miércoles, febrero 08, 2017

No sólo lugares comunes

Con las muletillas o frases hechas, uno puede hacer lo que se le cante. O las toma para encontrar algo de calma y confirmar certezas, o redescubrimos nuevos sentidos para comprender mejor.
Para ratificar que uno no sabe absolutamente nada.
Y en un solo día las palabras me sacudieron tanto el bocho como los hechos.
"No lo veles todavía", sugiere un ex compañero curtido de fe, aludiendo al "Barba" y un hipotético milagro. No sé si será la edad, pero cuesta asentir y coincidir.
"Escribimos para no olvidar", le comento a una asistente social que cuidó a mi abuela antes de morir, con la que me encuentro entre Constitución y el bondi, retribuyéndole los elogios por sus lecturas del blog. La flaca conserva tantas pilas como en aquel hospital de Don Bosco.
Estuve ahí de pasar de largo y no saludarnos.

Sin ruido y en silencio, después de un trámite embolante, camino por esa galería cerca de MT de Alvear y 9 de julio, espacio simil de una máquina del tiempo.
Hay decenas de locales abandonados. Por allá en el fondo, una modista que trasciende la tarde con un vestido raro. Hay tantos íconos de la argentinidad casi oxidados, como adornos y repisas de un tiempo prehistórico.
La vidriera gigantesca nos separa a dos viejos y a mi de un trencito de ensueño con montañas y desniveles. Los tres, por distintas razones sabemos que el botón a un costado del ventanal, hace arrancar la máquina. O creemos esto. No hay disputa, pero sí un deseo inconfesable por apretar primero. Fracasamos en el intento y la máquina de vapor sigue en su lugar.

Los libros apilados en otro local, desordenados, desprolijos, a contrapelo de cualquier armoniosa biblioteca, seducen no sé por qué razón. ¿Será el sepia? Dan ganas de, en concordancia con esa imagen, agarrar una bolsa de consorcio y llevárselos todos.
Después, por supuesto, recuperarlos en soledad y hurgar en esos mundos que algún ricachón heredeó y depositó a la espera de sacarles algún provecho.
Como un nabo de estos tiempos, yo apunto en formato instagram a un par de negocios. Uno con un escudo y otro con decenas de soldaditos de plomo. Los clásicos alemanes e ingleses, por supuesto, pero también cosacos, mongoles y qué se yo cuantos. La vida también me dejó afuera de una potencial especialidad en este rubro.
Un "me gusta" de Julio, el amigo de mi hijo que dibuja bien y con quien cenaremos por azar esta noche, me hace entender, ahora que escribo, que las oportunidades están para ser tomadas, a quien "mande gustar" (suena rara la expresión, pero vino y no la resigno)

Salgo del lugar. En el medio de todo esto se cuela la belleza de playas prohibidas, vía whatsapp, Retribuyo con una bicicleta reposando en una esquina porteña.
Raras pero aleccionadoras estas no vacation

El tren a casa falla, vamos por el 98 3 negro (y lo que él significa) Vonnegut me ayuda un poco, pero las rodillas, intentan mofarse de la condición peatonal. De la que no pienso renunciar, (igual saludos a Aranguren)

En casa reparto libros de regalo, salidas que se postergan y el whatsapp grupal que ratifica el dolor del que venimos hablando hace rato, replica. O repiquetea, si quieren.
Quiero estar cerca de mi compañero de banco. Ese que me rebautizó "cheto pancho"
Hacía rato que tal apodo no surgía de mi bocho. Con esto de la memoria histórica me hago el canchero, pero también, algunos recuerdos saltan en el momento impensado.
Manejo hasta el hospital de Varela, donde Néstor está internado y descarto que no podré verlo. Ningún "panchito", saldrá de su boca seguramente.
"Andá si lo sentís", habían sugerido antes los amigos. Y yo creo que es tarde, que tal recorrido debí haberlo hecho como treinta años antes, por lo menos.
La charla virtual se cruza con la gallega del gps del celular. La clínica se corresponde con la iconografía de nuestro deterioro bonaerense. Al cabezón lo trajo uno de los pibes del centro de rehabilitación. Ayrton, ese que hace un par de meses lo saludaba con veneración y que ahora, junto a la hija y la hermana de Pérez (además del cuñado y el gallego terrible), le están bancando la parada.
La tomografía en el cerebro confirma que no tiene nada, aunque es la morfina la que lo preserva del puto cáncer. Yo pienso cuánta fortaleza tiene el tipo.

Con el cuñado coincidimos en otra frase hecha "estamos para aprender" y lamentamos el costo que el de arriba tira, para finalmente asimilar la lección. "Los tipos mierda (no fue así, pero la exagero) no dejan nada", dice sabiamente el hombre. Y la cosecha de Néstor avala que su viaje valió la pena. Aunque la sala compartida en el crepúsculo varelense se llene con sus gritos lastimeros para combatir el dolor.

Vuelvo, como quien vuelve de la costa y sabe que su viaje será largo, pero que el regreso es necesario.

Julio se queda a preparar inglés con mi hijo quien, con un novedoso aunque discutible sistema, intentará rescatarlo de los fantasmas secundarios de marzo. Cata, a pesar del celu, ya leyó la mitad. Hay otra conversación dolorosa en la mesa, de padres e hijos desencontrados que ratifican otro lugar común "el camino es largo" o a lo sumo, el porvenir. Aunque tener conciencia de esto y dar pelea, ya es un buen principio (otra mule y van..)

La serie de noctámbulo borra el día y reabre preguntas para otros sentimientos, olores y ¿dolores?
La mañana confirma que hay vida y belleza desde este lado del mundo. También cansancio.

Leo el título del post y no me gusta  "El orden de los factores ¿nos determina?". Copio, corto, pego y cambio. Me resisto a apelar a los nombres o, como usualmente hago, tirar  algún gerundio (lo odio pero siempre está)

"No son sólo (así con acento) lugares comunes". Suena bien. Borro el "son".

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