El caso es que son las 00.50, ponele (si no hay palito pa Cantero o un acto de violencia, no vas a pretender que te den lugar en el primer bloque) y en la previa Roja al partido de Independiente vs. el Lobo Jujeño, en Fox Sports se cuela el maestro para una acotación inútil. Sin ser nombrado, por supuesto, pero la potencia del título que lo inmortalizó, sirve tanto para hablar del fútbol holandés como de la venta de cítricos y por supuesto, de futuros-presentes apocalípticos. La cuestión es que el nabo-conductor cita a La Naranja Mecánica, aludiendo a un equipo rosarino que ganó un torneo berreta. Alina lo corrige y le recuerda que el título corresponde a una película, el tipo toma el guante y menciona a Stanley Kubric y, la menos glamorosa pero más inteligente de la cadena (mexicana ella, creo) recuerda que tal mención corresponde a un exitoso libro.
Como el best seller no es precisamente el principal motivo de orgullo de Anthony Burgess (desafío a cualquiera que intente demostrarme lo contrario), su secreto esbozo me remite a la última parte del libro que más leo yo (no es el I ching de Mi enfermedad que bien canta Fabi Cantilo, si no la segunda parte de la biografía del susodicho). Al momento de hacer balances y hablar de su resistencia a la muerte, el tipo dirá lo que reproduciré en breve. Como este es un blog donde conflictos más, conflictos menos se escribe a propósito de lo que a uno se le canta el toor (para ser claro y bordear lo chabacano, siempre necesario), aquí el rescate de dos partes del cierre: una la aludida y otra, la puerta abierta a otro maestro que me sigue quedando pendiente y del que Burgess hizo mucho por él, siempre...James Joyce.
Va primero, entonces sus preguntas existenciales (pag 518 de You ve had your time, Ya viviste lo tuyo)
¿ESTOY SATISFECHO? Seguro que no. ya he rebasado el límite de edad prescrito por la Biblia,tengo que pensar en la muerte, y no me gusta nada pensar en la muerte. Hay en mí vestigios del miedo al infierno, incluso al purgatorio, y no se me quitan por más autores racionalistas que me empeño en leer. Si tras la muerte hay sólo oscuridad, ésta será la realidad postrera, y el amor a la vida que de vez en cuando siento no es buena preparación a semejante fin. Ante la proximidad de la proximidad de la negrura, que Churchill jocosamente denominaba terciopelo negro, parece una frivolidad preocuparse por un mondo que va a desaparecer de pronto, como desaparece la imagen de la pantalla del televisor cuando se corta el fluido eléctrico. Pero la rabia ante la muerte de la luz es muy propia del hombre, especialmente cuando todavía le quedan a uno cosas por hacer. Y es una rabia que a veces se me antoja locura. No se trata solo de las obras que quedan sin hacer; también importan las cosas sin aprender. Me he puesto a estudiar japonés, pero ya es demasiado tarde; he emprendido la lectura del hebreo, pero con estos ojos míos no alanzo a distinguir los puntos ni los tejuelos. ¿Cómo puede uno desvanecerse en paz, pasando de la
vasta ignorancia al estado de ignorancia total?
Sobre Joyce (pagina 503)
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