Yo no sé si fue Barack Obama con House of Cards o algún amigo prehistórico y calentón, reacio a conocer los finales de película, quienes terminaron por convencerme en esta estupidez. Igual, me resisto a evitar compartir el cierre de una serie o de un film. Que la voluntad por recrear un relato quede supeditado al capricho solitario de "dejame a mí decidir cuándo y cómo quiero vivir ese momento sublime de la historia" es cuanto menos de alguien pelotudo. Así, sin dobleces.
Ridículos todos. Yo, por ejemplo, no vi sexto sentido y sé cuál fue ese final tan obvio. Algo parecido me ocurrió con El Secreto de sus ojos.
Pero lo que me sucede con Better Call Saul excede de toda lógica y no estoy dispuesto a relegar su sentido creativo y movilizador.
Primero porque no fui espectador de Breaking Bad (habré visto seis capítulos, nomás) y, por tratarse de una spin off (¿derivado? ¿sucursal ficcional?), entiendo que hay varios guiños de los personajes sucedáneos que aquí son protagonistas (Jimmy Mc Gill, Nacho, etc.) hacia los fanáticos de la serie madre.
Con esas limitaciones, voy a largar especulaciones varias.
Es que las tres temporadas generan tanta adrenalina e incertidumbre que las vivencias de estos sujetos salidos del mejor policial negro, pero embuido de desolación desértica, merecen casi la idolatría.

Por ejemplo, hablar de cada silencio de Mike Ehrmantraut, un artesano en lo suyo, camuflado en su don de cuasi jubilado y con una sagacidad digna del mejor detective soñado por Samuel Dashiell Hammet.

Y esta semana, en particular, la perseverante Kim Wexler atraviesa una escena que obliga a especular en medio de un bar con espectadores varios, no importa donde, ni como , pero por qué no intentarlo a fin de descifrar un diagnóstico, respecto de lo que vendrá.

Al margen de la escena de lo que esto desencadena y de cómo cierra el capitulo con la rubia en su auto camino a acordar con sus nuevos clientes, hay además una discusión de Mike con su flamante empleadora (en una empresa de primera línea pero para sumarse al otro bastión narco) en relación a su resistencia a ser blanqueado en la firma. Teme que sus datos sean utilizados por una compañía de dudosa moral. Y ahí uno se pregunta cuánto sabe de los ámbitos en los que fue contratado en su momento.Son un par de preguntas para que los autores nos demuestren que podemos estar inmiscuidos en asuntos de poderosos miserables y no percatarnos de ello.
Por otro lado, ver a Jimmy y toda su energía para aprovechar la logística y embaucar a las jubiladas a la hora del bingo, también abre un debate a propósito del noble valor del trabajo. De la energía que le pone a cada una de sus descaradas determinaciones.

Cómo descifrarlo.
Acaso quienes quieran sumergirse en esta polémica, podríamos juntarnos antes del cierre definitivo de la temporada y jugar a todos los otros mundos posibles que cada semana nos insinúan estos sujetos creados por los brillantes Vincent Gillian y Peter Gould.
La dupla talentosa abre cada gesto, cada palabra (dicha o no) a alternativas semejantes a la contemplación del cosmos. Y no exagero, hay tantas chances de ver cómo el personaje se supera o cae, como estrellas, agujeros negros, constelaciones, etc.
No me acusen de ingrato.
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