domingo, septiembre 04, 2016

bolishopin

Desde hace dos o tres semanas, adopté una rutina medio bobona, sólo aplicable los domingos.
Me tomo una pausa en el laburo y camino dos cuadras para recorrer el bolishopin.
No, nada que ver con Bollywood, así rebautizaron por estos lares a la feria internada de la zona, donde las pelis, casacas de fútbol y chucherías varias ofician de espejismo capitalista para los que menos tienen.
Así, mientras cae la tarde, los trapitos que ofician de lavacoches con la última luz del día, comienzan a acomodar sus tachos, envainan sus secadores y revisa las monedas de la jornada.
Hay pibes gorritas en la entrada, cuyo vozarrón deviene en susurro, tal vez suponiendo que los ¿suculentos? manjares de picadas a la vista en el amplio canasto, lograrán por si mismos, capturar la atención de algún desmemoriado padre, urgido con la cena del domingo.
Sorprendemente, hoy encuentro más gente que otras veces. Bah, si al cuarto día de cobrar un mango la gente no accede a este paseo, ¿cuando entonces?
El pasillo bendecido por un plasma alto, elige a Maradona Junior y los debates del corazón, de advenedizas analistas.
El fútbol, se sabe, se resiste al imprescindible retorno. A veces los transeúntes se paran en la entrada para embeberse de un exagerado relato, ratificándoles la condición de hincha.
"Hasta el próximo viernes, si dios quiere", suplica la mujer a una colega que apila jeans y buzos estampados. Veo menos pibes que antes, supongo que la proveduría emergente ya no tienta a los conejillos de india de las tecnologías. Si no es una campera o zapatillas ¿habrá algún adolescente que quiera pasearse en el austero espacio trucho, a fin de conseguir dos calzones de oferta, un protector de celular o la última temporada trucha de cualquier serie?
Cruzo unas palabra pensando en mi botín de Jarmusch, será el próximo fin de semana. Me recuerdan que mi lugar de laburo es importante. No dicen que vende bien, porque esa es una preocupación interna. Más bien, que se ve bastante en todos lados. Me alegro, quizás por falsa pertenencia.
Salgo porque precisamente la obligación del segundo semestre me lo exige. La noche y el viento sarandinense son una invitación a caminar todo Mitre. Patearía 30 cuadras si pudiera.
Hay un vacío que se instala, sin asfixiar. No es un domingo suicida. Es un vacío conocido, personal que gozo tanto como la humedad bonaerense,  de esas bien nuestras.
Ya no hay trapitos, una familia juega con la falta de sincronización de sus pasos.
Y se ríe. La jornada, fue, pero a ellos nada los apura.
La tele de la noche, nos es ajena.

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