miércoles, septiembre 16, 2015

Fer fue, pero la ficción lo había escrachado antes

La literatura ya lo había visto, pero todos lo tomaban a risa ....
...Daniel Rabinovich interpretó a alguien a quien los futboleros conocíamos y cuyos colegas, nunca se animaron a contrariar.
Aquí un fragmento del texto que pinta como pocos al hombre en cuestión

"Durante un rato, Armando Prieto mantiene la conversación lejos del tema de Pittilanga. Fernando no se impacienta y hablan de fútbol, de política, de periodistas, de programas detelevisión. En realidad habla Prieto, y Fernando se limita a darle el pie necesario para que construya su monólogo sin sobresaltos. Al principio le resulta interesante y aprovecha para satisfacer su curiosidad de hincha de fútbol de toda la vida. Pero después va perdiendo interés, porque Prieto reúne dos defectos que él detesta: habla sin interesarse en lo más mínimo por la persona que tiene delante, y pontifica sobre los temas más diversos como si de su boca brotasen todas las verdades. Un especialista nato. Un todólogo consumado. Un argentino hecho y derecho, mal rayo nos parta, se lamenta Fernando, de un talante cada vez más siniestro. Por otro lado, las anécdotas que hilvana y los recuerdos que cita seengarzan unos con otros con tanta perfección que Fernando sospecha que los debe repetir hasta el hartazgo. Una película de esas que en el cine se ven con chispazos de luz y seescuchan con fritura, de tanto pasarlas. Recién cuando les sirven el café Prieto hace una pausa y lo mira como si recién lo descubriera. Bueno: por lo menos ha notado que está frente a un ser humano y no frente a un micrófono.—Bueno, Fernandito —empezamos mal, piensa Fernando, que odia que la gente use términos cariñosos y confianzudos cuando no hay, de por medio, ni cariño ni confianza—,sería importante que me dijeras lo que tenés pensado con respecto a lo de este pibe Pintalingi…—Pittilanga.—Eso, Pittilanga. Qué nombrecito se echó, eh…Fernando carraspea. Viene la parte más difícil. No es bueno para los negocios. Y peor en este caso, en el que el negocio es la mar de turbio.—Nosotros necesitamos instalar a Pittilanga —“instalar”, le gusta su propio eufemismo— como un jugador conocido. Un tipo que juega bien, que es una especie de tapado, que encualquier momento pasa a un equipo grande…—Ajá —se limita a responder Prieto, y Fernando lo maldice para sus adentros. De repente se le han disipado las ganas de monologar al turro.—Y bueno, Armando —¿y si le digo “Armandito”?, se burla íntimamente—, la clave del asunto es que necesitamos hacerle prensa. Y no se nos ocurre nadie mejor que vos. Te digo la verdad. ¿Quién tiene más llegada que vos, en la Argentina, en toda América? —¿Y quién es más corrupto, más arrastrado, más sorete que vos como para aceptar una propuesta como esta?, piensa Fernando.—¿Pero ustedes cómo lo habían pensado?
Qué hermoso circunloquio. Qué admirable rodeo para evitarse la única pregunta válida a esa altura de la suaré, que sería: “¿cuánto me van a garpar?”.—Bueno, Armando. En nuestra inexperiencia la verdad que no sabemos del todo bien cómo encararlo. Es decir, sabemos que esa publicidad tiene un costo, un valor. Nadie te lo va hacer gratis. Y nos parece perfecto, ojo.—A ver, Fernando. A ver. No lo tomes a mal, porque lo que te voy a decir te lo digo por tu bien —Prieto se acoda en la mesa y exhibe las manos. La pureza en estado de gracia—.Este es un ambiente muy jodido, muy pesado. Está lleno de gavilanes, sabés. Tenés que ser muy vivo para aguantar, para resistir. Yo, ja, yo a veces me río de las pelotudeces que dicen los jugadores sobre lo difícil que es jugar al fútbol, de lo duro que es, de lo que les cuesta triunfar, ser transferidos, las pretemporadas. Toda esa sanata pelotuda que usan comosi lo de ellos fuera la apoteosis del sacrificio. Aparte te putean, viste, cuando los criticás, cuando los ponés en su sitio, agarran y te mandan decir: “Pero vos qué sabés —Prietoremeda en un tono vulgar y compadrito—, si no tenés vestuario, si en tu puta vida jugaste a esto”, te dicen. Y yo, sabés qué, me les cago de la risa, Fernando. Yo hace treinta años que vivo de esto. ¿Sabés la de jugadores que he visto pasar? ¡Generaciones! ¡Generaciones de boludos que se creyeron reyes y terminaron en el olvido!Se toma una pausa porque lo llaman por el celular. O no es importante o no quiere cortar su propio arrebato de indignada inspiración, porque ignora el llamado y trata de retomar el hilo.—Ya pasó esa época heroica de la camiseta, el potrero, el picado y toda la pelotudez esa. Ahora todos son profesionales. Todos. Los de adentro de la cancha y los de afuera. Yvos lo habrás estado viendo, en este tiempo. Ojo que yo también estuve averiguando sobre el pibe este… Pintilaga. Esto de que lo estuvieron tratando de vender por varios lados, con unos, con otros. Otra vez, piensa Fernando. Escucha eso de “lo estuvieron tratando de vender” y es como estar en pelotas en un afiche sobre la avenida 9 de Julio. Tarde o temprano, todo el mundo termina recordándoselo.—A ver: me refiero a que no es fácil. Ya lo viviste en carne propia, quiero decir. Nadie da puntada sin hilo. Todos le buscan la vuelta para ganar guita. La época del fervor por los colores ya pasó. Suponiendo que alguna vez haya existido. Porque yo tampoco me la creo esa de que antes las cosas eran más puras, más limpias. Un carajo. Lo que pasa es que no se sabían. No trascendían. Ahora, como tienen un micrófono y una cámara en el orto las veinticuatro horas, todo se termina sabiendo, entendés. Y la cosa es simple. O te prendés o te quedás afuera. O entendés los códigos del asunto o te pasan a beneficio de inventario. Y cuando hablo de códigos no me refiero a esa pelotudez canchera que te declaran estos infelices diciendo fulano tiene códigos, o mengano no tiene códigos, esa cosa de barrio, de taitas, que se las dan de leales, de tener un reglamento de compañerismo de no sé qué mierda. No: yo hablo de entender los códigos de este negocio. ¿Me seguís?¿Lo sigue? Sí. Sin ganas, sin entusiasmo, pero lo sigue. Otra vez se acuerda del Mono, amando y sufriendo por Independiente en su lecho de muerte. Qué boludo. Qué boludos los cuatro. Hasta Mauricio, por detrás de su barrera de cinismo.—A ver —insiste Prieto después de una pequeña pausa, y Fernando fantasea con la idea de que, si vuelve a utilizar esa muletilla de “a ver” le va a clavar el tenedor de postre en unade esas manos de exquisita manicura—. El fútbol es un espectáculo. Un negocio del espectáculo. La pelota la manejan los dueños del espectáculo. No sé si soy claro.Sos claro como la puta que te parió, piensa Fernando.—Ahora: imaginate que yo tengo un prestigio que mantener. Es el único capital que tiene alguien que trabaja en los medios. Su imagen. Su…Lo va a decir, lo va a decir, el muy hijo de puta lo va a decir…—Su credibilidad.¡Lo dijo! ¡El muy hijo de puta lo dijo!—Y si yo te lo recomiendo al aire a este Pintilinga tiene que haber una mínima garantía de que el tipo juega a algo.—Sí, Armando. Te puedo pasar unos videos.—No, Fernando. Yo no tengo tiempo de andar mirando videos de los partidos de Presidente Mitre. Tengo que contar con tu garantía, me seguís.—Eso seguro, no te preoc…—Y otra cosa. Importante. Ni en pedo puedo aparecer mezclado en la compraventa de un jugador. Nunca. Si no, se me va todo el circo a la mierda. Por primera vez en lo que lleva de reunión Fernando se siente descolocado. Hasta ahí la cosa ha seguido un derrotero previsible. Nauseabundo, pero previsible.—La operación conmigo no puede ir atada a la venta del pibe. Lo siento, pero es algo que tendrán que ver cómo manejarlo. Pero yo no puedo estar a la espera de que lo vendan ala Polinesia o a Desamparados de San Juan.Se inclina sobre la mesa, acercándosele.—A ver —otra vez, otra vez con el “a ver, a ver”—: ¿te parece que puedo estar llamándote una vez por semana a ver si se hizo la operación? Y otra cosa: ¿cómo harían? ¿Me incluyen en el contrato: “Un diez por ciento para el periodista que nos hizo la propaganda por radio y televisión”? No jodamos, pibe.“Pibe.” Fernando no puede menos que admirar la pertinencia del apelativo. Así, con cuatro letras, el reverendo conchudo ese acaba de trazar la verdadera ecuación de fuerza sentre ellos. Basta del cariñoso Fernandito o del correcto Fernando. No. Ahora es “el pibe”. El boludito inexperto que le propone un negocio interesante pero con un par de puntos flacos. No hay problema. El señor periodista es paciente y se aviene a explicar esas deficiencias y a proponer las soluciones del caso. No seas tonto, pibe. Escuchá y aprendé con losque saben.—Eso hay que hacerlo bajo cuerda, y al toque. Como para empezar a hablar. Prieto gira sobre su izquierda para llamar la atención del mozo y pedirle otro café. Fernando carraspea y se acomoda en su silla, pensando que por lo menos hay algo bueno en que a uno lo traten de pibe: que no queda más alternativa que correr para donde señalan los mayores que hay que disparar.



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