lunes, octubre 01, 2018

¿Omisión?

A no confundirse, que uno calle o evite explayarse con palabras o historias no implica ausencia del análisis de la razón, falta de circunstancias vividas o pérdida de sentimientos.
Hoy, por ejemplo, vi dos cartoneros en la puerta de un negocio de iluminación, juntando lamparitas.
Hace un par de semanas, llegué a la conclusión de que Sarandí se parece cada vez más a la Albuquerque de Better Call.., ambas ciudades derruidas, rumbo a la insignificancia, libradas a su suerte.

De ahí entendí que quienes tienen la guita para transformar el mundo, están demasiado ensimismados en sus pajas; mejorarnos como ciudadanos o personas, no suman puntos en su naturaleza.
Tranquilos, no me referiré al containers de hijos de puta que nos gobiernan y se esmeran por sumergirnos a lo más recóndito de la miserabilidad argenta. El Messi amarillo, no nos merece. Mauritzio tampoco.

Omitir no es vacío necesariamente.

Esquivo algunos encuentros (de amigos, parientes, etc.)
Tampoco hoy mis hijos se toman el tiempo para cuestionarnos.
La verdad ya se ocupará de ellos.
En este período, un amigo despidió a su padre y tuvo el decoro de agradecerme la simbólica y persistente compañía de los últimos meses hablando sobre el día a día y la agonía. El hombre se fue o lo dejó ir, justo cuando ganó su boquita y días después de que yo terminara de leer Patrimonio de Phillip Roth; gran libro para asumir que transitar el deterioro de un padre hasta el fin, también es una potestad indispensable de este vínculo difícil.
Otro del palo, luego de muchos años, se animó a confesar su pesar guardado por décadas. "A mi también me chuparon", reveló y siguió con un relato que elijo preservar.
 Continué con mi tozudez Roja, digerí un par de series con fruición (me gusta este término, como si uno se comiera un kilo de helado con desesperación): Ozark (ratificando un buen guión), la finesa y ventosa Karppi.
Ah, Kim es de ficción, la verdadera de esto de hacer el aguante, vive conmigo. Reparé por enésima vez un tocadisco, planté todo lo inherente a este período (tomate, rúcula, morrón, más una saludable intrusa), un disquero me regaló el grandes éxitos de Pastoral (la nostalgia se hace un festín conmigo)
Omití dolores que se van desdibujando en relación a las descripciones habituales. Me serví de la naturaleza para esquivar este cambio vergonzoso que nos gobierna y cuyos comunicadores, dilapidan lo genuino y noble de la vocación periodística.
Olvidé un poco a mis muertos queridos, resigné el viaje al paraíso neutral de Europa.
Y no mucho más. O sí, pero no es para andar contando en eventuales posts, eso que se hace carne. Tampoco necesito que lo vivido derive en una obligada y frívola confesión, hecha
a la medida de las redes sociales.

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