Justo
ayer que me levanté comparando a Lacan con José Pablo (Feinmann), nuestro
filósofo argentino faltó a la contratapa de Página. Y sí, son momentos arduos
los del periodismo gráfico (hoy casi todo en conflicto), aunque lo de mi
referente lleva mucho más tiempo por sus problemas de salud.
Cuesta
verlo ahora en algún ocasional reportaje virtual, tras su ACV. Pero yendo al
asunto, de él y del psicoanalista hay algo que me convoca, como aquellas primeras
lecturas de Humor cuando JPF se aprovechaba del peronismo para decirnos otras
cosas.
Literalmente
en la mayoría de sus textos, entendía poco y nada pero no podía dejar de
leerlo. No era la ideología lo que me subyugaba, si no una musicalidad que
terminaba arrastrándome hasta el cenit de mi ignorancia.
Con
Lacan, me ocurre lo mismo, "Una de las pocas cosas en que coincidieron
Freud y Marx fue referirse a los síntomas de las personas", tira el discípulo
de Sigmund en esta conferencia número 18 a propósito de "De un Discurso
que no sería del semblante”. Aquí el tipo habla y desanda cada cosa que explica
como quien se hizo experto trabajando con plastilina.
Tanto
él como JP invitan a un laberinto mental (¿por qué no también pensarlo
corporal?) en donde poco y nada importan la salida o la meta. Sí, por supuesto
es una motivación animarse a andar a ciegas: descifrar, saber qué hay en medio
de esos rollos donde Hegel, Heidegger, la verdad, el amor, las mujeres, la
incomprensión, por supuesto el inconsciente, el deseo y el lenguaje son tirados
al mismo bols de manera vertiginosa; como quien está más atento a concluir el
plato, antes de evaluar si tantos ingredientes, son necesarios o se
corresponden para una misma receta.
Lo
increíble es encontrar una vigencia potente en Lacan aun cuando en
apariencia este presente se ubique a años luz en relación a varias de sus
hipótesis o especulaciones. El chabón se planta en una conferencia para hablar
de la huelga, bardea a los lingüistas,
se mofa de su travesía argumentativa (o pretendo entender eso) y logra
desvanecer tanto lugar inmaculado como quien te dice ¿viste todo el recorrido
que hiciste hasta acá? Bueno, quizás fue al pedo.
Por
el lado del autor de 'La astucia de la razón', también hay una búsqueda que no
se agota en el existencialismo o no intenta rasgarse las vestiduras contra un
sistema controlador. Aunque de algún modo el también novelista y fanático del
policial negro, cual Chandler, tiene en claro que la batalla en solitario resulta
desigual. Casi como ver a la víctima del laberinto (¿uno?) desde arriba.
Particularmente destaco también de él un libro chiquito 'El ejército de ceniza'
que tiene algo de Pedro Páramo, tremenda desolación (¿un Alburquerque
patagónico?) donde los fantasmas de batalladores solitarios, casi incrustados
en ese paisaje de grietas y cactus, se equiparan a la búsqueda de respuestas
sobre un devenir, lógicamente ineludible (o algo por el estilo). Sí, la muerte,
siempre ella.
En
resumen, Lacan y JP hablan, a pesar de nuestra ignorancia. Cito a Jacques:
"El interés, la oleada de interés que contribuí a aportar a la lingüística
es, aparentemente, un interés proveniente de ignorantes. Pues bien, no está tan
mal. Ellos eran ignorantes antes, ahora se interesan. Yo logré introducir a los
ignorantes en algo que además no era mi objetivo, porque la lingüística, lo voy
a decir, a mí me importa un bledo. Lo que me interesa directamente es el
lenguaje, porque pienso que es con lo que trato cuando tengo que llevar a cabo
un psicoanálisis".
La
cura, las respuestas, el sentido simbolizarían esas miguitas que estos tipos
nos dejan y que servirían llegado el caso a retrotraernos con algunos actos si
hiciera falta, para comprender lo esencial.
Suena
confuso. Pero lo fácil siempre prefiero dejárselo a los otros (además no me
sale)
Buen
lunes.
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