Mis preguntas retóricas (mi laguna cerebral las había sustituido por empíricas, hipotéticas y hasta ¡edípicas!, antes de encontrarlas)
Tal vez de ese bucear la nada, resulte algo.
Una asociación arbitraria entre los rasgos y parientes lejanos.
Una siempre grata sorpresa respecto de lo naturalmente bello, que excede las fotos retocadas o dispuestas para una decorosa y perfecta imagen que obliga la red social (esa que todo lo simula, que todo lo vuelve insoportablemente joven)
Reviso, digo y en otros aspectos tampoco aún buscando, encuentro nada.
Nada en los abrazos de mis hijos que pasaron a mejor vida, mérito del crimen adolescente (mataron y siguen matando a sus padres con una insoportable e inmanejable indiferencia)
Y busco en esta soledad palermitana impuesta para que de sentido al devenir, que hace un tiempo (¿dos, tres años?) dejó en suspenso el porvenir.
Y entre tanto silencio semejante a la incertidumbre, me entusiasmo cual consuelo de escriba, con las voces diferentes del Rivera lúcido. Le cambié sus próceres admirables con sus mandatos libertarios, por laburantes y gremialistas de carne y hueso.
Lo rescato por realzar el rol de la vejez desde una sabiduría que plasma magia o algo semejante a la eternidad con un solo hecho y sin ningún salvoconducto salvador: saber decir que no a tiempo y volverse grande por ello.Y en esto de revolver en una búsqueda inútil, allí (o aquí) donde parece que nada nuevo existirá, acumulo siluetas, ojos, olores, calles, sabores que pudieran pertenecerme en otras circunstancias y que, por obra del azar, durante unos minutos se vuelven literatura. Individual, por ahora, pero sarandeadora de rutinas que enmudecen.
Y que, por caso, a veces amargan mi paladar imponiéndose el buche del fracaso.
A mi, que en mis años mozos ("no seas contestador", tiraba mi vieja) me gustaba o hacía todo lo posible por vomitar.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Reflexionemos juntos, no te inhibas y peleate conmigo y con la escritura.