jueves, febrero 19, 2015

Regreso y miércoles

La bruma y el rocío de la autopista obligan a aminorar el paso. No por precaución, si no porque la situación me da la chance de aflojar ansiedad, de revisar dolores, de suspender lo que sigue. Ya es madrugada, si se cuenta que pasó la medianoche.
Alanís suena por azar y pienso en los amigos que se fueron a vivir a Canadá; uno que me ayudó a conocer Quequén, en esas vacaciones soñadas con chicas adolescentes y deseos apretados, por temor al ridículo.
La otra amiga, mujer de Jorge, el veraneante necochense, también periodista, supo en el pasado reconvertir como yo, las primeras preguntas referidas a la injusticia vincular (esas que conocemos bien los hijos de familias disfuncionales, más dolorosas en la infancia de entonces), por la búsqueda de justicia social, enmarcada en el apostolado de la vocación (ingenua de aquel momento) compartida.
Hay humo a la altura de Quilmes y un par de patrulleros que bregan por la seguridad de quienes se la merecen. Esos que marcharon a la tarde, "sin choris", como les gustó tuitear a algunos, ratificando en nuestro país que "serás ciudadano con todas las letras, o si no, no serás nada".
Dolieron las quinientas lucas en la calle por el caso Nisman. No me cierra el espíritu patriótico del tipo que mantenía línea directa con EEUU e Israel.
También, lo admito, me jodió eso de "a mi nadie me marca la cancha". Error, cuando entrás a jugar un partido, la cancha y las reglas del juego, Cris, son evidentes de antemano. Lo más difícil es salir airoso dentro de los 90 minutos.
La soledad de la noche suelta un par de frases que bien podrían ayudarme con mi demorada primera novela y/o cuento.
"Hubiera podido ser un genio si no fuera por...", salta una con mi aburrida obstinación de dejar que la primera persona se apropie de la esporádica fantasía a cuentagotas.
Con todo, entre el paraguas de la tele, el laburo y este regreso, en el medio hubo un partido de fútbol en un club barrial sumido por la modorra del miércoles y la tormenta.
Buen juego, lo ratifica mi camiseta transpirada en el piso del auto, algunas atajadas que ayudan en esto de enfrentarse 4 contra a 5 y lograr un buen resultado;  y haber andado en bicicleta el pasado domingo, como para evitar que el cuerpo se atrofie a lo de siempre.
Quisiera que el regreso a casa no acabe nunca.
A vuelo de pájaro me doy cuenta de lo afortunado que soy con los pibes que tengo, aunque me encabrone por boludeces. De la mujer que pelea conmigo, aunque el trabajo a contramano nos quite energía y palabras para mejores momentos. Vaya a saber uno cómo pintará lo que vendrá.
Hay que tener cuidado con lo que se escribe en un post porque te pueden leer y andá a saber que maldad puede cometer gente extraña con los inteligentes comentarios de uno.
Vuelvo y la bruma de la noche se hace canciones breves que salteo para extender los minutos que dejan fluir las especulaciones a 90 kilómetros por hora.
Mañana, por hoy, por ahora, corregiré el título de "Regreso de miércoles", por algo menos periodístico o ficcional como "regreso y miércoles". Primero porque el momento no merece un ¿oximonón? tan crítico y segundo porque he padecido miércoles peores.
Ya esquivé el peaje nocturno, como siempre. Giré la rotonda rumbo a casa.
Ahora, de nuevo acá jueves, lamento ese montón de ideas preciosas que fluyeron como sueños mañaneros, que indefectiblemente se perdieron en el fragor de lo habitual.
Bruma y miércoles, sonaría mejor, creo. Lo pensaré.

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