En verdad, después de una reunión bárbara con los "amigos de la vida", parafraseando esta idea de los que uno (el destino o como se llame) encontró, la lentejeada del domingo dejó algo más que la idea de paladares exquisitos. Es que lo nuestro, no es cuestión de bonvibant precisamente.
A diferencia de otras circunstancias o consideraciones, no hubo reflexiones rimbombantes o exageradamente profundas. Nada más lejano de aquella tertulia en Antes del Amanecer, respecto de preguntas existenciales o trascendentes. Hubo, en cambio, risas sobre chistes viejos y evidentes, una promesa de casamiento del amigo caracterizado por calculador y cerebral (lo que sirvió para ponernos contentos a todos), un desliz de bardo (no puedo con mi genio peleador, lo siento) sobre una potencial cantante de Gilda; mirá que la música nos dio tantos y caer en ella!!! preguntas sobre los pibes y tecnología, fiebre de hijos con más efecto capricho y fastidio que virus y muuucha, muucha comida dulce para apabullar el mate.
En esta casa de puertas, ambientes amplios y ventanas, también vi el gesto simple de proteger plantas de un sol más tirano que invernal. Hubo silencios compartidos, acaso porque aunque el calendario diga que es un domingopreferiado, el cansancio no entiende de convenciones colectivas y, quien más, quien menos entiende que descansar es para cuando pinta, nada más.
Alejandro me sorprendió gratamente con una argumentación sencilla para contrapesar "las deudas hay que pagarlas", razón que le dio a dos krispadas en su taxi, recién llegadas de Europa, suficiente como para acallar a los intolerantes de bajo techo intelectual, aunque, para ser franco, nadie mejor que el hombre, sociólogo, poniendo las palabras justas a las chicas de voluntades inconscientes y latentes menemistas.
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Castelli, para mi amiga, para mí y posiblemente para todos los que estuvimos el último domingo comiendo lentejas aún cuando el clima quiso hacer cualquiera, lo que no nos privó de darnos el gusto igual y saborearla como pocos porque si hay algo que le sale espectacular a la anfitriona son estas lentejas, Castelli, decía, representa a aquello que para nosotros está más vivo que nunca. Y aquí la razón de esta escritura, pensar que hay muchos aspectos que pueden sonar a ficción y que, para nosotros, tienen más sentido que unos cuantos vivos dando vuelta que significan poco o nada.
Castelli puede ser la aventura o la utopía, del mismo modo que un postre "típico" italiano con sangre de chancho y chocolate, sería un elixir mágico, el mejor veneno, o una fórmula secreta a considerar...y en serio. Y es que lo que nutre (valga el verbo, en relación al comentario anterior, aunque todavía no tuve la chance de probar ese brebaje del que tanto alardea la muchacha hija de tanos), son los sujetos que elegimos para transitar el baile que nos toca. Son los Castelli, las canciones, los recuerdos de fallidas cenas de fin de año, en lugares soñados. Las discusiones simbólicas contra las Sarlos o la reivindicación a José Pablo. Los debates sobre la frivolidad de nuestros músicos (nuestros son aquellos que acompañaron, entusiasmaron y hasta defraudaron durante nuestro crecimiento)
Y todo esto que tiene mucho de imaginario, de discusiones que no se pueden palpar (bah, las únicas palpables son las que se arman a base de puños y trompazos), me lleva a pensar que esa manera sensible de ver nuestras realidades, son lo que dan sentido a la pelea cotidiana.
"Lo mismo que Castelli", entonces es Rosebud, es abracabadabra, es "una sombra ya pronto serás" o como contrapartida "y si acaso no brillara el sol". "Lo mismo...", es "me cortaron las piernas", "en Europa no se consigue", "serás lo que debas ser...o si no serás periodista", Ojo, no son muletillas, más bien construcciones culturales de los sujetos colectivos o los que fuimos cruzándonos en suerte.
"Lo mismo que Castelli", es desolación, impotencia...pero también, como nos enseñó tardíamente el maestro que lo impulsó, la sola mención de la frase refiere a lo que, cáncer, miseria, o puta enfermedad, mal que le pese..."lo mismo que Castelli", remite inevitablemente a que lo que nos toca, como la revolución, es un sueño eterno.
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