
Me voy a quedar con el final de este relato, El mal menor, denso pero cotidiano entre el San Telmo porteño y una batalla de extraños espíritus o arcontes y voy a suponer que el propio Feiling en vida, habrá pergeñado ¿por qué no? este micromundo para enfrentar una puta enfermedad que lo arrancó de aquí antes de tiempo e imaginarse un 9 de julio cualquiera, entre saques y coñac, desencadenando el día y la vida para concluir, por fin con un acto sexual de Inés, su protagonista, desprolijo pero insuperable, sumándole crímenes despiadados hasta concluir con una voz diabólica, que tras despedir a la mujer cierra lo asfixiante de una vida dolorosa. Esa batalla cabe más que el peso de lidiar con las horas malditas, tras un duelo inútil con una de las tantas putas e innombrables enfermedades.
De ser así, gracias Feiling por hacer de tu pelea, un triunfo secreto de otra novelita de esas que, muy de vez en cuando, se cuelan en la vida para enseñarnos a no rendirse, aunque la parca imponga sus reglas.
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