jueves, abril 27, 2017

Epílogo sobre Polosecki


En dos semanas corrió bastante agua bajo el puente, entre el inicio de la lectura de "Polo El Buscador" y su cierre final. De hecho, el azar colocó la serie de la que tanto hablamos justo en medio de la revisión de la vida de nuestro periodista local e icónico ícono en esto de transitar espacios y almas complejas.
Como el buen cierre del libro deja un par de mensajes a considerar, los comparto con ustedes.
Aquí  va un exquisito párrrafo de los autores en el epílogo, Hugo Montero e Ignacio Portela que bien puede servir de brújula en aquello que decidamos elegir.
Disfrútenlo:



Buscar, de algún modo, es interesarse por algo que está más allá de nuestro limitado universo de conocimientos. Buscar es, de algún modo buscarse. Buscar es también perseguir la imagen de uno envuelto en nuevas e inesperadas situaciones, es soñarse otro y muchos es vivir otras vidas, padecerlas, disfrutarlas, conocerlas. Historias nuevas, cientos de historias de las que ignoramos cada detalle, cada aventura, cada euforia, cada sosiego. Apenas somos uno solo: una sola infancia, un solo camino, una historia sola, pequeña, estrecha, contradictoria. ¿Por qué negarse a conocer y a inventarse nuevos caminos? ¿Por qué no buscar, salir a la calle y buscar en miles como nosotros, historias apasionadas, tristezas infinitas, amores eternos y fugaces? ¿Para qué crear si no es para romper esa miserable individualidad que nos encierra entre las rejas de nuestra única vida?




Buscar, necesariamente, tiene que ver con romper, con moverse, con esa inquietud que no nos deja quedarnos tranquilos con la acción de salirse de un lugar para hurgar en pasados ajenos y hacerlos nuestros, de una vez y para siempre. O quizás, hasta que nos cansemos de ellos también y tangamos que salir a buscar, otra vez.
No hay que buscar muy lejos. Apenas asomarse a la ventana y escuchar los m murmullos de la vereda, los silencios a la hora de la siesta, los sueños mal curados de madrugada, las palabras desordenada en cada boca. Ahí nomás, en la verdulería de la esquina, en la pensión pintada de verde por la humedad, en las cartas de amor jamás respondidas, en las cloacas subterráneas de la ciudad dormida. Por ese océano cotidiano de historias ajenas navegó Polo y por allí anduvo perdido mucho tiempo, buscando sin pretensiones, sin imposturas con la sencillez extrema de quien se decide a salir a buscar, a perseguir, a escucha, a ser otro por un rato, lo que dure el relato de ese que nos cuenta, de ese que somos nosotros por un mágico instante.

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