domingo, enero 02, 2022

Afortunados

No nos sacamos fotos. Bah, nadie forzó a hacerlo. Estábamos en otro lío. Celebrar el findeañ/ año nuevo con invitado COVID de lujo. Pero con voz carraspeada, una que otra tosecita perdida y líneas de temperatura pujando por ascender, igual celebramos. Los tres, Gabriela Cata y yo. Más 95.1 que nunca. La radio que se extingue continúa haciéndonos compañía, será que nos gustan los temas que les quedan. Además con ellos, las pibas de casa bailan bárbaro. Por supuesto cada una con su estilo. Aseguro que hay que ser muy fuerte convivir con cuatro (both geminianas) pero la verdad le pusieron onda. 

Las provoletas y el pechito estuvieron ahí, pero el matambre de la dueña de casa ESPETACULAR. 


Hubo tinto y vodka para la nena. Burgol en modo árabe como nos gusta. Menos celu que otras veces, más charla relajada, quizás los síntomas del bicho hacen que prioricemos lo esencial, lo vital y así fue. Un postre casero empalagoso coronó nuestro paladar sensible, más allá de los dichos sobre el sabor y demases.

Los tres nos guardamos propósitos que no revelamos pero sí compartimos, en una cajita plateada que abriremos, según lo prometido, antes del 2023. Veremos cómo nos va. Por supuesto que el ausente estuvo presente, es parte nuestra, pero a regañadientes uno aprende a no obligar a nadie a nada.

Celebramos nuestros gatos, ni qué decir del nuevo Austinttintin salido de películas. Cata puteó un poco a los pirotécnicos y como si un mandato familiar la impulsara, asomó a la vereda con su reposera a esperar que la nada del barrio se volviese saludo. Nos preguntamos ambos, mientras Gabriela seguía adentro el ritmo de Mika o vaya a saber uno que DJ advenedizo sobrante de la Metro la sacudió, nos preguntamos, digo mi hija y yo sobre nuestra inminente cosecha del 21 y coincidimos que no estuvo tan mal. Ella rescatose mejor que antes y yo le dije que estoy aprendiendo a ser más perceptivo sobre puntos de vista ajenos. No dije no juzgar, pero sí, considerar el todo (qué pretensión, no?) bueno. El tema que las doce, fueron la una o la hora que sea y de ahí al sobre. 



De madrugada, el virus me enseñó (sí con doble dosis y todo) a sentirme antorcha, a pensar que bastaba un movimiento en falso  para que el cuerpo se desvaneciera en cenizas. Después volví a revivir. El primero ya de mañana, devoré la ficción eventual como desayuno de moribundo. Succession calmó el dolor de huesos. Las mujeres del hogar duermen. Y yo sé, que aún solitarios, sin fotos, somos afortunados.


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