Más en diciembre, donde la ebullición habla más de un planeta que se calienta y resiente como si la vuelta número trescientos cincuenta y pico de su rotación solar, le pasara factura, antes de iniciar otro ciclo.
Pensar en John, en Imagine, en Yoko dolida, en el Why de miles de jóvenes cuyo cuestionamiento tiene más de reproche que de razones. Todos supimos y hoy sabemos por qué.
Acaso el fin de Lennon allá por el ochenta, cierre definitivamente el ciclo de un sueño colectivo, iniciado por los hijos de la post guerra.

Uno creía que ese simil de bautismo consciente de la eucaristía (pero sin vino), borraría esa maldad o aspecto insano de crecer en un mundo desparejo, pero igual, como decían, los sabios que nos formaban "a los ojos de dios".
Algo así como creerse las trampas del discurso del derecho, o de ese guardapolvo blanco que socializaba todo, pero ....a la vista.
Ni el mejor argentino que se precie como tal, eludirá al diciembre del tristemente célebre y para muchos hoy

Acaso Cromañón, también años más tardes ratificó la idea de estar condenados a nuestras miserias.

A Europa le falta abrirse al mundo árabe, al distinto y, como en otros tiempos en Estados Unidos, aceptar que lo nuevo no se construye desde reacciones bélicas, persecusiones o diferencias de clase.
A los argentinos, les bastará con asumir el terruño y los habitantes previos a los barcos. Mi metáfora preferida es la de los acomodados hijos, nietos de italianos, enamorados y unidos en matrimonio (o en las formas que quieran), con los hermanos bolivianos.
Enójense, pero sucederá.
Mientras tanto uno supone. Yo imagino un mundo sin países, en paz, aunque sin religión, nada por lo que matar o morir.
Bueno, a todo el mundo compartiendo el mundo.
Aún y a pesar de diciembre.
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