lunes, marzo 21, 2016

Tener clase, las formas, etc.

Quien pispee el libro G de John Berger, al llegar a la página 39, podrá encontrar algunas similitudes en relación a la serie Downton Abbey, de la que ya hablamos alguna vez. El caso de la familia aristocrática adaptándose a las nuevas formas de los tiempos, con su servidumbre en sintonía, permite contemplar un modo de vida sostenido más en una puesta que en una realidad. Ahí, sale la disyuntiva respecto de lo verdadero y falso que uno vive.
El ejemplo, puede aludir a un momento concreto, como veremos en el extracto compartido a continuación, pero también a aquellos que se fabrican un mundo de fantasía y lo reivindican a cualquier precio.
Ojalá les sirva para entendernos y reflexionar sobre lo que nos toca transitar.


...A fines del siglo pasado, las clases altas inglesas se enfrentaron a una crisis descomunal. Su poder no estaba amenazado, pero sí lo estaba su imagen, una imagen que ellos mismos habían escogido. Hacía tiempo que se habían adaptado a la industria y al comercio capitalistas, pero habían elegido preservar el modo de vida de una elite terrateniente y hereditaria. Este modo de vida, con todas las pretensiones que lo acompañan, se hacía cada vez más incompatible con el mundo moderno. Por un lado, la escala de las finanzas de la industria y de la inversión imperialista modernas requería una nueva imagen para sus dirigentes: por otro lado, las masas exigían democracia. La solución que encontraron las clases altas era fiel reflejo de su carácter: enérgica y frívola a un mismo tiempo. Si su modo de vida tenía que desaparecer, primero lo idealizarían transformándolo abierta y descaradamente en un espectáculo; si había dejado de ser viable, lo convertirían en un teatro. Ya no trataban de justificarlo (salvo de una forma puramente verbal) según un orden natural; en su lugar, representaban una obra de teatro, con sus propias reglas y convenciones, en un escenario. Este fue a partir de los años ochenta del siglo pasado, el significado oculto de la Vida Social: las cacerías, las monterías, las carreras de caballos, los bailes, las regatas, las grandes fiestas.
El público en general recibió con agrado esa idealización. Como la mayor parte de los públicos, creían que hasta cierto punto poseían a los actores. Quienes en otro tiempo habían sido sus dirigentes se habían convertido en sus cómicos. Mientras tanto, durante el divertimento, las clases altas fueron acostumbrándose a este nuevo ejercicio del poder, por fuerza mucho más enmascarado. Como el ave fénix, iban a renacer de sus cenizas, pues las cenizas eran sólo las de sus atributos, que terminaron siendo utilizados como attrezo.
Jocelyn es un miembro empobrecido y periférico de esta clase. Las cacerías y carreras a las que asiste no son las más distinguidas. Pero esto aumenta su necesidad de creer que ese teatro es la vida y que el resto de la vida es un intervalo vacío, en suspenso. Por eso es evasivo y por eso se vuelve insólitamente pasivo cuando está fuera del escenario sin texto que decir o acciones que representar. Pero hemos de aclarar algo: no se trata de que busque el brillo de las candilejas o el aplauso del público (muy al contrario, le parecían vulgares) sino de que cree de verdad que el teatro es la realidad.
El vestuario de su papel: botas altas con las vueltas color caoba, espuelas, pantalones de montar de pana, un descolorido frac rosa, una pechera blanca, un sombrero de copa, una larga fusta con al empuñadura de cuero.
De noviembre a abril sale a cazar cuatro días a la semana.
Debo señalar que he utilizado la expresión "teatro" como una metáfora, a fin de resaltar la índole esencialmente artificial, simbólica, ejemplar y espectacular de la ocasión. Pero el escenario y los decorados son reales. Son reales el tiempo invernal, los perros de caza, los matorrales que hay que sortear, las vallas que hay que saltar, el campo por el que cabalgan, las huellas del zorro, el cansancio del hombre que ha cabalgado todo el día: y la experiencia física de todo ello es tanto más intensa debido a su simbolismo, un simbolismo que presiente todo cazador incansable.
Sólo por montar a caballo se es ya un señor, un caballero. Representar al noble (tanto en el sentido ético como social) Vencer. Figurar, aunque sea modestamente, en los anales de la batalla. El honor comienza con un hombre y un caballo.
Alejarse con los perros es ser intrépido. Ser hábil. Es ser el que no respeta nada salvo el paso.
Cazar es lo opuesto a poseer. ES pasar por encima. Lanzarse a campo abierto a toda velocidad. Es ser tan libre, en tanto que hombre, como el zorro de recto pescuezo es libre en tanto que zorro.
Reunirse es cabalgar con otros que, sea cual sea su carácter individual, saben algo de estos valores y a ayudan a preservarlos. Todo lo que se opone a estos valores parece estar representado por la invención del alambre espinoso. (El mismo alambre contra el que más tarde morirán millones de soldados cumpliendo las órdenes de unos generales a caballo.)
(pag 40 y 41) G John Berger





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