lunes, marzo 27, 2017

Lo dicho y lo sobreentendido

Había una leyenda de chico, en formato fábula - sin animales, pero fácil de aprender- que daban ganas de creerla, hasta volverse irrebatible. Algo así como "si vos golpeás al piso, o tirás una piedra, el ruido llega hasta Japón", tirábamos convencidos y acompañábamos tal certeza con el índice apuntando hacia abajo, con conocimiento de causa respecto de nuestro globo terráqueo.

También, con el tiempo, algunos descubrimos El Ruido del Trueno, aquel relato de Ray Bradbury, acerca de una exploración al pasado, cuyas consecuencias repercutirían indefectiblemente en la actualidad de sus viajeros protagonistas.
La historia (si no la conté antes, vuelvo) decía que el hecho de haber pisado accidentalmente una mariposa durante la insólita travesía, acabaría incidiendo sobre el curso del tiempo. Sería entonces un déspota y no un presidente democrático, quien manejaría los destinos de aquel pueblo. Otros agravantes le seguirían con el peor destino para toda la humanidad. Sólo por ese descuido.
Por las dudas ni se calienten en revisarse las suelas. A soportar los problemas de dicción del kía y a convencerse de que este relato sólo se corresponde con la imaginación del autor de Crónicas Marcianas (a ver si los agrietados nos acusan de golpistas)

Ya adulto, con la Universidad y un enjambre de definiciones respecto de lo que uno expresa y su incidencia en quienes escuchan, algunos autores que uno subestimaba acusándolos de plomos, reaparecieron este fin de semana largo, a partir de una reciente reunión de amigos, para intentar reflexionar sobre las palabras...emitidas a boca e jarro.
La dupla Ducrot-Todorov, que dista de parecerse a la de Bochini-Bertoni o Lennon-MacCartney, guardaba un argumento oportuno para este post especulativo. El título de un texto del primero (Oswald Ducrot), "El decir y lo dicho",  lo guardo como otros imborrables de la etapa de aprendizaje como "El arte de amar", "Vigilar y Castigar", "La interpretación de los Sueños",  "El porvenir el largo""El Signo", según Pierce, o el siempre reivindicado "Por qué es el ente y no más bien la nada".

Ducrot, que era lingüista, sugería lo siguiente: “La realización de un enunciado es, en efecto, un acontecimiento histórico: algo que no existía antes de que se hablara, adquiere existencia, para dejar de existir después de que se deja de hablar. Llamo enunciación a esa aparición momentánea”.

Y ahí estoy, esforzándome por recuperar del pasado una de mis desbocadas acotaciones.
"Bocón" de hecho (¿por ende por derecho?) pienso ¿qué carajo habré dicho para desembocar en un enojo, memorable, según mi querido auditorio?. Acuerdo ahora, no extremar la importancia de lo que manifesté entonces. Aunque no faltaron voces disonantes.
- "Vos lo que pasa que le dijiste eso y de ahí te hizo la cruz", suelta una amiga.
- "De eso no se vuelve", aporta otro provocador.
Sigo considerando una exageración suponer que una palabra pueda repercutir de tal modo, que el destino de un sujeto quede sumido a lo que se expresó en un eventual encuentro de pizzas y cervezas. Como si se tratase de una maldición que afecta no mis rasgos, ni la vida de mis congéneres, ni mi bienestar, pero sí algo tan simple y no por esto menos importante, como ésta y mis futuras expresiones. La piedra que tiraste ayer, te golpeará mañana y pasado mañana, etc.
La mente intenta viajar más rápido que explorador de El Tunel del Tiempo a fin de revisar aquello que algunos consideran inenarrable. Eso que se esfumó en mi cerebro, acaso resignado por otros pensamientos como la primera discusión con mi pareja, un día de rehabilitación en traumatología o una resaca de un blanco de damajuana que, allá lejos también, me arruinó todo un fin de semana largo.

"¿Cómo habrá sido exactamente aquella frase?", me digo y a la vista, parece más fácil resucitar a una ex oruga pisoteada que apagar una palabra desubicada.
De volver al pasado, dudo que callarme surja como alternativa. Por culpa de mi carácter, claro.
"¡A hacer silencio!", cual orden milica. No, no creo que convenza.
¿Se acuerdan de la campaña que nos adoctrinó cuando eramos más chicos? "El silencio es salud", sostenían los medios y, cual hinchadas, le pusimos cantito a fin de humillar al eventual perdedor: "Chuchuchu, chuchuchu, el silencio es salud" 

Y como todo tiene que ver con todo (mezclaré siempre, calenchu), redescubro que la falsa fábula corresponde concretamente a un viejo proverbio chino


"El leve aleteo de las alas de una mariposa se puede sentir al otro lado del mundo" Teoría del caos, que ya sí efectivamente sugiere la posibilidad de que un ínfimo acontecimiento como el aleteo de una mariposa, acaecido en un momento dado, pueda alterar a largo plazo una secuencia de acontecimientos de inmensa magnitud, (al menos para variar el lugar y momento de su aparición, no tanto para aportar la energía para causarlos, que obviamente no posee)
Sin el japonés devolviéndome el saludo de aquel golpe en el suelo, ni la posibilidad de regresar al pasado (al menos en un sentido corporal) para cerrar esta bocaza, opto por revisar la teoría del caos de Edward Norton Lorenz, que propone Wikipedia para explicar el efecto mariposa.
"Si se parte de dos mundos o situaciones globales casi idénticos, pero en uno de ellos hay una mariposa aleteando y en el otro no, a largo plazo, el mundo con la mariposa y el mundo sin la mariposa acabarán siendo muy diferentes. En uno de ellos puede producirse a gran distancia un tornado y en el otro no suceder en absoluto".
Doy fe que el amigo Norton Lorenz, no se equivocó en este caso. Aún cuando recientemente, en circunstancias complicadas, nos vimos con la mujer afectada por mis dichos, pongámosle una década atrás, e incluso residiendo más cerca de lo pensado, la vida se encargó de apartar conceptos, formas de proceder y pensamientos, cual aleteo de Pterosaurio.
Así y todo, no creo que nos guardemos rencor, de hecho yo no guardo ni el recuerdo de mi comentario y si es así, aún hoy considero que fue una boludez.

De todos modos, entre el Decir y lo Dicho, el eco de la piedra arrojada en un pozo desde estos lares y el caos, queda más que claro que algunas cosas repercuten en nuestros actos y otros no.
"Los sueños de ayer no los tengo mañana", grita el flaco en Viajero Naciendo, demostrando que nada es absoluto.
Bah, no sé, a lo mejor este texto también los afecta a ustedes.
Guarda.
Buenas noches.



 

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