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"Te leo", insisto, mientras cocinás, te peinas o intentás hacerlo con el cabello de tu hija, tenés ganas de dormirte, o no te decidís a mirar la pantalla con su falsa programación.
"Te leo", vuelvo y entonces, los dos nos despojamos del lenguaje y abandonamos nuestros destinos a lo escrito por ese tipo que hizo de su novela o cuento su peregrinación en el mundo y a nosotros, discípulos de su literatura.
Entonces seguiré hasta el punto final, no el del cierre del libro, si no el arbitrario, el que encierra la idea, el que concluye el párrafo para conmover, degustar la huella o sencillamente, satisfacer este presente efímero de las cada vez más necesarias, aunque esporádicas, bocanadas de frases, sentencias o musicales oraciones.
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Reflexionemos juntos, no te inhibas y peleate conmigo y con la escritura.