miércoles, septiembre 04, 2013

De lealtades laborales

Acaban de echar (o estás en eso) a un amigo y colega. Tipo de orgullo silencioso, noble del oficio y de vergüenza ajena fácil frente al error periodístico. Mañero, como todo laburante en esto de marcar límites y frenar la prepotencia de cargo. Con todo, el tipo aún con la condena de la indiferencia que tuvo su jefa durante los últimos dos meses negándole la palabra, los psicopateos de la estructura burocrática de esa redacción (stalinista en su orden y librecambista en sus pagos), más una discriminación latente de un contexto que se sabe pituco cual falso nuevo rico, condenando siempre el color de piel, aún con todo esto, el tipo ejerció la profesión como sus viejos maestros.
Ahí, entonces aparecen los leales, no los que él espera, si no los que siguen al verdugo (en este caso su jefa), acompañándola en sus sentimientos. ¿Qué sentimientos? La alcahuetería, el maltrato fácil, la cuestión ventajera, la falta de escrúpulos para imponer voluntades por encima de la información, la falta de talento para saber escuchar y hacer de ese sentido, un marco de creatividad. "No fue justo lo que hizo con vos", le susurran a la mujer de años capanga en Crónica y vicios de nobleza en baja, en el presente. "se lo merece, cría cuervos", amplían para que no necesite hacer examen de conciencia después de pedir la salida de su subeditor colaborador.
"Brindemos por la lealtad", reza la ficción "progre" de El Trece, justo ayer a la noche. Y uno piensa en Lanata, Magdalena, Morales Solá, el doctor Castro y Fonte, gente leal por cierto, en esto de ennoblecer la profesión. Nos echan, nos dan boquita y ritmo tropical (Salmón dixit), allá en el fondo ce vamo a encontrar.

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