martes, septiembre 01, 2015

Homeland 3: Los yankis no saben de Redención

Spoilear o no, la realidad es que soy uno de los lentejas que se devoró tres temporadas de la serie donde Brody y Carrie, marine devenido en musulmán y chica bipolar trabajadora de la Cía, animan una historia típica norteamericana con ribetes antiárabes.
Con subas y bajas, más una crítica despiadada en la última temporada (me refiero a la tercera, la cuarta la resignaré por convicción, bah, creo) el relato de un tipo que fue a la guerra en nombre del noble estilo americano y que terminó torturado y converso a manos de los despiadados nuevos moros, atrae. El caso es que vuelve convertido al Islam, léase terrorista en potencia, con el propósito de vengar un bombardeo en una Medersa (escuela) que acabó con decenas de chicos, entre ellos el hijo de quien logró sacarlo de las sesiones de tortura, para darle la misión de formar al pequeño. A su regreso, Brody lee el Corán a escondidas en su casa, mantiene una vida sexual distante con su esposa (¿castigándola por promiscua?), le intenta imprimir a su hija adolescente una mirada distinta de la realidad, cuando es descubierto.
Y  lo que ya todos lo saben, está a punto de poner una bomba, para vengar los crímenes de sus compatriotas pero a último momento se detiene(si ya la viste todo esto lo sabés) por una llamada de su hija, justo cuando llevaba puesto un chaleco suicida y estaba por asesinar al presidente de USA.
No voy a hablar de la calidad de los treinta y pico de capítulos, sí decir que Brody paga y mucho por su ¿confusión?, queda claro que nunca se pensó Marine (al menos desde la adolescencia), que la familia sería casi desterrada dentro del territorio, luego de que el apellido del muchacho quede pegado con otro atentado en el corazón de la Cía.
Que la rubia bipolar, quien primero sospechó de la integridad del militar, para luego bancarlo como sea, seguirá enamorada hasta el final (cometiendo varios mocos que alcanzan para sanear o disimular la frialdad de su condición de agente al servicio de la seguridad nacional) y que aún, habiendo sido torturado en Caracas, fajado en reiteradas oportunidades, denigrado por su hija (que se quita el apellido), aún con todo esto y ofreciéndose a meterse en el corazón de Irán para asesinar al líder de ese país, Brody tiene que pagar.
Y vaya que lo hace. "Ya no soy un marine, no sé lo que soy", enuncia el tipo limado al extremo, después de cumplir su cometido y cuando ya estaba escapándose con su chica rubia y embarazada de las fronteras de la ex Persia. La chica obstinada por demostrarle a su jefe que su amante también podía ser capaz de cambiar, no alcanza a comprender sus argumentos.
Pero Brody no, no se escapa. Ahí, siendo afín con el plan yanki-infiltración (con títere nuevo para el gobierno protector de los pueblos oprimidos) resigna su chance de empezar de nuevo. Lo lógico es que crepe. Y ahí está el tipo colgado, la chica gritando su nombre, los tipos de la Cía homenajeando a los caídos e ignorando al nombre del que dio sentido a la serie.

Pispeé cómo sigue, Carrie quedará medianamente flechado con otro agente, se encamará con otro maldito terrorista por el bien de la humanidad y no sé que más.
Prefiero debatirme en el interrogante de la redención, esa palabra aprendida vaya a saber uno en qué etapa del catecismo pero que todavía suena fuerte.
Imaginé que con tantos líderes católicos asesinados en EEUU (los Kennedy, fundamentalmente) Martin Luther King o Malcom X, sería casi irrisorio imaginar una voluntad colectiva pacifista por parte del hoy rey hegemónico del planeta. ¿Gandhi norteamericano? no da lugar.
Lamenté que Brody en la debacle de sus certezas estructuradas, presto a liberarse en serio, de lo que piden la patria, la fe, el amor incluso, no pueda contar o apelar con su humanidad para vagar por el desierto.
"Nací en el desierto", había revelado poco antes de su detención, desierto norteamericano, claro.
Siguiendo con el tema de la redención, supongo que debería haber algo de redención en nuestra argentinidad. Con tanta historia asesinada, tanta sangre derramada, tanto castigo.
Claro que en nuestro caso, hay que ver cuál es el delito.
El de Brody, fue haberse perdido en una cultura distinta y no regresar jamás como el que fue.
En cualquier caso, sucede siempre.
Y la serie, que entiende de ideologías y de convenientes contenidos, resignó una buena historia, por moldear la voluntad de nosotros televidentes, al deber ser. The American Way, le dicen.

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