Revisando papeles, descubrí un cuaderno vergonzante de la salida de mi adolescencia. Entonces me dirigía a Dios, que bien podría ser lo mismo que una escritura global.
Dan
ganas de quemarlo, a priori, no lo voy a negar. Hay relatos sobre la previa y
el post Bariloche, un recital de Serú, Malvinas visto desde ese lugar, changas
y el primer laburo formal, besos y desencantos amorosos. Por esa época me
emperraba en las cuestiones espirituales, hablaba de “mis padres” (obviando el
término padrastro) y nombraba a cada amigo en particular.
En
ese lío de letra prolija pero torpe, rescaté dos poesías que aquí comparto. Una
sin título y la otra ‘En este espacio’. Sepan disculpar las molestias
ocasionadas.
Andando
y andando casi
vago,
sintiéndose libre
fumando
y drogando
los
sueños que iban
reduciéndose,
reduciéndolo,
descubrió
el amor
en
una mujer gris
que
lo hacía toser
de
dolor o de pasión.
Pasión
que se iba
perdiendo
con sus abrazos.
Niebla,
le dijo,
¿Adónde
voy? ¿dónde
llevas
mi vida?
pero
ya era tarde
su
cuerpo se confundió
con
el humo
y
sin ser noticia
su
voz enmudeció
para
siempre.
En
este espacio
Aquí,
aquí se encuentra
la
inmensidad de mis silencios,
la
calidez de los sueños,
el
dolor por saberme despierto
Se
hallan todos los desencuentros
las
palabras de más, pocos te quiero.
El
comienzo de fines de semana,
largos,
vanos, siempre desiertos.
Aquí
pasé casi toda mi vida
una
foto lejana, un poster que me mira
una
ilusión un cuento, cien agonías
Ahora
aquí me encuentro
fin
de semana, otra rutina,
un
adiós, otros desencuentros
un
perdón pocas salidas.
Y
ahora solos hablan los dueños
“pobre
joven llora su vida
él
está como nosotros, muy quieto
esperando
igual que le sonrían”.
Pasos que te trajeron hasta acá. Hay que seguir andando.
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