Pienso en Bowles revisando mapas caóticos, sin descuidar sus debilidades alucinadas y sexuales. Abierto a nuevos paisajes y experiencias extremas, sin perder la compostura, claro.
A Jane su esposa también la imagino, entre vasos y recetas, llamando la atención como una nena.
De los nuestros, se me cruzan Quiroga y Rivera. El selvático presto a un romance complejo en medio del encanto misionero. Irritable con sus recuerdos porteños y parisinos. A Rivera, en cambio, afilando su pluma como una lanza, revolviendo el sentido revolucionario de Mayo. Afectando a sus alumnos en Córdoba con sus revelaciones.
Pero bueno, todo es atemporal. No hay razón para andar en bicicleta, ni reloj que lucir como regalo viejo. Cada recorrido se vuelve domesticado y mis héroes íntimos se desdibujan en la fragil memoria.
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Reflexionemos juntos, no te inhibas y peleate conmigo y con la escritura.