Se instala e invariablemente queda inmerso en cada una de nuestras impresiones. Como mirar de frente al sol. Nos vuelve misericordiosos con los despojados, falsamente humanitarios. Nos hace reflexionar (sin calefactores cerca), a propósito del devenir, de nuestra pequeñez. Invita a los tragos de bebidas blancas, pero también a observar con cariño sus derivados etílicos. Recuperamos el kerosene a nuestros hábitos, mientras otros lo rememoran a su memoria selectiva. Esa donde ser pequeño no tenía tanta reciprocidad con la riqueza o las carencias....bueno, para muchos casos, no para todos.
El hombre que inspiró a este blog, se preguntó desde su único bestseller: "Estábamos yo, Alex, y mis tres drugos, Pete, Georgie y
El Lerdo, que realmente era lerdo, sentados en el bar lacteo Korova,
exprimiendonos los rasudoques y decidiendo que podríamos hacer esa noche, en un
invierno helado, oscuro y bastardo, aunque seco."
Y ahí están los hermanitos arrastrándose como pueden al colegio. Los tachos rojos o morados de un escaso fuego reparador. Los vidrios empañados confirmando que si el frío nos envuelve, la humedad nos liquida implacablemente. Invierno, que le dicen.
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