miércoles, julio 05, 2023

Van Dijck en Sarandí




Un martes cualquiera. Salgo del diario con la amenaza de lluvia afectando mi caminata hasta la estación. Escasas gotas kurosawa (de las pesadas que recreaba el japonés en su película) me dan la suficiente confianza como para aprovechar el recorrido y seguir escuchando la charla de José Van Dijck, que suspendí a la hora del trabajo.

 

No, no se trata del central del Liverpool, ni ningún DJ que se precie. La holandesa (sí LA) lleva algunos años sacando a la luz los chanchullos de GAFA (Google, Apple, Facebook y Amazon) especialmente en cuestiones que estos saben de manera eficaz disimular (o encanutarse). 

 

Deje atrás, en redacción, no sé qué bardo con Cozcu y Néstor en Bloque, tema crucial para los portales de espectáculos que en el papel consideramos de manera austera, pero que "hay que dar" por vaya a saber qué motor de interés para la sección. Antes de salir, me llevo el rollo de los periódicos del día de dónde rescataré la columna de la contra de Fresán de los martes y no mucho más. Quizás sirva para protegerme ante el inminente chaparrón.

 


Hay, por supuesto, veredas flojas y zanjas ensanchadas a partir de la breve lluvia de la tarde. Pero ahora es de noche. No me apuro por el tren y las luces proyectadas en la humedad de las calles otorgan una necesaria belleza, suficiente como para desmitificar el promocionado pánico con que se suele definir nuestro suburbio.

 

Temor debería darnos Facebook, asumo en consideración con lo que la señora cuenta vía YouTube respecto de sus naturales imposiciones, el modo en que labura con nuestros sesgos, la forma de controlar nuestros deseos y sentimientos y que ningún estado se lo tome en serio o cuente con la fortaleza necesaria para hacer algo al respecto.

 

Me entero, sin embargo, que en San Pablo uno de los curros emergentes de las redes sociales, Uber, fue allá por 2018 (acá en realidad, según la fecha de la conferencia que escucho) fue encorsetado o cuanto menos "conducido" a cumplir con ciertas normativas de gobierno. A saber: tarifas más económicas para quienes se dirijan a zonas más humildes y cierta obligatoriedad para mantener un equilibrio de parte de la empresa en tal sentido.

 

En síntesis: algún impuesto que, a sabiendas de "la proveedora de movilidad" se exime de hacerse del seguro, las cargas sociales, regule al menos un poco su crecimiento en consonancia con las características de esa ciudad.

 

Pero volvamos acá. Cerca del viaducto, José (VD) me cuenta que las benditas plataformas impusieron recursos y formas en todas las escuelas en general. Alguien en la sala pregunta sobre qué pueden hacer los maestros en tal sentido y no parece resurgir ninguna solución mágica a la vista. La investigadora propone que los padres acompañen a sus hijos en el recorrido que realicen dentro de las redes. Que estén al tanto, que no los abandonen. También destaca la necesidad de que la educación opere sobre los valores públicos. Complicado en una jornada de piquetes porteños, donde domina el interés vehicular por encima de las urgencias de la pobreza.

 


Casi al cierre de la charla, la oradora da una particular visión, austera quizás para definirla como esperanza.  "Debemos pensar que podemos mejorar al mundo todos nosotros, suena casi católico, bueno ustedes que tienen al Papa saben cómo es eso", se atreve y casi suena a broma.

 

Con la catarata de información, es evidente que los GAFA sí son monstruos grandes que pisan fuerte. Van Dijck habla de su falta de transparencia, cada vez que la justicia o algún gobierno les pide precisiones sobre su accionar. Rescata como tantos expertos en medios los conceptos de 'compartir' y 'megustear', desterrándolos de sus primeros fines nobles promovidos por Zuckerberg desde su esencia y con los que hoy subyacen otros propósitos.

 

 Cito textual "Los mecanismos y la arquitectura son muy opacos en cuanto a la manera que funcionan...Los ciudadanos de manera individual no tienen poder para enfrentarlos. Los gobiernos tienen una responsabilidad frente a estas plataformas, tienen que actualizar los marcos regulatorios. No saben cómo manejar los algoritmos, flujos de datos, integración vertical de plataformas...".

 


Por supuesto que me pierdo, siempre cuando me sucede esto pienso en acudir a los propios, los pares. Qué se yo, amigos con quienes compartir la incertidumbre de un conocimiento que parece esquivo. Después cuando lo domino, se impone el efecto contrario. Una suerte de Eureka que me lleva a pensar cómo compartir este saber. ¿Qué vamos a hacer si el control de los dominadores de datos, de la inteligencia artificial se apropia de esta atmósfera, de mis pasos?

 

Muchas preguntas refieren al contexto. ¿Qué sentido tienen hoy las casas decoradas como otros tiempos, con adornos, cuadros, fotos, muebles si hoy la vida gira o se expande a través del celular? Todo ocurre ahí adentro. Veo el culto al espíritu minimalista realzado por los adoradores tecnológicos o los futuramas y recuerdo a los parientes decorando su entorno con detalles. Precisamente, con recuerdos.

 

A la vez Van Dijck admite las dificultades de las regiones más aisladas. Martín Becerra, nuestro comunicador que oficia en la charla de anfitrión, asume a Latinoamérica como la más desplazada. Y me lleva a pensar el wifi como la llegada del tren al lugar más recóndito: La civilización. Esa que viene o va a lugares lejanos para vaciarla, ensoñar o reconvertir su paisaje en otra entelequia, una nueva quimera.

 

Más cerca, atravieso garabatos de la calle que lejos están de la sabiduría de cuevas, grafitis contestatarios o rebeliones estéticas. Algo así como firmas prepotentes infantiles. No hay dibujo, ni lenguaje.

 

Me saco la capucha y leo en el viaducto la última consigna de Ferraresi. Justamente me habla de futuro. Paso por Los tres ases y celebro no haberme tropezado ni empaparme demasiado las zapatillas que justamente lavé este fin de semana.

 

La larga escalinata de la estación conserva un charco each escalón. A diferencia de otros días, el andén está lleno de gente esperando. Transporte civilizador y económico.

 

De pronto una salvedad de la disertante me vuelve a los conflictos cotidianos de la relación redes y juventud. Y sí, el tema de los hijos post adolescentes no puede faltar en este viaje. Ellos, los nativos digitales, son los que se la saben lunga y uno escucha en silencio estoico, aquello que por momentos jode: como se encausan sus gustos, de qué modo las plataformas alivianan las miradas sobre referentes autoritarios y estigmatizan a "los nuestros". Ah y cuántas posibilidades infinitas otorga la magia del mercado.

 

Antes de la reflexión de cierre de José, surge la imagen de Galperín, nuestro Elon. El de Mercado libre, mercado pago. Me acuerdo de uno de sus últimos tuits de Uruguay, mofándose del gobierno nacional. Y es comprensible, ya está trabajando en su propia GAFA pero desde este lado del planeta. Nada que les joda tanto como pedirle transparencia, que paguen impuestos en correspondencia de su ganancia, que blanqueé los sueldos de sus empresarios, etc.

 


Me fui por las ramas, vuelvo con la eventual invitada a esta atmósfera bonaerense, se suma el estadio de Arsenal de fondo. (Arsenál, por supuesto, no Aársenal), aclara la mujer que no está (estuvo en realidad ubicándonos en la conferencia grabada) para acusar a las empresas. Y llama a la necesidad de actuar. Es aquí cuando se planta en relación a los usuarios.

 

"Muchos me plantean '¿Es tan conveniente saber?' 'A mí no me importa la privacidad', esto me pasa especialmente con los jóvenes. ¿Realmente no entienden o no les importa? Creo que lo último es peor que lo primero. Si uno no entiende, yo puedo explicar. Pero si no les importa, es un problema. Significa que no son conscientes de lo importante que son los valores públicos.

 

Ya cerrando, Van Djick explica que Facebook nunca se hizo cargo ni del bullying que surge en los recreos, ni de los suicidios, ni de la filmación de actos violentos. ¿De las fake news?...algo, a partir de la contratación de tres mil editores, aunque suena más lavado de imagen que otra cosa.

 

Miro alrededor y dos o tres pasajeros parecen enfrascados en wsp e instagram. Dejo atrás Sarandí y también la charla en cuestión. Oigo antes de bajar, un encuentro creado por una de las radios nuevas entre el libertario que cautivó a Cristina y la joven villera (ambos se definen así) que milita argentinidad pero se distancia de la Cámpora. Demasiados hashtags e identidades para comprender.

 

¿Qué harán los que vengan con los popes digitales?, me pregunto en relación del próximo gobierno. Sencillo, lo que los popes dispongan.

 

Ya paró la lluvia, como desde hace dos años, es puro amague. Afortunado para quien se jacta de olvidar sus paraguas. En la ciudad del vidrio me falta la espesura de la Avenida Mitre que dejé 15 o 20 kilómetros atrás. ¿Por dónde andará Van Dijck ahora?, indago, pero quedo en eso. Ni por asomo se me ocurriría colarme en google maps u otros recursos para intentar ubicarla.

 

Mucho menos esta noche.


    

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