y no perder de vista lo siguiente...) Es un
contacto sigiloso y aberrante que se produce en una atmósfera donde cada
humillado se siente como desencajado frente al otro, como alienado
verticalmente en el otro (Lemoine, gordo Dan, la diputada recitando en modo
IA), donde cada uno vive en el otro a un ser peligrosamente semejante a sí
mismo, un clima de repulsión y de desconfianza, de resquemores.
Y realza Masotta: "Hasta que
finalmente esta atmósfera incierta se resquebraja por la aparición del
sentimiento adecuado a toda comunidad entre humillados: EL ODIO" (tomá
mate)
Por supuesto que 'Sexo y traición...' es
más jugoso que cualquier extracto que pueda hacer desde acá. Pero las acciones
humillantes de quienes protagonizan las novelas de Arlt contra sus pares, casi
parecen funcionar de modo aleccionador, en pos de los "valores de la clase
media", algo que también distingue Masotta.
Es más fácil prender fuego a un linyera
que hacer lo propio con el local de un patrón.
O más práctico traicionar a uno propio
que atreverse a resignar las migajas que "se le escapen a la casta".
Todo lo que viene de arriba siempre ayuda, podría decirse aunque las fuerzas
del cielo no terminen de ajustarse a ninguna religión en particular. (Mucho
menos en consonancia con los cultos históricos que se practican desde este lado
del hemisferio)
Entonces ahí está el hombre común. El
hombre masa de Ortega y Gasset que tanto desprecia el expibe motosierra,
cumpliendo con el mandato amilitante pero autómata de señalar a docentes,
enfermeras o empleados públicos, como deficitarios, reclamándoles tolerancia,
disponibilidad y eficacia.
Como contrapartida así estamos en esta
recesión, socavando nuestros valores y principios para "agradecer la
oportunidad" de ser parte de ingresos en negro, de dudosa procedencia e
incierta continuidad, con tal de que la suerte del sistema nos dé una chance en
el aquí y ahora.
Seamos todos Rapi o Uber y que lo demás
no importa nada. Capitalismo 7, integridad 0.
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