viernes, febrero 23, 2018

Nuestros Destinos






Por atravesar el prólogo de las vacaciones o acaso obstinado en descifrar si a cierta edad hay aspectos de la vida que se vuelven irreparables, la palabra DESTINO surgió como quien revisa la misma ambigüedad de una moneda.
Ambigüedad que, por supuesto, no refiere a dos valores distintos y sí a caras diferentes.
1- Por un lado los destinos aparecen como preguntas de viajeros, cual potencial lugar paradisíaco o, cuanto menos, digno de ser recorrido. Allá vamos entonces a ese espacio que oficia de consuelo, en esta pausa permitida desde un trabajo rutinario.

La lista intercala lo previsible con lo arriesgado: Está Londres sí, también nuestras playas en esto de manotazo de ahogado. Europa en sus distintas dimensiones. Puerto Pirámides, pero también Bagdad, Vietnam, Sahara, Argel. A propósito de esto tengo un texto entre cientos (exagero como siempre, no son tantos) donde en un comienzo le propongo al personaje imaginario del cuento que se mueva hasta Argelia. El tipo convencido que ira para que le corten la cabeza.
Y bueno, todos los relatos referidos a pueblos árabes, trasudan un desenlace dramático. Y yo no estoy absuelto a esta mala y colectiva influencia.
Como sea, los destinos París, Ámsterdam, la acaso hoy más posible Suiza (si en julio hay chances y nuestros amigos nos reciben) y todo lo que el mapamundi deje sugerir a nuestras entrañas, refieren a un propósito, a un objetivo temporal anhelado.

2- La otra noción del destino, más ardua, densa y existencial, surge para recorrer la incertidumbre de confrontar el paso del tiempo o lo que quede de él.

¿Será la espera del final laboral lo que deviene indefectiblemente hasta una partida? ¿Cuántas mudanzas me quedan? ¿Habrá una transformación más amorosa o amigable en relación al vínculo con mis hijos? ¿Seré capaz de cosechar nuevos amigos? ¿Qué sucederá con mis parientes? ¿Cuántos sabores del amor quedan para degustar? ¿Cuándo me toca el Alzheimer? ¿Seremos capaces de perdonar todo lo que hoy duele? ¿Resurgirá alguna idea socialista o por lo menos solidaria en este maldito terruño?



Con esto de dos nociones paralelas de un mismo concepto y buscando en este juego de asociación de palabras sus correspondientes paradojas, me preguntaba antes de escribir ¿qué se representa detrás del concepto de esa memorable película hippie cuando decimos BUSCO MI DESTINO?
¿Esto significa que quiero descifrar lo que me tocará en suerte? ¿que voy rumbo a aquello desconocido que ya está bien escrito? ¿O que es uno quien lo escribe?

Yendo para atrás, otros conceptos llueven con cierta pesadumbre, por su contundencia, por lo arbitrario. Nociones sobre “lo que está predestinado”.
Alguien cercano a la familia, hace 20 días atrás peló la remanida pero siempre presente noción respecto de “los que tienen estrellas y los estrellados”.
Sin miramientos me manifestó: “Te tocó ser los estrellados”. Lo bueno de su definición (según él la hipótesis proviene de un padre que nunca lo consideró; extraño esto de sostener argumentos de quienes suelen lastimarnos) es que yo la había ratificado y enunciado una semana atrás en una sesión.
Comodidad del predestinado, que le dicen.

Da igual, con esto de leer a Althusser (‘El Porvenir es largo’) primero en esto de estigmatizarnos y luego  Piglia (‘La forma inicial, Conversaciones en Princeton’), aunque en relación a leer y escribir,  descubro que la construcción del relato, (según mi modesta y muy limitada interpretación), se asemeja a más o menos la premisa de “se hace camino al andar”.
Y más allá de Machado y su desafortunado final, pienso que la noción de destinado se corresponde con un juego azaroso en donde nada tiene que ver con buscar, si no con quedarse quieto.
Suerte echada, aseguran.

Nada que ver entonces con el paralelismo recreado en este post.
Uno que obliga a rumbear proyectos para llegar a algún puerto tentador (que nos arranque del letargo) y el otro, a partir de distintos interrogantes que no hagan otra cosa que movilizar la gravidez, flexibilizar o dinamizar lo que parece atrofiado.

Como sea, destinatarios del mundo uníos. Y haced lo que se os cante.
(Si no quieren quedarse cómodamente estrellados con lo preestablecido, claro)   

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