sábado, abril 18, 2020

Si se me canta


La impunidad está a la vuelta de la esquina. O atravesando la puerta de casa. Entonces me calzo el disfraz de cualquier joven japonés y salgo.
Soy uno de los tantos alter egos de Murakami y allá voy sorteando ferrocarriles, voces de la primera mañana, dudas que tienen mucho de universales y poco o nada de universitarias.
Y quisiera que alguna locura me interpele en el camino, se cruce en este recorrido de barbijos y ojos vergonzantes y me confiera algo singular.
Un vozarrón, un secreto, un dibujo regalado por un pibe callejero, una carcajada femenina de esas que seducen y envuelven y te obligan a frenar, girar la cabeza hasta hallar o reconocer a la responsable.
Pero no, como el nipón deportista o nadador continúo con mis desbandes y antes de llegar a un semáforo que ya no necesita de interlocutores obedientes, caigo en la cuenta de un sueño (a pedido de Haruki) pero este no lo comparto.

Lo que no les dije es que llevo un arma. Tranquilos, ni se me ocurre emular a Silvio Astier, no estoy para eliminar a desclazados. Los de ese estilo acá sobran. La 9 mm será desenfundada, sólo en caso de emergencia (mentira, sabemos que si aparece en un relato, se hace necesario su uso)

Ni farmacia, ni cajeros, ir a la deriva. ¿Se me habrá achinado el rostro, en esta interpretación? ¿Me pedirán el certificado de circulación? ¿Seré acusado por llevar conmigo la nueva lepra?
Camino rumbo al río, que es una eternidad, hay que sortear la Kirchner (hablo la avenida, no de Ella) y un par de puestos muni-policiales. Después subir la loma de la autopista y continuar.
Todo derecho.

A esta hora y bajo estas circunstancias, dudo en cruzarme con pescadores. A lo lejos un par de pibes repasan ochos con sus bicis cross. Cotejo la cartuchera, en su sitio. Hoy no llevo mochila. El peso cual cruz, va adentro de uno.

-"Ey chino, no te da miedo andar solo a esta hora"

-"Sí Corona, qué hacés por acá", suelta el otro más ingenioso.

Los ignoro como malo de serie narco.
Me frena un silbido.
Pero no giro.
Antes de morder el piso, resurge el sueño.
Que se va conmigo.

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