miércoles, julio 08, 2015

Fusilado que vive - Brasil, julio 2015

La fortaleza de ciertas frases a veces quedan revoloteando por la memoria, como esos mosquitos minúsculos que aún con su torpeza, acabarán con el supuesto carácter certero de cada uno de nuestros golpes y volverán a sacudirnos del sueño.

Como una letanía, el disparador de Operación Masacre, resonó otra vez. "Hay un fusilado que vive", me vino a la mente ayer, cual soplido de aire, tras un profundo ahogo, después de escuchar la noticia: "Detuvieron al presunto asesino de Rodolfo Walsh en Brasil"

El acto reflejo me llevó a dudar de la información;  hay tanto ruido hoy en torno a quien se volvió ícono del periodismo y la militancia, tanto devoto furibundo, como número de detractores respecto de su estilo de vida, que hacen que la sola mención del hombre resulte sospechosa en cualquier contexto.
Y mientras escribo esto, me resisto en el fondo a reproducir el nombre del criminal, a riesgo de que su imagen pueda devenir en un David Chapman y lo atractivo de descifrar la mente del
asesino, se realce por encima de nuestro venerado escriba.

Roberto González, dicen los diarios, es el ex represor en cuestión, quien a diferencia del fanático de John Lennon, probablemente sepa poco o nada respecto de Salinger y su obra El guardián en el centeno, texto que obsesionó a Chapman y por cuyas neuronas desembocaron en la eliminación del mejor Beatle.

Pero dan ganas de hacer paralelismo, más allá de lo dicho.
¿Qué leería González en su casa de Viamao, esa ciudad cerca de Porto Alegre que lo albergó por más de una década?
¿Qué le quedó de aquella tarde fatídica en San Juan y Entre Ríos, con tantos y sucesivos operativos encima, con su grupo de tareas en la Esma?
¿Habrá quemado Roberto alguna revista de El Tony o Fantasía, antes de rajarse?
¿qué cosas conservó en su retina de la argentinidad?
¿cómo habrá vivido Brasil 2014?
¿Lo habrá mirado a los ojos, antes de liquidarlo?

En esto de lo circular, así como Julio Troxler fue víctima dos veces, sobrevivió primero a los fusilamientos de León Suárez (que motivaron al libro de Walsh) y terminó asesinado en el 74 por la Triple A, uno piensa que las de Rodolfo no son una si no varias las muertes bajo sus espaldas. Murió (o mató por su voluntad), una parte de él, cuando dejó su "costado gorila", allá por el 55. Después, ya comprometido, desterró el oficio de cagatintas privilegiando las ideas revolucionarias. Cuánto de su alma quedó con el final de Vicky, su hija. De esa carta bastión, ¿cuánto habrá de suicida? ¿cuánto habrá dicho su cuerpo?
Y aquí está, el señor Roberto, llegará al país para alimentar el hambre de los expertos en izquierdas a soplarles más actos inmorales del admirador de Borges y la literatura inglesa. Acrecentará difamaciones como las de Astiz o Reato, para seguir intentando silenciar al de revelador de criptogramas de la Cía, al de Satanowsky, al de la pizzería la Real.
Y en esta nueva manera morbosa que surgirá, probablemente desde los medios, para ahondar en detalles sobre su muerte, Rodolfo seguramente tendrá más historias, detalles y denuncias para contarnos.
Hay un periodista, que se resiste a morir.

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