- El deseo de imaginar una celebración distinta, en un lugar soñado.
- Los reproches de siempre acerca de la cocina, con platos en formato Lepes-Malmann que difícilmente nos salga.
-El asombro y vértigo que genera el encendido de cualquier fuego artificial.
-Las frutas secas, que encantan a pesar de los treinta grados promedio.
-Los brindis que, silenciosamente, invitan a imaginar una futura y necesaria revancha por lo vivido (personal y colectiva).-Los encuentros amigables post festejo.
-Los buenos deseos.
-La música de las radios o los recitales televisivos de los programadores de turno, que intentan embellecer con una buena selección, potenciales bajones solitarios.
- El vertiginoso zapping de la memoria que remite a otros tiempos (jodidos, imborrables) con los que, seguramente ya no estamos.- La resaca familiar, autorizada por razones obvias.
-La magia de creernos inmortales y que el año próximo, también nos encontrará.
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Reflexionemos juntos, no te inhibas y peleate conmigo y con la escritura.