viernes, enero 13, 2017

En vísperas de embarcarse


No, no hay viaje formal. Aviso de entrada. Sucede que mañana cumplo 53 y, según un experto doctorado del laburo en numerología (o devoto de la quiniela), esta combinación significa El Barco.Y ahí estoy yo, volviéndome contento al escritorio mientras falta un par de páginas para el cierre y un tanto más de tiempo para el final de la jornada. Ahí estoy decía, yéndome con una sonrisa feliz, porque la suerte indica que El Barco tiene más peso que 'El Madre e hijo' de mis casi extintos 52, ni que decir de los lejanos 51 (el serrucho)
Como si la mención de semejante sustantivo, ya me transportara hacia un mejor lugar.
¿A quién no le gusta la sola idea de embarcarse? De partir, de moverse.
Si el concepto no es literal, la palabra suena ambiciosa, como quien proyecta algo nuevo. Casi semejante a emprender. Si me ajusto al sentido concreto, hay barquitos de papel (saludos a Serrat), hay Cruceros all inclusive, una lancha para cruzar del Tigre a Palmira, un botecito fotografiado en Agadir y el Eugenio C, vehículo que le permitió a mi querida abuela Vicenta regresar después de no sé cuantos años a su amada Galicia.
Vagamente me recuerdo pendejo espiando el camarote de ese Sheraton flotante, minutos antes de su partida. Hoy imagino a la vieja y me pregunto en qué condiciones esta viuda de dos hijas y un pibito  pudo juntar moneda a moneda para semejante viaje de ensueño.
Claro que la segunda opción de embarcarse durante su adolescencia fue bien distinta, según recordó. Ahí, su hermano, el tío Luis, la cuidaba celosamente entre tanto inmigrante primerizo y jóvenes de testosteronas urgentes. "No comía nada, nada!", se instala su voz como un eco de ultratumba, intentando por unos segundos devolverla a nosotros, al presente.
Y si uno se detiene en ese barco, es porque de algún modo en ese viaje, fue signada la suerte. Después, mucho más tarde, se reuniría con mi abuelo Jesús Manuel. Desconozco su modo de embarcarse, pero sí que le tocó la colimba en Ferrol, puerto controvertido, en meses de ilusiones republicanas.
Pero bueno, el pasado aquí está y el presente me dice El Barco. ¿Será a Europa de nuevo, con los pibes, más su interés londinense? ¿Será una revancha marroquí con Gabriela para refrendar los años compartidos? ¿O también habrá lugar para proyectar mudanza al sur piramidal chubutense?
En este juego de partidas y números, hace días calculé que además de salir de los 12 años de la década agraciada, ahora me encuentro a otros 12 de una potencial jubilación.
Sí, lo sabemos todos, con Mauricio a lo único que podemos aspirar es a jubilación cero.
Por las dudas, yo voy armando una valija, con mis incunables libros, las fotos heredadas, muchos mapas inútiles (tantos como recortes periodísticos acumulados al pedo) y cuadernos de esos que amedrentan (bah, de hojas en blanco, para provocarme)
Y salvavidas. Si es que hace rato no lo sigo llevando puesto. No. Lo perdí, Poco importa, es allá donde hay que llegar, otro esfuerzo y listo.



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