Cita planificada por meses, incomprensible a cualquier sujeto ajeno a este sueño cybernauta.
Es en el Planetario y no por el Bafici, tampoco se trata de una inquietud planetaria o cósmica, pero las pibas quieren estar con sus estrellas: Martuu y Brichuu Dominguez.
"Dos pibitas youtubers", explica alguien a las 15.30 a otros distraídos que ven cómo casi doscientas teens o pre adolescentes persiguen a sus muchachitas ídolas, sólo para obtener sus respectivas selfies, los saludos grabados para potenciales canales propios y algún gesto que las incluya dentro del mundo de las agraciadas a los portales de video, donde las hermanitas suman más de diez millones de visualizaciones entre las dos y casi 60 mil suscriptores en sus respectivas cuentas.
Las muchachas berazateguenses y un servidor, llegamos con puntualidad inglesa.
Gabriela y Saverio, zafaron, pienso. Cata había dedicado la mañana a preparar con sumo cuidado una dedicatoria especial sobre una cartulina de color verde. Por su lado, Aimé eligió unos zapatos de plataforma modernos, como quien va a la mejor fiesta (el pasto y alguna ampolla más tarde la harán lamentarse)
A priori no vemos a las convocantes. Hay sí, mucho fan de One Direction o directioners, ventas de posters, remeras, barras para selfies, pines, etc.
Un guiño con un par de padres revelan objetivos, digamos similares, aunque ellos vienen por otros exponentes idolatrados.

Por fin aparece la experimentada Brisa, o Brichu, quien con 13 años y labios pintados comienza a sonreír a cuanta admiradora le acerca un regalo, con la experiencia que le dan sus 6.731.158 visualizaciones, a partir de los numerosos videos que creo en apenas un año.
Se complica el saludo porque ninguna quiere perderse el momento. Hay besos, preguntas y una cola irregular que emula estrictamente al modelo fan, llámense Beatles, Justin, Madonna o Brichu, las pibas son seriales en devoción.
Las mías se mueven con timidez, hasta llegar a destino. Cata no puede evitar la marea humana y, apenas se arrima a la agraciada, le marca con sus dedos acuñados su presencia, cual toc toc de pájaro loco.
Brisa la ve, acepta fotografiarse y sigue con su rutina, casi mecánica.

Aimé por otro lado parece algo ofuscada. No sé si porque quiere hacer todo a la vez con su tablet y no le da el tiempo, o si es porque sus ídolas la superan y la llevan a confirmar que en estas circunstancias de la vida, no es ella el centro de la escena, o porque como a tantas le revienta hacer colas, aún para estar con chicas famosas.
En tanto veo a los padres de las agraciadas, dejar hacer entre tanto vértigo. Se nota que no es la primera juntada y tanto la madre como el papá de las partners en potencia lo disfrutan.
Partner son aquellas que cobran ingresos extras importantes. Brichu, según me explican, ya está dentro de esta escala, razón por la que además de generar admiración, las pibas se sueñan en una posición similar, a fin de recibir la miel del gran Oso Youtube.
Dan ganas de entrevistar a los mentores de las pequeñas pero pienso a qué medio le interesaría tal nota.
El tema es vendible (y seguramente quien lea este post, cuanta ahora con la idea) "cómo criar a una youtuber", título que podría expandirse a cualquier padre asumido en esto de contar con sus hijos en conexión permanente, recurrente, sin que esto altere ¿el orden? familiar, educativo, social.
Buena pregunta para padeceres propios, aunque sin que esto signifique criar hoy por hoy a una hija popular. Bah, mas o menos.

"Esto va demasiado lejos", pienso con la convicción de quien no tiene la más puta idea sobre cómo manejar tal circunstancias (ni ninguna que se le parezca). Van casi dos horas y la bolsa de consorcio que sostiene don Dominguez, un flaco con pinta de fotógrafo, de San Isidro, según tengo entendido, guarda el cariño de las muchachitas en forma de caramelos, notitas, fundas de celulares y demás souvenires recibidos.
De pronto, entre las filas Tini elogia uno de los presentes, lo que denota algo de frustración entre quienes no tomaron recaudos para semejante devolución. Algunas salen raudamente de la cola rumbo al kiosquito más cercano para proveerse de chupetines, cajitas de tictac o lo que alcance, con tal de congraciarse con Martu y Brisa y así recibir similar respuesta o algún otro mimo que sirva para viralizar su imagen, el comentario o cualquier acotación que les de una existencia mayor entre las redes sociales.

"Me pasás el celu que quiero ver las fotos" "Y a mi la tablet", ordenan una y otra a este buen remisero, al regreso.
"¿Pa, podemos volver el día atrás y empezar de nuevo?", pregunta mi hija. Ni mis recursos, ni los técnicos que van haciendo de las suyas, estarían al alcance de cumplir con semejante deseo. Momentáneamente, claro.
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