martes, octubre 03, 2017

Bolonqui existencial

Uno puede suponer que en la reencarnación o como vulgarmente decimos "en la otra vida", aquello que nos quedó pendiente se puede reparar. En el juego de especulaciones, las chances de ver a quienes ya no están o la noción de un posible reencuentro, serviría para enmendar y reponerse de los daños colaterales ocasionados desde este lado del mundo.

Hay algo que duele con el paso del tiempo y juro que no voy a quedarme sujeto a añorar juventud, nada más alejada mi queja a un argumento que suponga coquetería.
Pero sí me afecta ver a los padres de amigos, vecinos y parientes viejitos o rendidos. Esa idea de no poder recuperar la fortaleza de quienes supieron indicarnos el camino, a veces sin medir las formas, durante el crecmiento, jode más que el concepto básico de cenizas y huesos enterrados.




Con esta noción salté a una disyuntiva que me transporta tanto a mí, como a los míos o aquellos que supongo como propios, por encima del cielo divino.

Y la verdad es que una existencia hecha a la medida del deseo de uno, de un vago supuesto, representa un verdadero quilombo.
Por ejemplo, si uno añora a la abuela gallega, cómo quisiera reencontrarse con ella ¿más joven?
- ¿En sintonía con lo que uno espera de su momento saludable?,
¿respecto de lo que vivió uno o de lo que fuese más conveniente para su regreso?
- Y de ser así,  ¿coincidiría su momento óptimo con el más amable para uno?
- ¿Qué esperaría más de ella?
- ¿Sus gritos? ¿Su torpe improvisación para la cocina? ¿El relato de sus anécdotas?
Por supuesto que las preguntas no quedan encapsuladas en un solo pariente. Los otros que partieron, por el momento me los guardo.

También recordé al amigo de secundario que perdí hace varios meses y entonces las preguntas atacan como una plaga o un enjambre de abejas venenosas.
- ¿Rescataría a aquel superficial, a veces de chistes fáciles de la adolescencia?
- ¿O al último que se encargaba de acogotar a la sombra de la muerte, aceptando la madurez de perdonar a los suyos y perdonarse...inclusive hasta proyectando su deseo de terminar la licenciatura de psicología, mofándose del cáncer de páncreas?
Pero no todo quedó ahí.
De encontrarnos allá en el horno...¿volvería a reunirme con mis ex novias?
¿Y si las veo más buenas que cuando no tuve la chance de acompañarlas en el tránsito de la vida...?¿en dónde residiría mi consuelo?
Es más, ¿tendría algún tipo de consuelo?
No conforme con esto, pensé en qué etapa de mis hijos intentaría reunirme con ellos.
¿Sería en sus primeros años, de aprendizaje, de abrazos infinitos?
¿O los otros, más terrenales con preguntas duras pero sinceras?
¿Esas de reproches directos sobre mis errores o momentos maltrechos?

¿Y con mi compañera? ¿Sería genuino volver a a atravesar el climax del enamoramiento? ¿No iría esto en desmedro de tantas batallas sostenidas y superadas a partir de amasar un secreto y maduro lenguaje del conocimiento compartido?

Pienso qué carajo haría con los vecinos, necesarios en el desarrollo de la mirada. En los compañeros de estudios, de laburos. En las miradas que activaron el sentido solitario y cotidiano de usar cualquier transporte público. "Ahí sube la de Supisiche", "la que lee desde Quilmes a Capital", o "el cabronazo de Barracas".

Y en ese cielo eterno ¿qué decidimos con las mascotas? ¿Suman o agudizan el lío?
Y los momentos que añoramos y nos conmovieron ¿no quedarían medio forzados emulándolos o simulándolos por segunda vez?
¿El infinito nos encontrará a todos desnudos?
¿Soportaríamos la perpetuidad relegando el sexo?
¿desentendiéndonos de la noción de dolor?
¿adónde iría a parar el apetito?
¿Serían las oportunidades de repetir diferentes circunstancias una y otra vez la mejor opción que nos pueda dar esta inconmensurable subsistencia?
Se me cruzan las Alas del Deseo, pero no. Esto no tiene nada que ver.
No hay ojos ajenos, ni experiencias por aprender, creo.
Hay la chance del reencuentro. Con mis abuelos, mi padre, mi tía, el suegro. Los hijos que no fueron.
Los que quisieron cambiar el mundo.
¿Qué haría con los ídolos? ¿Con qué Lennon encontrarse? ¿Con qué Che?
¿Tendría la gran posibilidad de aprovechar al Flaco, como si fuera un vecino?
¿Qué pasaría con la música? ¿Cómo será la música? ¿Y si la inmortalidad no tiene buen gusto?
¿Quién se atreve a perdonar a Hitler?
¿Qué podríamos reclamarle al Pocho?
¿Habrá chances de ver a Marcelo de Sarandí, el aviador?
¿Y la novia que no fue, de cuarto grado, que se murió sin razón aparente? ¿Me registrará?
¿Y a mi viejo qué le digo? ¿Qué no?
Bueno, basta de delirios.
Que la tierra y esta existencia, acotada pero intensa, es más coherente.
Y que el cielo no es un teatro de funciones incalculables.
Apenas una ilusión. Sana ilusión de segundas oportunidades.
Ahí va el padre de Charly. Seguro me caga a pedos por algo.
Tiene razón. Siempre.
En mi bolonqui existencial, sin embargo, puedo creer que no.
Acá será todo igual. Y todo distinto.
 

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