domingo, agosto 31, 2025

¿Cómo termina esto?





Cuarenta y ocho horas después de una jornada para el olvido, me escribe Tito con preocupación preguntándome sobre el futuro de Independiente. Los dos fuimos testigos ingenuos de una dolorosa noche en la que el fútbol pasó desapercibido, producto del flojo juego del equipo, pero principalmente de una bataola violenta con distintas y penosas aristas.

Habíamos llegado temprano, tras jornada laboral. Refrendamos la amistad de mil años sin ser nostálgicos. De hecho, el tema del devenir de nuestros hijxs hegemonizó la charla durante el recorrido mientras el humo del chori, pattys y lomitos cargaba la atmósfera roja de la calle Alsina. 

Nuestros ojos iban y venían, entusiasmados de ser parte de esta marea silenciosa que en cada contienda supone, por fin salir de las cenizas. 

Nos preguntamos por Vaccari, por la crisis de cinco fechas, repasamos arbitrajes mientras seguíamos refiriéndonos a la incertidumbre cercana sobre el futuro de nuestros pibes en una sociedad inclemente: L vergonzante de la dirigencia (partidaria y política) nos arrastraba al insondable muro de faltas de respuestas acerca de este presente que nos toca.

Salud mental, la "buena suerte" de los agraciados especuladores del trader, se instalaba en la charla, entre el planteo de esforzarse por llegar a fin de mes como quien hace pie en la otra orilla,  ganaba lugar por encima del planteo táctico que prepararía el equipo del club de nuestros amores.

En tanto, los gritos de los vendedores ambulantes se fundían o confundían con sus ofertas. Comprensible, con cierta lógica del momento que obliga a vender como sea. La economía de mercado dice que no importa ni la soledad ni la falta de proyectos colectivos. Un buen emprendedor puede ser capaz de sortear cualquier miseria. ¿Quién se come tal premisa?

Sorteamos tres cacheos (¿habrán pasado alguno los chilenos?, sería un interrogante a posteriori) Nos sacamos un par de fotos antes de llegar a la escalinata, mientras la rutina del reencuentro nos corría la vista del recorrido y de la pasión que nos juntaba. 

Por fin, en la Bochini alta (gentileza de amigo incondicional del medio) vimos con sorpresa a los de la U, tempraneros. Literalmente habían copado la parada. 

Su murga e inventiva musical preludiaba una jornada densa. Mucho trapo, muchos instrumentos, mucho bardo también. Nobleza obliga, durante los primeros quince minutos todo el estadio acusó recibo de esa postura bravía que fue escalando hasta la barbarie. 

Entre las puteadas al wifi, pero también a Cabral con el dolor que implica, comenzó el parido. Sorpresa por la torpeza de Zabala ("viste es zurdo y encara para adentro, no se puede entender", se lamentaba mi amigo y compañero) e ilusión por la valentía de Montiel para encarar. 

El gol de ellos decantó en el éxtasis total de los ¿tres mil quinientos? ¿cuatro mil? chilenos.

Amague de revisar en el VAR que los hinchas de Independiente curtimos con el previsible final (acostándonos siempre) y las primeras piedras de la Pavoni alta a los absortos hinchas locales, de parte de los eventuales ganadores.

Piedras, botellas, fierros, pis, caca, asientos, inodoros en sendas fracciones fue la seguidilla que hicieron llover los barras de la U (si este es el espíritu universitario del club...) a partir del empate del Rojo (aquí el VAR, para decidir la definición por supuesto duró mucho más)

 

El clima se fue calentando más. Hubo fuego, bombas de estruendo arrojadas a una de las Gargantas del Diablo. (¿Cómo dejaron a los hinchas locales tan a merced de la "buena voluntad trasandina"?) "Che, nadie cuida a los nuestros", comentamos entre nosotros con boba sorpresa.

Final del primer tiempo.

Unos minutos antes de este cierre, decenas de simpatizantes rojos se volcaron lo más que pudieron al alambrado lindante al campo de juego, con la ilusión de que la habilitación a su ingreso, pudiera ayudarlos a seguir el partido sin sufrir más agresiones ni heridas  propiciadas desde arriba. 

Apenas tres minutos de iniciado el segundo tiempo, la gente del Rojo apura al árbitro para que lo detenga todo. Luego son los propios jugadores chilenos y argentinos los que señalan a la gente de la U pidiendo calma.

La primera advertencia de la voz del estadio es una risa. "Le pedimos a la parcialidad visitante que deje de arrojar cosas". "Le pedimos a la parcialidad de la Universidad de Chile que se detenga", "Le pedimos a la parcialidad visitante que se retire". 

La orden suena a cargada y todo el estadio lo sabe.

El réferi que supo hacer la vista gorda durante el primer tiempo. Hace mucho que el club es ajeno al espíritu localista del arbitraje, son múltiples los ejemplos. Pero bueno, el árbitro está desorientado. Los jugadores (propios y ajenos) piden calma. Principalmente los chilenos a los suyos. 



No pasa nada. 

La pregunta por la policía aflora. Aún con la desconfianza que  muchos sentimos por los vigiladores bonaerenses (bah, vigiladores en general) Cero respuesta. 

Los de APREVIDE se cuentan con los dedos de la mano. Incluso en un momento alguien da la orden de ubicarlos a lo largo del campo de juego. Un delirio. 

Nadie llega a la Pavoni alta. Francamente no escuché a la hinchada gritando "la barra tiene miedo", alentándolos a su intervención. Pero es verosímil. 

De pronto, la barra de la U comienza a retirarse lentamente. Las especulaciones miserables internas, me hacen suponer que los puntos quedarán en casa. Pero mi modo termo querría que el partido continúe. 

Con la aparición de "los salvadores", esa ilusión chiquita se desmorona. Apenas diez minutos separaron a los shilenos mostrando a nuestra parcialidad sus atributos sexuales para ser filmados, con los palazos provocados por los discípulos de loquillo, los pichones de Bebote o vaya uno a saber qué facción de las tres tristemente célebres barras heredadas con la gestión Cantero-Arietto.

En medio de todo esto, el estadio recuerda a Grindetti, proyecta la solución de este doloroso presente con el último himno de la hinchada "El Rojo va a salir campeón el día que se vayan todos los hijos de puta de la comisión".

Igual siguen los palos de los cobardes paladines. Obligan a uno a sacarse la ropa, aprietan a un par arrinconándolo al extremo de la tribuna. A metros, un boludo celebra el video viral de un chileno cayendo al vacío.



Hay problemas con el wifi pero ya dicen que hay dos muertos. 

Con Tito sabemos que esto termina mal. 

"El partido ha sido cancelado", informa la voz del estadio, como quien lee un texto hecho de raje por Comenbol.

Cancelado, descripción paradigmática cuya gestación refiere al mundo virtual.

Mundo virtual que por supuesto comenzará a hacer su trabajo.

Antes buscamos la salida. Sabemos que hay que esperar porque es el precio que debemos pagar de local. Clavarse 40 minutos es lo que dispone la policía invisible. Para que duela todo, el juego (por si llegaste a ganar), la decisión de bancar a tu equipo.

Dos horas antes ya varias pibas y pibes locales habían dejado afuera sus peligrosas armas letales: lápices labiales, otros sus lapiceras bics, encendedores, contra las facas y cuchillos de los hermanos de la tierra de OHiggins. 



Mientras bajamos vemos a buena parte de nuestra parcialidad dentro del campo de juego. "La cana estuvo pegándole y corriéndonos", tira alguien. "Los chilenos se quedaron esperando afuera". Llueven los rumores como proyectiles.


Loop del mal diablo

Luego los medios irán encausando, según quien relate y sus intereses, la jornada. Habrá cien barras chilenos recostados en el piso. Un loop multiplicado por mil de los palos de nuestros barras a los indefensos hinchas visitantes. Tantas veces como Ángeles Rawson volviendo a casa o como Cristina y la fallida bala asesina.

 


"¿Pensar que uno viene a escamotear un triunfo que nos de sentido al día a día?", reflexionamos torpemente mi amigo y yo, cada vez más conscientes de que la justicia divina no marida bien con los sueños del diablo. 

Nos separamos. Se me ocurre pedirle disculpas por haberlo invitado a esta desgracia. Nada que perdonar, responde.

 

¿Cómo termina esto?  Resuena su pregunta como al principio, justo después de que una fake notifica que los dos clubes serán descalificados y sancionados, prohibiéndosele su participación a copa internacionales durante dos años. 

Ni ESPN ni TyC apuraron la desmentida, aun cuando se sabe que fake news y periodismo, deben ir separados, nunca yuxtapuestos.

Gabriel Boric, presidente chileno, se solidariza con sus compatriotas y pide justicia. Grindetti se (y nos) victimiza. 

(NdeR: hoy sin poder político, ni respaldo de sus viejos aliados, tiene menos peso que Cantero, por lo que cada aparición nos hace bajar más escalones) Pato Bullrich suma para ensuciarnos más. De paso dispersa el escándalo Spagnuolo, droguerías, Karina-Menem que estalla.

Las tribunas del club están destruidas, pero Independiente es responsable de todo. Hay testimonios que generan escozor mientras La U se encargó de dejar su huella en las paredes del estadio. Hay relatos de abusos contra personal de limpieza. No trascienden. Seguramente están en negro y deben temer lo más preciado de este presente ingrato, el yugo. Escaso y miserable yugo.


A esta historia más allá de los periodistas que saben arrojarse a la granada del escarnio, surgen fiscales, el ministro de seguridad de la provincia , el jefe de gabinete de Boric que viene raudamente para ocuparse de los chilenos detenidos, el gobernador Kicillof solidarizándose con el político.

"La pena va a ser dura", asumen periodistas partidarios. Algunos que nada tienen de simpatizantes y otros que quieren marcarle el terreno a los dirigentes rojos.

Prohíban al estadio, prohíban al equipo a jugar. ¿Por qué Vaccari no dice nada?, suelta alguien diferenciándolo del entrenador de la U. Que sí dijo.

Dijo que Julio ya había promovido tal debacle. Justo cuando nuestro DT tiró "ganar como sea". Golpe bajo el de Gustavo Alvarez que nunca se preocupó por comprender el contexto ni entender que nadie más alejado que Vaccari de esa filosofía de vida. Pero bueno, se trata de llevar agua pa su molino.

 



En tanto, llueven las denuncias en contra de los barras chilenos. Ya habían hecho bardo en el torneo local contra el Audax. También le habían tirado cosas a su propio arquero porque no los dejaban ingresar con los bombos. Hasta durante la copa libertadores, se desbordaron en La Plata frente a Estudiantes. Los antecedentes se extienden a un enfrentamiento con hinchas del club Guaraní.

Acá en Argentina, Avellaneda o Sarandí, liberaron a los muchachos que, alterados, apretaron a uno que otro hincha rojo distraído mientras caminaba por Plaza Alsina y veía como "los pobres simpatizantes cordilleranos", se ponían al día con su enojo.

 

Mientras Ariel Senosain armaba columnas "ejemplificadoras", categóricas en contra de Independiente y menos fuertes para la organización del evento (Conmebol invisibiliza la violencia y quería que el partido continúe a pesar de todo) en la tele y LN, Grindetti y sus aliados iban y venían a Asunción esperando que el buen amigo de Tapia atendiera sus reclamos.

Entre varios comunicados, CAI prometió expulsar a los barras, denunciarlos, recabar datos para su declaración en Conmebol, etc.

  ¿Cómo termina esto? refiere mi amigo cuando ya varios dan por sentada su respuesta. Bye Rojo. Chiqui no habla, pero no tarda en designar un árbitro tendencioso para la siguiente fecha.

Se postergó el encuentro de local con Platense. Hay ganas de no dejar que se juegue en casa. El hincha arrojado de la tribuna al vacío fue fotografiado saliendo de la clínica. El equipo del mandamás, Barracas, cuya figura fue "prestada gentilmente por Independiente", está primero. Por suerte ya nadie habla de la crisis de Boca, River pasa como sea. Racing se queja menos y el Cuervo no va a la quiebra por esas cosas del destino (mentira)

 

Algunos hinchas para no terminas de bajonearnos, nos distraemos enfocándonos en la crisis de los hermanitos gobernantes. Muchos no decodifican los motivos de este flojo presente futbolero. Buena parte reflexiona como siempre que "estamos solos" y dicen que de esta se sale "todos juntos". Y yo, en esto de pensar razones del fracaso, no entiendo todavía como surgió el peor doblete electoral de nuestra existencia. El de Milei, por supuesto primero. Y luego el de Doman. ¿En serio creían que un tipo como él podía haber hecho algo más por nuestro club?

 

El Rojo duele, como en 2013, como durante la colecta. Duele con sus respectivos y últimos DTs (Beca, el Ruso, Dominguez, Tevez)  y duelen las imágenes de sus burdos barras. También duele que el nabo de nuestro presidente, por amarrocar un mango no haya previsto poner alambrado o contratar más seguridad.

Duele la represión a a los hinchas, allá (acá, en verdad) en el 2023, con la policía. Duele el curro de los pases. Las asambleas a puertas cerradas. 

Duele dejar todo nuestro destino en manos del pensamiento mágico. 

Duele pensar que no hay que hacer concesiones con Chiqui (no olvidar lo de Atencio, regalo a otro de sus aliados, sólo para quitarnos la ilusión de un pibe nuestro).

Da bronca el silencio cómplice y odiador de otros clubes. Aunque ya sabemos. Y la falta de inteligencia y de reflejo de los propios.

Pienso en la caminata con Tito a la ida. En la cantidad de gente que va a la cancha contenta. Que sobrevive al karma de los nombres en el dorso de la camiseta (evito mencionarlos para no autoflagelarnos aún más)

Pienso en las redes y esa cultura de ser el más poronga y hater de todos. 

En Loyola, Galdames, Cabral y Millán y la incomodidad doble del afuera y adentro que debe sacudirlos

Pienso en Rodrigo Rey y el camino que marcó. No son tiempos para reivindicar a quienes luchan a favor de los excluidos. Todo lo contrario. Hasta su mujer tomó la posta en favor de los lastimados del club con más énfasis que la comisión directiva.

Pienso en la bajada de precio oficial que le tocó a Kevin Lomónaco en este arranque. Tres tarjetas en 5 partidos (una roja) y la salida de la Selección dispuesta por Scaloni. Raro.  

Y sí, todos pensamientos termo. Yo también quiero a mi Rojo campeón, quiero seguir molestando a los otros cuando mi equipo alza las manos, en busca de justicia.

Por supuesto que no estoy con la omisión de las reacciones asesinas. Ni con ese nabo en la tribuna que puteaba a los rivales por ser chileno. Ni qué decir de otros en modo libertario apelando al grito de "indios" como insulto. 

Ojalá que los "negros de mierda", "bolitas" o "villeros" alguna vez no sean otra cosa que un mal recuerdo, de una minoría infeliz.

 

Hacerle frente a estas cosas también requieren de "Pierna fuerte y templada". 

Para ganar en serio. 

 *Los comentarios corren por cuenta de un servidor. Mi amigo no es responsable de este de vista.

 
 









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