sábado, noviembre 24, 2012

Recordando a Pusineri

Tarde insoportable, en un barrio que es mío, según el DNI, pero que me resulta ajeno. Y claro, me mudé a los treinta y largo, a la casa de mi viejo, aunque adopté Sarandí, como ciudad propia, quizás sin saberlo, el día que mi vieja arrastró a su compañero al hogar materno, antes de que este se hartara y volviera a su ruedo.
Pero bueno, no quiero apartarme de esa tarde calurosa, ajena en la pertenencia pero solitaria en la celebración. Entonces, aunque parezca mentira, el fúbol era exclusividad de TyC y del cable que tuvieras en suerte, por lo que de antemano, sabía que no me resultaría fácil seguir el Rojo-Boca en casa y, mucho más complejo en los escasos bares Berazateguenses. Por "suerte", me enteré de la transmisión en el club Los Marinos, ese lugar donde un pariente supo invitarme a compartir fulbito los martes a la noche, hasta que éste  abandonó el fútbol y con él, su invitación me dejó a mi sin papi cinco. Mi patria barrial no es muy generosa que digamos, lo confirmo a diez años de la fecha.
Estaba ahí, en silencio mirando el primer tiempo, rodeado de camisetas ajenas que coronaban la garra de Carlitos y el semblante del club bosteril. Como contrapartida y en este doctorado de hacerse experto del sufrimiento, atrás quedaba la derrota del rojo con Banfield, luego de una campaña exquisita que en esto del infortunio sucesivo, volvía a darle chances a boquita y nos ponía a nosotros, a tiro del fracaso.
En los marinos, todo parecía fiesta, aguardaban la caída del orgullo nacional. Primer tiempo y un Tévez inspirado. "Con estos no tengo nada en común", ratifiqué solitario, tal vez ninguneando a mi viejo y su convicción xeneize.
Aproveché el entretiempo, como suelo hacer últimamente, para probar o testear a la suerte, regresé a casa, resigné imagen por sonido, como corresponde o debe ser y grité con mi bocaza y el corazón errante, el gol de Pusineri, al punto de emularlo cual Chancha Larrosa o el gringo Giusti. Chau maleficio, chau Carlitos, Chau enjambre de adulones, la tarde recuperó una tenue brisa y la patria barrio, se me hizo roja por primera vez, desde mi mudanza.

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