jueves, octubre 09, 2025

László Krasznahorkai: El maestro del Apocalipsis se quedó con el Nobel



No fue Murakami, que va camino a convertirse en el Borges de este milenio. Tampoco Samanta Schweblin, como se auguraba desde acá poniéndole fichas a la devoción por nuevas autoras. Ni siquiera don Aira, aunque las apuestas indicaban que el hombre de Coronel Pringles venía de atrás.

Finalmente, el Nobel de Literatura 2025 quedó en manos de un Lászlo (no precisamente aquel Víctor de Casablanca), aunque no checo, si no húngaro: László Krasznahorkai.

Las primeras crónicas lo definen como un autor que escribe como si el mundo entero fuera un sueño febril al borde del colapso.

Cual Kafka, entre atmósferas densas, absurdas y paranoicas, lo complejo del hombre quizás resulte la primera puerta tentadora para intentar decubrirlo.

Nacido en 1954 en Gyula, una ciudad húngara que parece salida de una postal en blanco y negro, Krasznahorkai creció en los estertores del comunismo centroeuropeo, en una familia judía que ocultó sus raíces. Su abuelo cambió el apellido de Korin a Krasznahorkai para asimilarse y él no lo supo hasta los 11 años.

Personajes atrapados en mundos opresivos, donde la realidad se examina "hasta el punto de la locura" componen ese velo de misterio familiar que se filtra en toda su obra. Hoy con 71 años, vive una existencia casi ermitaña, lejos del mundoo literario.

"Escribir es un acto totalmente privado", confiesa en entrevistas, y se sonroja al hablar de sus textos como si fueran secretos inconfesables. Crítico acérrimo del gobierno de Viktor Orbán —quien, irónicamente, lo felicitó por el Nobel—, Krasznahorkai es un alma nómada: ha vagado por China, España y México, absorbiendo paisajes que convierten en laberintos narrativos.

Su debut en 1985 con Sátántangó fue un terremoto. Esta novela, que describe el desmoronamiento de un pueblo rural húngaro en una danza macabra de traiciones y esperas eternas, se adaptó al cine en una película de siete horas dirigida por su amigo Béla Tarr. Imagínense: un film en blanco y negro que parece durar tanto como la agonía de sus personajes.

Desde entonces, ha publicado más de 20 libros, guiones y ensayos, ganando premios como el Man Booker International en 2015 y el National Book Award en 2019. Pero el Nobel de este año lo corona como "el maestro del apocalipsis", por una obra que, en medio del terror distópico, reafirma el poder salvador del arte.



Un Estilo que Te Atrapa como una Niebla Eterna

Si hay algo que define a Krasznahorkai, es su prosa torrencial: oraciones kilométricas que serpentean sin piedad, párrafos escasos y una atmósfera de confusión paranoica que te deja exhausto y extasiado. Heredero de la tradición centroeuropea —de Kafka a Thomas Bernhard—, sus textos rebosan absurdismo y exceso grotesco: mundos al borde del caos donde la violencia y el vandalismo brotan como hongos en la podredumbre. No es casual que lo llamen "obsesivo": sus novelas son como un flujo de conciencia colectivo, donde lo individual se disuelve en lo apocalíptico.

Pero ojo, no todo es oscuridad; hay un humor negro, una ironía que asoma en los pliegues de la desesperación, como un guiño sardónico al sinsentido de la existencia.

Sus temas? La fragilidad del orden social, el colapso de las utopías, la espera infinita en pueblos fantasmas.

Influenciado por sus viajes —China le inspiró visiones orientales caóticas—, Krasznahorkai teje historias que parecen profecías: ¿no nos suenan familiares en estos tiempos de crisis globales?

Puertas de Entrada a su Universo

Para que no se queden en la teoría, aquí van tres joyas que recomiendo empezar ya mismo. Son accesibles en español (gracias a editores como Acantilado o Anagrama) y perfectas para una lectura nocturna que te robe el sueño:

  • Sátántangó (1985): ópera prima o "su biblia" como a muchos les gusta describir a este mosaico de vidas en ruinas en un pueblo húngaro. Realismo mágico con mix centroeuropeo. (ver la película de Tarr para rematar.)
  • La melancolía de la resistencia (1989): Una ballena muerta llega a una ciudad en caos, desatando anarquía y un posible golpe de estado. Grotesca, onírica y brutalmente actual —piensen en disturbios y dictadores en potencia (suena,  no?)
  • Trabajo de hormigas para un palacio (2020): Una novela corta y loca ambientada en un Manhattan embrujado por el fantasma de Herman Melville. Entretenida, satírica y un respiro más ligero en su catálogo de locuras.



Así escribe:

  1. De Sátántangó (1985): "En el pueblo nadie se mueve, todos duermen, y la única señal de vida es el tintineo de las campanas de los cerdos en el corral lejano, un sonido que se pierde en la niebla espesa que cubre todo como un sudario, y en ese silencio, solo el viento susurra secretos que nadie quiere oír, mientras el viejo policía, con su uniforme raído, camina cojeando por el barro, contando los pasos que lo llevan de vuelta a la nada de donde vino."
  2. De La resistencia de Isaías (1989): "En el corazón de la ciudad, donde las calles se retuercen como venas enfermas, el señor Eszter se detiene frente a la ventana rota de una tienda abandonada, contemplando no el reflejo de su rostro agotado, sino el vacío que se extiende detrás, un vacío que parece susurrarle que todo esfuerzo es inútil, que el orden del mundo se desmorona como un castillo de naipes bajo el peso de un viento invisible." 
  3. De Guerra y guerra (1999): "Korim, con el peso de los manuscritos bajo el brazo, avanzaba por las calles de la ciudad desconocida, sintiendo que cada paso lo acercaba no a un destino, sino a un abismo que había estado allí siempre, esperándolo, un abismo que no era solo el suyo sino el de todos, y mientras caminaba, con la cabeza gacha bajo la lluvia fina que empapaba su abrigo raído, miraba las grietas en el pavimento, las manchas de aceite que dibujaban mapas imposibles, y se preguntaba si todo aquello —los edificios grises, los rostros borrosos de los transeúntes, el murmullo constante de los motores— no era más que un decorado, un telón frágil que ocultaba una verdad insoportable."

¿Por Qué Ahora, en Vivistelotuyo?



En un mundo que parece tambalearse hacia su propio Sátántangó, Krasznahorkai nos recuerda que el arte no solo describe el abismo, sino que lo ilumina con una chispa rebelde.

Sus libros son como esas charlas profundas que tenemos aquí, sobre rebeldías pasadas y futuros inciertos: no dan respuestas fáciles, pero "te dejan con la piel erizada y el cerebro en ebullición", según describen sus críticos.

¿Lo conocían? Compartan en los comentarios o en redes. Y por más maestros que no se rinden ante el apocalipsis (local, global, el que pinte)


(Fuentes: NobelPrize.org, The New York Times, Reuters y más. Este perfil es una invitación personal; la obsesión, ya es cosa tuya.)

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