viernes, junio 06, 2014

Una pregunta

Cuando surge la ilusión, de suponer un reencuentro con aquellos que ya no están, invariablemente, en este juego lúdico-espiritual, o mejor dicho religioso, se supone que el pariente estará en sincronía, con el mejor momento de nuestras vidas. O acaso, uno se encontrará con un viejo en edad adolescente? Porque si existe esa chance de volverse a ver, quién elige la edad más conveniente para hacerlo, el que marchó, o el que se quedó. Entonces el retorno será para satisfacer al que se bancó de este lado de la existencia, o el que se perdió de vivir un poco más.
Mis abuelos serán los de sus años peronistas, o del principio del derrumbe jubilatorio? Y la gallega? y el ayudante de ferretero? vendrá cuando hizo la parte de marido obediente, o en sus años soñadores socialistas de la república, durante su laburo en Ferrol, tatuaje (extraño) de monja, con la palabra te quiero mediante.
Y mi tía la loca? En su plenitud recorriendo las preguntas psicológicas, post 50? Y los amigos? Y los padres de los amigos? Esos que condicionaron su crecimiento dejándoles tantas preguntas y tantos agujeros por abuso de faso, estrés, delirios, etc? Y mi suegro? será aquel niño esperanzado de la vuelta de su papá rumbo a su Segunda gran Guerra, para compartir las medallas invalorables, pero inútiles? O el último cabrón acosado con sus úlceras.
Y la aspirante a novia de cuarto grado? Esa que un día desapareció de la nada y cuya amiga de aula notificó con un frío "se murió", sin más rastro.
Y en todo esto, habrá chances de pispear algún héroe personal, qué se yo, digo un Kieslwosky, un Horacio Quiroga, un Walsh bien calentón, una Alfonsina, el loco Belgrano, o la pirucha medio rapidita del barrio a la que habíamos bautizado "doña Pura". O el Bocha, ese pibe de la iglesia, que era igual de rebelde como talentoso musical, apartado del grupo por una turra leucemia.
Bueno, quitémosle dramatismo a todo esto, pensemos que en las fiestas de los reencuentros, nos enfrentaremos con aquellos como mejor los vimos, ese es nuestro beneficio de la duda, transformarla en certeza a piaccere. Y si no, por algo está la memoria, los cuentos y recuentos, la somera deformación de los momentos vividos. Ahí, predestinados o escritos por la mano universal que nos moldeó, igual haremos lo que se nos canta.
De paso, en la eternidad, habrá momentos para un picadito o para recuperar la primera bicicleta. Espero.

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