jueves, septiembre 21, 2017

¿Pequeñeces?

Por momentos insisto con eso de que todos los días se parecen.
La vez pasada me preguntaba cuál fue el último eclipse que dividió la rutina de aquellas jornadas inolvidables. Pero sigo equivocándome.
Bajo del tren con el eco del ciego más el tibio aplauso a su canto, casi de compromiso.
¿Cómo elegirá su repertorio?
¿Tendrá que ver el clima, su ánimo, los momentos?
No, no hay día a día calcado, como no hay mismo río.
Sin ir más lejos, la semana pasada Cata aceptó con desprecio una refresco sabor cocacola, ajena como de paso. Hoy la imploró, casi con necesidad.
Leo a Piglia y comparto uno de los párrafos de El último lector. Librazo. Hay tantas razones para escribir, como para leer un texto, transcribirlo a máquina, utilizarlo para seducir, abandonarlo a medias, simular su descarte.
Bajé a Sarandí, decía y antes de recorrer las escaleras de la estación, veo un cielo como pocos. Cuando se apaga o se acaba la lluvia, la luz de este barrio irradia. Trasuda brillo (trasuda la usé hace poco en una nota y vuelvo a pelarla "porque me plaze") No hay días iguales.
Atrás dejo el viaducto y ratifico lo pensado. Entre mi convicción apocalípitica sobre lo político, el sentido social, el devenir, etc, etc, recupero la noción de lo pequeño, lo ínfimo. Hay que estar, eso sí, atento a reconocerlo. Ser perceptivo y entender, como tanto precepto oriental, que esto semejante a lo efímero, guarda también la chance de lo espectacular, de lo divino.
Acaso no debo olvidarme que los eclipses se dan cada tanto.

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