lunes, octubre 13, 2014

Finde, Brics y villeros

- ¿Vivís cerca del Tomás Edison?, pregunto al compañero de mi hijo, en relación a una escuela valiosa de Bera donde se rescata la apertura creativa, entre otras cosas.
- "Sí, ahí, fui un año, pero después cambié. Muchos villeros, cambió".
Elijo el silencio. Maldigo la situación, pero cómo condenar a un pibe a los 13 años por sus dichos.
Después lo dejo en su casa. Repaso el fin de semana, las charlas con los amigos de Saverio que simularon un campamento para terminar jugando al Duty no sé cuanto, baleando a cuanto sujeto se les cruce hasta las cinco de la mañana.
Recuerdo las palabras elogiosas de uno a Macri y la venia del que me habló de los villeros a su reflexión. "Y sí, yo también votaría a Macri", concluyó el más pequeño. En medio de la charla, del regreso llevando a uno y a otro a sus respectivos hogares, uno de los dos me dice que por culpa de Cristina no podemos estar en los Brics y ya no entiendo más nada. Maldigo que mi referente político con su oratoria no logre lo que la oposición hace con dos o tres temas dejando instalados aforismos tan nocivos y delirantes como los brics, la fortuna o lo que sea para que la morocha quede cuanto menos reconvertida en el cuco de toda la eternidad argentina. Pero no, explico o intento explicar que este gobierno intentó no ser más agroexportador, les hablo de que los brics esencialmente son países superpoblados con industrias propias, pero me pregunto si me darán bola. Después, siguió la charla del Edison y el silencio.
Mi turrez puede más y la liga Saverio: "Qué amigos te echaste", le escupo con la palabra villeros resonándome en la oreja. Se enoja y sin mirarme sé o entiendo que me odia. Otra razón más. Después me repite la desafortunada frase que le encajé. Rebobino, entiendo que lo mío no es justo, ni él, ni sus amigos tienen la culpa. Probablemente sus padres. Pido disculpas a mi hijo, le digo que lo quiero, que entienda que nunca voy a bancar el desprecio por los otros, que la palabra y su entonación me parece injusta. Me dice que lo entiende y sin agregar más, supongo que valora mi conclusión.
Unas horas más tarde, ya devuelto de mi laburo a casa, repaso la situación con Gabriela, celebramos que Cata no siga el secundario en la misma escuela. Nos duelen los valores que instalan las falsas y con ínfulas humildes privadas del conurbano. En 2015, nuestros dos hijos serán alumnos de la escuela pública (Saverio ya lo es desde hace dos años). Queda la incógnita de seguir a contramano. Ojalá no represente un castigo para ellos. Ojalá, perduren las semillas.

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