sábado, mayo 02, 2015

Enseñanzas de Spike Lee en La hora 25

Ayer me deleité con la eterna sabiduría de uno de mis directores favoritos, Spike Lee. El film, post Torres Gemelas con un fantástico Edward Norton (Tan bueno como American X), ilusiona en esto de buscar un mensaje universal que vaya más allá de los intereses económicos o de castas.
A groso modo, la historia de un vendedor de drogas irlandés que, tras ser delatado vive su último día con preocupación porque deberá ir a prisión durante siete años, suena a formato standar de cine. 
Sin embargo, Lee siempre mira más allá y así como en Haz lo correcto y Fiebre de Amor y Locura, nos enseñó nuestras limitaciones prejuiciosas en relación a los demás, acá insiste con igual clase.
Paradojas de sus obras, las diferencias sociales continúan a la orden del día.
Como sea, aquí dejo la escena de un monólogo imperdible, pero también recomiendo el film y prestar atención en la última parte. No sólo por las imágenes sublimes, si no por el sentido entre lo que pudo ser y lo que es.
Saludos. 
 https://www.youtube.com/watch?v=OdOH-GvzEYg



* ¿Qué me mate? ¡Matate vos! Y esta ciudad, y sus habitantes. Que se maten los mendigos que andan por ahí, tratando de sacar dinero y riéndose de mí a mis espaldas. Que se mate el limpiavidrios del semáforo que me ensucia el parabrisas. ¡Buscate un trabajo! Los Sijs y los paquistaníes, en exceso de velocidad en sus espeluznantes taxis, rezumando curry por los poros, apestándome el día, pichones de terroristas. ¡Más despacio, maldición! Que se maten los pibes de Chelsea con sus pechos depilados y sus bíceps, dándose mamadas en mis parques, meneando sus penes en mis canales codificados. Que se maten los tenderos coreanos con su fruta carísima y sus flores envueltas en celofán. Diez años acá y siguen sin “hablal” inglés. Los rusos de Brighton Beach, matones sentados en los cafés, bebiendo té en vasitos con un terrón entre los dientes. Tramando y negociando. ¡Vuelvan de donde diablo hayan venido! Que se maten los judíos hasídicos, paseando por la calle 47 con sus gabardinas cubiertas de caspa, vendiendo diamantes sudafricanos del Apartheid. Que se maten los de Wall Street, supuestos amos del universo. Imitadores de Michael Douglas alias Gordon Gekko, planeando cómo dejar sin dinero a los pobres trabajadores. ¡A esos rufianes de Enron, cadena perpetua! ¿Creés que Bush y Cheney no lo sabían? ¡No me digan! Tyco, Imclone, Adelphia, Worldcom. Que se maten los portorriqueños. Disparan la deuda social. El peor desfile de la ciudad. Y nos hablemos de los dominicanos. A su lado, los portorriqueños tienen buena pinta. Que se maten los italianos con su pelo engominado, sus camperas de náilon y sus medallas de San Antonio, blandiendo sus bates de béisbol firmados por Giambi, presentándose a pruebas para Los Sopranos. Las esposas del Upper East Side con sus pañuelos de Hermés y sus alcachofas “gourmet” a 50 dólares. Caras sobrealimentadas, estiradas y alisadas, tensas y brillantes. ¡No engañás a nadie, querida! Los hermanos de la zona norte. Nunca pasan la pelota, no ayudan en la defensa, dan 5 pasos para lanzar al aro y después culpan de todo al hombre blanco. La esclavitud se abolió hace 137 años. ¡Den vuelta la maldita página! Que se maten los polis corruptos que sodomizan con un destapador de cañerías, sus 41 tiros protegidos por la línea azul del silencio. ¡Se burlan nuestra confianza! Que se maten los curas que meten sus manos en los pantalones de algún niño inocente. Que se mate la iglesia que los protege, librándonos al mal. De paso, que se mate Jesucristo. Salió bien parado. Un día en la cruz, un fin de semana en el infierno y los aleluyas de los ángeles para toda la eternidad. Intentá pasar siete años en la cárcel de Otisville. Que se mate Osama Bin Laden, Al-Quaeda y los idiotas retrasados fundamentalistas y cavernícolas de todo el mundo. Por los miles de inocentes asesinados, ojalá pasen el resto de la eternidad con sus 72 putas, ardiendo en querosén en el infierno. ¡Jinetes de camellos con toallas en la cabeza, ya pueden ir besando mi monárquico culo irlandés! Que se mate Jacob Elinsky. Llorón insatisfecho. Y Francis Slaughtery, mi mejor amigo, que me juzga mientras le mira el culo a mi novia. Que se mate Naturelle Riviera. Confié en ella y me apuñaló por la espalda. Me envió a la cárcel. ¡Puta asquerosa! Que se mate mi padre con su eterna pena, detrás de esa barra, bebiendo del sifón, vendiendo whisky a los bomberos, hinchando por los Yanquis de Nueva York. Que se mate esta ciudad. Desde los chalecitos de Astoria hasta los altillos de Park Avenue. Desde las viviendas sociales hasta los lofts. Desde los monoblocks de Alphabet City hasta las casas de Park Slope y los pisos de Staten Island. Que los arrase un terremoto. Que los destruyan los incendios. Que quede todo hecho ceniza, que suban las aguas y sumerja este lugar infectado de ratas… No, ¡matate vos, Montgomery Brogan! ¡Lo tenías todo y lo echaste a perder…! ¡Vos, maldito estúpido!


* Jorge Prinzo hizo una adaptación del monólogo


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