sábado, agosto 14, 2010

Agosto juega conmigo



Mientras don Antonio me confirma a través de sus páginas que vivió con todo y en serio (eso implica que varias veces se le hizo cuesta arriba), la sola proximidad generacional con el viejo parece ratificar lo duro que se hace dar pelea permanentemente. La tos se instala y no me deja, hay notas mejores que antes, una promesa de entrevistar a otra celebridad en la mismísima Gran Manzana. Un relato compartido vía México, un proyecto avellanedense con Saborido, guiños con el amigo Cappiello para que la literatura y los proyectos que nos dan sentido sean tomados en serio. Abbey Road, merito de Saverio ya está en casa. Cata confirma el costo de sentirse princesa pero endulza cada vez más las noches y las mañanas. Gabriela continúa consolidando el rol de tanque-ardilla para sostenernos a todos.
La distancia silenciosa que perdura con los amigos que cuesta ver cada día más. La lluvia que altera y mejora siempre la agenda rutinaria (aunque uno siempre quiera dar más), el rojo que como el amor, no se acomoda nunca (parafraseando a la rosarina), Magnetto con sueños berlusconiescos y nuestro periodismo buscando quién será el que le ponga la estaca definitivamente independentista.
Stress que altera el sueño y un ojo, el kwon o boxeo chino esperándome al final del maldito catarro. La humedad que a esta altura supera cualquier imaginación de bruma londinense, el futbol de mi hijo que desintoxica mi adrenalina y el pecho por verlo libre (pero goleador y obstinadamente de mi parte, rendidor).
Así agosto. Mareo en la autopista, Douglas al final del camino (o mediados de septiembre) y las preguntas un tanto espaciadas por el pase de rosca laboral. Pavada de juego, que le dicen.

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