domingo, junio 22, 2014

Pispear el barrio

Tras huir hoy domingo de mis Shocklenders, rumbo al laburo, con veinte minutos de anticipación decido pispear las cuadras de mi historia, a la pesca de algo. Y bue, con cincuenta, esta manía no se me va. Es como el deseo de encontrar vaya a saber uno qué moneda perdida, o la bicicleta robada en mis ocho años. O lo más probable, aquello que todavía uno entiende por ¿alegría?, no felicidad.
El rocío, viene en tal sentido, como anillo al dedo. Cruzar por debajo del viaducto, dejarse frenar por semáforos impensados, hasta hay una piba en bicicleta que aparece de frente, su mechón rubio hace pensar que bien podría ser la hija de alguna chica que me habrá gustado y cuando mira de frente, se explicita tal contradicción, como si estuviera atrapado en mi volver al futuro.
Acaso haya sido mi vieja la responsable de esta trayectoria que no estaba en mis planes. Hoy me contó que la abuela Vicenta, solía mandarla con apenas doce años, a Entre Ríos y Belgrano en Capital, llevándole la ropa para uno de sus tíos. "Me tomaba el colectivo y después de recibir unos pesos, ¿querés que me volvía hasta Sarandí caminando? Hoy eso sería imposible, pero lo hacía", revisa Susana entre sus recuerdos. Su última nieta, Julia, le está sacudiendo el avispero infantil y entre éste, reaparecen sus infantes y audaces años. El relato sonó con entusiasmo y la veo a aquella pibita feliz de verdad, volviendo con golosinas, como me contó, alguna plantita para su mamá y conforme por haber resuelto aquella difícil responsabilidad.
Ahora, escribo, ya encaré para el diario, dejé ese haz de luz que hirió de muerte a un par de nubes, señalando la plaza cercana a la Iglesia Nuestra Señora de Luján. Antes de retomar la Mitre, reviso las cortadas, mi Luis María Campos, la ex O Higgins y Belgrano, nada. Habrá que pispear la próxima.


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