miércoles, marzo 26, 2014

Siempre Oriente

Cuando el hastío de la rutina se apropia de mis gestos y los vuelve más mecánicos que nunca. Cuando no termino de descifrar qué  hacer con el presente y la impotencia maneja mis especulaciones.

Cuando los chicos se vuelven intratables para ratificar que la paternidad es un camino de ida, pero seguro sin vuelta, ahí entonces la pregunta sobre la existencia, me ayuda a disimular un atisbo de esperanza. Entonces, lejos del mundanal ruido, tan conocido como esta frase hecha, miro al Oriente que se coló en los noventa para cachetear lo previsible.

Dejo de pensar en el de casa al trabajo y del trabajo a casa y construyo imágenes de pibes sobreviviendo al desierto, buscando lo esencial entre medinas y colinas de arena. O por qué no también, contando las horas post bombardeos para volver a salir de aquellos refugios que supieron llamarse patria y que otra guerra santa, les negó.
Claro que la imaginación elige más adentrarse a ese mundo desconocido de mucha pronunciación gutural y carcajadas (fingidas o sinceras), de mujeres intrigantes. Acaso la vejez me lleve a pensar que no hay muchacha más bella que aquella cuyos ojos son preservados entre chilabas contrastantes y un sol insoportable.
Entre impuestos, promesas siempre incumplidas y duelos verborrágicos krispados o anti, prefiero el silencio de la inmensidad árabe. Ayer, por ejemplo, sobrevino la frase del flaco en Mi Elemento, qué groso, eso de ver en el silencio. Y no lo digo por el ruido que nos circunscribe, sí un poco por este mecanicismo de las redes y la tecnología, presentes hasta la humillación de cortar cualquier diálogo sincero, demorado por un mensaje falsamente urgente y de contenido hueco.
Aburre la certidumbre. Lo esperable. Extraño un hipotético bautismo del desierto, semejante al "ciego frente al mar", siguiendo con similares imágenes spineteanas.
A veces, cuando el día promedia y el trabajo está en puerta, las nubes del cielo se instalan, se cierran y se abren como el techo de la Sixtina. Ahí, pienso en qué será de palabras como firmamento u horizonte, en días de cabezas gachas y miradas fluorescentes.

Simulo darle bola a los otros sentidos, a respirar, aunque el olor putrefacto del sur, se encargará de recordarme mi mismidad en este tiempo y en este lugar. Entonces las obligaciones, me vuelven a la tierra, a esta vida que me alcanza, a los interrogantes sobre la pareja, los hijos, la subsistencia en mi chiquito mundo argentino-capitalista.

La culpa surge para enseñarme a agradecer a no estar mendigando por ningún zoco, por la Saladita, o haciéndome un espacio debajo de la autopista o en las tierras tomadas de Lugano. Igual, me resisto a la culpa, al consuelo obligado. La foto de un pibe sacudiendo albahaca seca, según el epígrafe de Infobae, en esta selección de imágenes del mundo, me remite a las plantas del fondo de casa. Aún con lo obvio, con lo esperable, aún con el deber ser, Oriente sigue ahí. Siempre.



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